¿Estado presente?

Creo que fue en una reunión de presidentes del Mercosur, hace unos dos o tres años, cuando el presidente Lacalle Pou largó la expresión “Estado presente”. Sin duda quería marcar una posición más práctica y más empática frente al discurso ayatolesco de colega, Javier Milei. Pero, una cosa es lo que el orador quiso decir y otra cosa es la vida propia que cobran ciertas expresiones después que los largó su autor.

Inevitablemente, no todos los interlocutores buscan utilizarlas con el mismo sentido y finalidad. En suma, se prestó para mucha cosa (como ocurrió con el Dr. Sanguinetti que la usó, pícaramente, para darle a Lacalle la bienvenida al batllismo).

O sea, es muy importante acotar la cosa.

Porque, si miramos nuestra realidad, el Estado está “presente” que se las pela.

Pensemos. Está “presente” en la educación (como regulador y también como operador); en la salud (otro tanto), en el mercado de trabajo (idem), la identidad personal, la construcción, el transporte, la venta de vehículos, la actividad financiera, el comercio exterior, los puertos, el combustible, la energía, el consumo de agua y el de alimentos, la propiedad (inmueble e intelectual, por lo menos), el turismo, el riego, el manejo de suelos, las pasividades, la urbanización y varias cosas más. Todo ello sin contar las áreas más tradicionales como defensa, seguridad y justicia.

O sea, el Estado en nuestro país es una “presencia” super activa e invasiva (ocurre te guste o no te guste), que abarca el grueso de nuestras actividades y determina o, al menos, condiciona, buena parte de nuestras opciones de vida.

Pavadita de “presencia”.

En estos días, el país vive un fenómeno típico, recurrente e inescapable, llamado Ley de Presupuesto. Un fenómeno que ocupa durante meses la atención de buena parte de la sociedad: sistema político, empresarios, sindicatos, otros grupos de presión, ….etc. No tanto la gente, que lo ve como algo lejano. Pero todo aquél -y son miles- que busca un palo donde rascarse, anda revoloteando en la vuelta del Presupuesto.

La elaboración del Presupuesto Nacional es un ejemplo de lo que significa nuestro “Estado Presente”.

En teoría, se supone que el Presupuesto es, a la vez, una radiografía de las centenas de realidades que componen el “Estado Presente”, y un explicativo de las metas que ese “Estado Presente” va a perseguir en los próximos cinco años, con la cuantificación de los recursos involucrados (recursos económicos y también humanos).

Todo ese planteo, combinación de descripción de realidades y propuestas de futuro, se supone (también), que es sometido al análisis de la sociedad a través de sus representantes, cuya responsabilidad es fiscalizar la información, evaluar los objetivos y controlar los gastos.

Eso dice el folleto, (que, en este caso se llama Constitución de la República). La realidad es algo totalmente distinta.

El “Estado Presente” es tan enorme, tan variado, tan poblado de intereses y tan disperso en sus metas y objetivos, que el Presupuesto no lo entiende ni Magoya.

Un gigantesco cajón de sastre que sólo conocen bien los operadores del propio “Estado Presente”. Estos son quienes manejan el vocabulario y la sopa de disposiciones que nacen como hongos y son disfrazadas en fórmulas Kafkianas: “Sustitúyase el Literal D del inc. 2do. del artículo 17 de la Ley ……., en la redacción dada por el artículo ….” ¿Querés saber dónde está el cangrejo? ¡Suerte en pila!

La resultante es un “Estado Presente”, cada vez más “presente”, pero cada vez menos útil en su presencia.

Estamos en plena “temporada presupuestal”. Es muy tarde para intentar un cambio. Pero por lo menos ubiquémonos: lo que tenemos no es propiamente un “Estado Presente”. Como tampoco tenemos un Presupuesto Nacional.

La realidad es que presenciaremos la ciencia ficción del trámite presupuestal que reiterará, sin sorpresas, la continuación (in crescendo), de derechos, (generalmente presuntos), de intereses, y de presiones que sostienen y alimentan a un gigantesco Moloch, al que nunca saciarán las partidas presupuestales.

¿”Presente”? Dale. Pero correte un poco. Dejá vivir.

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