El mejor presidente que tuvo Uruguay/El peor presidente que tuvo Uruguay. Maestro de vida/Pésimo ejemplo. Humanista/Asesino. Gran tipo/Una basura. Loco lindo/Psicópata. Honesto/Delincuente. Hombre de paz/Guerrillero. Demócrata/tupamaro. Creador/Destructor. Austero, despojado de los bienes materiales/Ambicioso de poder y trascendencia. Humilde/Ególatra. Sabía hacerse querer/Sabía hacerse odiar. Enfrentó la dictadura/Se levantó en armas contra la democracia. Sincero/Sanatero. Filósofo/ Vendehumo. Un hombre pobre/Un pobre hombre. Luchó por la libertad/Apoyó tiranías. Intelectual/Inculto. Coherente/Como te digo una co te digo la o. Conciliador/Criticaba a todo y a todos. Creador de frases eternas/Solo decía estupideces. Triunfador/Derrotado. Leal/Traidor. Secuestrado/Secuestrador. Torturado/Torturador. Amigo de los humildes/Amigo de Rockefeller y Soros. Volá alto viejo querido/Quemate en el infierno viejo de mierda.
La muerte del expresidente José “Pepe” Mujica, anunciada por el actual mandatario Yamandú Orsi en la tarde del martes 13 de mayo, provocó una avalancha de comentarios que dejaron a la vista la profunda grieta que existe en nuestra sociedad y que todavía muchos se empeñan en negar.
Todas y cada una de las definiciones que aparecen en el primer y largo párrafo de esta columna, fueron extraídas de la red X (antes Twitter) en las horas posteriores al anuncio definitivo. Textuales. No hay una sola letra que pertenezca a este autor. Y como habrá visto el lector, tampoco hubo medias tintas. El blanco y el negro predominaron. Nada de grises. La gente vomitó sus sentimientos y los tuits manaron sin filtro desde las entrañas de los usuarios. Como una metralleta. Sin pausa. Cientos de usuarios salieron con avidez a teclearle al mundo lo que les había provocado la noticia. Y lo que pensaban del muerto. Así, la red se vistió de amor y de odio. De tristeza y de satisfacción. De congoja y de festejo. De lágrimas y de memes. De pasión desenfrenada.
Desde una vereda, se exacerbaron hasta el infinito los valores del recién fallecido. Desde enfrente, en cambio, se resaltó con saña su faceta más oscura. Los únicos que transitaron sobre la línea de la moderación, fueron esos que sienten que expresar su verdadero pensamiento podría perjudicarlos. Los políticos, los famosos. Los de siempre. Los que nos suelen dejar con gusto a poco.
Pero el pueblo de a pie se expresó sin metáforas ni eufemismos. Con libertad. Y de esa libertad para decir lo que cada uno piensa, surgió, entre la dicotomía extrema, una evidencia irrefutable: la figura de Mujica genera pasiones profundas. Es difícil encontrar en la historia del país un personaje tan querido por unos y tan odiado por otros. Tan venerado y despreciado. Tan creíble y tan poco confiable.
Después, al final del día, cuando la emoción baje, estará en cada uno quedarse con una visión, con la otra o con varias. O quizá el tiempo acabe fundiendo todas las imágenes en una sola, medio borrosa y ambigua, como la que se desprende de la mayoría de los monumentos de bronce o los carteles de las avenidas.
Muchos creen que la grieta en Uruguay no existe. Pero que la hay, la hay. La muerte de Mujica, para muchos un brujo, lo dejó demostrado.