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Hacia una nueva sociedad

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Hacer una evaluación de la actual coyuntura económica social y política del mundo y su proyección de futuro no sería una tarea fácil. No lo sería tampoco reflexionar sobre las profundas transformaciones tecnológicas y de las relaciones políticas internacionales que están ocurriendo hoy en el mundo. Estamos ingresando en una nueva época, signada por el avance de la insolidaridad y de la imprevisibilidad.

En lo que podríamos coincidir, es que dejamos atrás un período de 75 años que se inicia con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el que me atrevería a calificar como el más creativo de la historia de la humanidad. En él se tentó -por primera vez- construir un sistema mundial basado en la solidaridad en las relaciones económicas políticas y sociales.

Este juicio puede aparecer un tanto voluntarista pero no lo es si analizamos serenamente la magnitud de los cambios que operaron en el mundo en ese período en todos los campos.

Con los acuerdos de paz y la creación del sistema de Naciones Unidas y sus principios fundacionales se procuró regular el uso de la fuerza con la creación de un Consejo de Seguridad, se promocionó la descolonización que impulsó la creación de más de 140 países; se abrieron los mercados al comercio y la inversión internacional y la población del mundo que tomó 2.000 años para alcanzar los 2,5 mil millones de habitantes se multiplicó por 3 en 75 años para acercarse a los 8 mil millones de habitantes.

Ese período conocido como la Pax Americana vio también el surgimiento de nuevas potencias económicas, políticas y militares como la Unión Europea, China, India.

Por supuesto que no se pueden ignorar las guerras, los conflictos sociales y las violaciones de derechos fundamentales de las personas en varios lugares del mundo. Pero la amenaza del uso de la fuerza atómica se evitó y por el contrario se impulsaron en forma espectacular las relaciones económicas, la inversión y el desarrollo tecnológico.

Pero si bien esas conquistas han llegado a una proporción importante de la humanidad, grandes mayorías no han logrado avanzar en su nivel de desarrollo. Recurrentes crisis han generado retrocesos en muchos de los principios que creíamos incorporados a nuestras formas de vida. La violencia sigue presente en el mundo. Los acontecimientos dramáticos que se están desarrollando en Ucrania, en Israel y Gaza, conflictos con raíces históricas que generan graves involuciones en nuestras aspiraciones de paz. Enfrentamientos que pueden generar grandes peligros para la paz mundial.

Se abre la puerta a una etapa difícil para recuperar un crecimiento con justicia social. Pero, sobre todo, con paz para convivir en un mundo que sigue reflotando estos viejos conflictos que el tiempo y el diálogo no han podido superar o revertir.

Estamos entrando en un peligroso período de inseguridad e inestabilidad económica, social y política. Algunos la llaman la “década de la incertidumbre” o la “época de la inseguridad”.

Por razones que nunca podemos anticipar, hay períodos de la historia de la humanidad con liderazgos políticos inspirados que son capaces de revertir la confusión o el enfrentamiento.

No parece ser el caso de los años que estamos viviendo. Pero sería inadmisible para la sociedad no procurar fortalecer el diálogo para tratar de administrar las diferencias. Creo que las crisis que se están acelerando van a llevar tiempo y requieren de compromisos políticos a la altura de los desafíos para encontrar nuevos equilibrios en términos políticos y económicos.

El mundo actual, con sus 193 naciones independientes, ha sido organizado por la Pax Americana, con valores políticos y sociales fundamentalmente occidentales que sirvieron de base para una organización política y económica que ha alcanzado los grandes logros que todos conocemos y también sus limitaciones.

La coyuntura actual que sigue a la Pax Americana es algo más que una crisis coyuntural o del ciclo económico. Las nuevas estructuras del poder político, tecnológico y económico del mundo actual no están enfrentando una crisis del ciclo económico, sino una crisis civilizatoria que exige un nuevo diálogo internacional.

La actual organización de las relaciones internacionales responde a visiones fundamentalmente occidentales. Frente a los grandes cambios de estructura del poder político y económico del mundo se requiere un diálogo internacional renovado como lo reclama el secretario general de las Naciones Unidas.

Un diálogo que además de renovar la convivencia para sostener la paz universal y el acceso al desarrollo económico y social, salga al encuentro de las profundas desigualdades existentes. Deberá igualmente reglamentar el papel de las nuevas tecnologías de la información que amenazan con poderes alternativos al político amenazando desde nuevas fronteras la convivencia de la sociedad mundial. El caso de la inteligencia artificial es un buen ejemplo de la necesidad de abordar colectivamente el papel que puede y debe jugar en la sociedad.

Esta nueva etapa no estará exenta de confrontaciones. Pero también de posibles acuerdos basados en el respeto de los valores de todas las sociedades y el compromiso de asegurar a los ciudadanos del mundo, su derecho a desarrollarse, así como su obligación de comprometerse con la paz, la cooperación y la preservación del planeta Tierra.

Como ha dicho el secretario general de las Naciones Unidas con su reconocida autoridad:

“Es tiempo de llegar a un compromiso mundial:

“La política es el compromiso” “La diplomacia es el compromiso”

“El liderazgo eficaz es un compromiso”. “Los dirigentes del mundo tienen el deber de llegar a un compromiso para la construcción de un futuro común de paz y de prosperidad en el interés común”.

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