Haciendo jueguito

En el barrio, hacer “jueguito” es pelotear en forma intrascendente, sin tirar al arco, y menos hacer un gol. Pasarla y pasarla, nadie gana y nadie pierde, es la nada. Mover los pies, pegarle a la pelota, y punto ya está. Es lo que hace el gobierno: “jueguito”. Van cuatro meses y nada.

La anterior semana es la muestra plena de la incertidumbre y la falta de rumbo. Cuatro anuncios e iguales marchas atrás. A un burócrata, seguramente persuadido de que las personas no somos ni hombres ni mujeres, somos lo que nos auto percibimos, decidió que además no nacimos en ningún lugar y por lo tanto los pasaportes no deben tener ese dato filiatorio. Cada uno se auto percibe como quiere, si nació en Jacinto Vera o Caraguatá, da lo mismo, porque puede llegar a ser parisino o mongol, depende de lo que quiera cada día. Obviamente que los países con gobiernos serios no son tan pavos, y nos dijeron que así no va la cosa. Que el “jueguito” no corre.

Al ministro Negro, que se nota que el cargo le queda inmenso, después del clásico pasado que terminó en tragedia con dos policías heridos, uno mutilado y en CTI, se le pregunta que evaluación hace del operativo de seguridad y calificó, suelto de cuerpo y sacándose el lazo con la pezuña, que había sido todo un éxito. Mientras así lo calificaba los cirujanos del Hospital Policial operaban a su subordinado un policía que trabaja en Jefatura y que por la seriedad de su mutilación al recibir una bengala que nunca debió entrar al estadio, desmentía ese insólito decir ministerial. Como la mano viene de autopercepción, el ministro de Interior auto percibió que todo había estado fantástico. El propio Orsi, al igual que con los pasaportes debió salir a corregir a Negro.

En ASSE, donde los nuevos jerarcas entraron con la guadaña desde el minuto cero y anunciaban auditorías y desaguisados, se auto percibieron mal pagos. Y no tuvieron mejor idea que hacer una reestructura muy concreta: subirse los sueldos. La misma semana que se anunciaba una pauta salarial muy cuidada por el bajo crecimiento esperado, los gerentes se pegaron un aumentazo que en algún caso llegó al 60%. Más de 3,5 millones de dólares de aumentos para un puñado de jefes políticos. Con esa plata se podría haber contratado a 130 enfermeros, pero el progresismo nativo cree más en “los malla oro” de la burocracia. ¿Se acuerdan? El “jueguito” de los gerentes de ASSE es como el de Robin Hood, pero al revés, les sacan a los pobres para quedárselo ellos en los bolsillos. El progresismo local es patético. Nuestros legisladores denunciaron el tema, y en conferencia de prensa, de apuro, las autoridades de ASSE dejaron en “suspenso” lo que según ellos no existía. Es decir,pararon lo que no se movía. Muy bizarro.

Pensamos que la semana se terminaba de “jueguitos”, pero el inefable Fratti nos deparó con una medida que duró menos que todas las anteriores, prohibió con un email las exportaciones de ganado en pie. De los refundadores de un frigorífico nacional, estatal, que tanto dio para hablar en campaña, a los refundidores de los productores haciéndolos rehenes de las multinacionales de la industria frigorífica. Tanto cantar “Maldición de Malinche”, que la aplicaron. Les sacan a los productores para que se la lleven los extranjeros. La excusa: los trabajadores de los frigoríficos. ¿No hay otra solución? El elegido de Mujica, de sombrero Panamá, resultó poco. Mucha lágrima cuando asumió, pero en la primera de cambio jugó para los poderosos.

Con este panorama nos invitan a un “dialogo social”. Ese desvío institucional que en una democracia representativa saca del Parlamento, donde está la representación popular, los debates políticos. En el Palacio Legislativo todas las semanas decenas de organizaciones de la sociedad civil pasan por las comisiones, exponen, critican y proponen. Esos “militantes sociales”, tienen sus diputados y senadores. ¿O no votan? Sin embargo, hemos empezado una dinámica que saca el foco del parlamento para llevarla a ámbitos donde los partidos se diluyen y son lo mismo que las corporaciones. El PIT-CNT, las cámaras empresariales, las organizaciones sociales, o profesionales pesan más que los representantes del pueblo. ¿Cómo se mide la representación popular si no es por el voto? ¿Quién tiene el medidor?

El gobierno nos convoca a un revoltijo hecho para que la izquierda resuelva su interna sobre la seguridad social, que nosotros reformamos en el periodo pasado y hace 8 meses el pueblo confirmó en las urnas. Y le dijimos que siempre dialogamos, pero de decorado de un tinglado del FA, legitimando el pisoteo de la voluntad popular, no. El diálogo no es un fin, es un instrumento. Si me invitan a “dialogar” para reírme del voto popular, les digo que no. ¿Cuál es el problema?

El gobierno tiene que asumir que esto no es un “jueguito”. Y nosotros no hacerles el juego. Para eso nos votaron. Así las cosas, todo será mejor.

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