El 28 de julio es la fecha de nacimiento de Eduardo Víctor Haedo. Hoy estaría cumpliendo 103 años. Su nombre, su trayectoria, su notable capacidad política tienen la vigencia de una de las grandes figuras del país y del Partido Nacional.
Un político dominador profundo de la historia, especialmente de la que había corrido desde las revoluciones de Aparicio Saravia. Un parlamentario de notable oratoria y con intervenciones —ya fueren cortas o largas— poco menos que imposibles de rebatir. Un orador extraordinario que supo moverse con una agilidad increíble entre el medio académico y el discurso partidario de barricada. Un hombre notablemente consustanciado de todo lo que era y rodeaba a Hispanoamérica. Un anfitrión de características salientes, cuando se trataba de recibir a altos políticos extranjeros o simples ciudadanos en aquella su amada "La Azotea". Sus sobremesas eran realmente un espectáculo porque allí intervenían políticos de acá y de América, pintores, sacerdotes, periodistas, historiadores, en fin, una gama cultural que sabía que aquella mesa era testigo de discusiones y exposiciones de alto nivel, según fuera el rubro con que las iniciaba el dueño de casa.
Es que su fidelidad a las cosas nuestras, lo había llevado a establecer determinadas normas como aquella campana que sonaba llamando al almuerzo y los comensales iba entrando al Rancho donde en la cabecera de la larga mesa ya estaba sentado Haedo con su gorra blanca.
Su vocación nacionalista estuvo impregnada de un romanticismo que había captado de los revolucionarios del 70, del 75, del 86, del 96, del 97, del 903 y del 904. Desplegó banderas y agitó multitudes trasmitiendo sus principios y las verdades de Herrera, su numen. Así había encaminado sus pasos juveniles de su Mercedes natal. Y Herrera lo convirtió en uno de sus hombres principales. Fue un ilustre comunicador de la vida y obra de Manuel Oribe.
Fue Ministro de Instrucción Pública dejando honda huella de su paso en la cultura nacional. Senador en varias legislaturas, obtuvo repercusiones salientes por sus intervenciones. En el 54 se separó del Herrerismo y acompañó el Movimiento Popular Nacionalista que encabezaba don Daniel Fernández Crespo. Cuando éste solicitó una corta licencia de su cargo de Consejero en el Consejo Nacional de Gobierno, ingresó Haedo y en apenas ese corto tiempo marcó indeleble sus condiciones de gobernante. Cuando empezaron los movimientos para las elecciones de 1958, el Partido Nacional se unió todo, luego de un cuarto de siglo de votar en dos lemas. El hacerlo ahora bajo el Lema Histórico, hizo perfilar dos corrientes bien definidas. Por un lado el fernandezcrespismo, la Reconstrucción Blanca y la parte del Nacionalismo Independiente que aún no se había incorporado. Por el otro lado Herrera se unió con Benito Nardone, un carismático líder del ruralismo y para marcar presencia, aun contando en filas con el Dr. Martín R. Echegoyen, el Dr. Herrera recibió en la Quinta el regreso de Haedo y éste se convirtió en la principal voz de aquel agrupamiento de fuerzas que a la postre resultaría triunfante y llevaría al propio Haedo al Consejo Nacional de Gobierno, del cual fue su tercer presidente.
No es casualidad que cuatro capitales sudamericanas tengan calles con su nombre. Buenos Aires, Asunción, La Paz y últimamente Montevideo. Es que Haedo, siendo un grande en toda la extensión de la palabra, supo caminar las calles con sencillez, saludando a diestra y siniestra con aquella sonrisa compradora y una simpatía y un humor real y sanamente envidiables.
Todo esto que se ha dicho y quizás muchas otras cosas, como las de sus calidades de escritor y de pintor, son causa directa de esta evocación en la fecha de su cumpleaños.