El erizo y el zorro

Ruben Loza Aguerrebere

Hay un fragmento del poeta griego Arquíloco que se ha hecho especialmente célebre, que dice: "El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa". Partiendo de este aforismo, que es bastante hermético, el filósofo Sir Isaiah Berlin (uno de los pensadores más influyentes de nuestra época, fallecido a los 88 años hace once años, liberal de cuño inglés y representante de la llamada "escuela de Oxford") propuso la existencia de dos formas de ver el mundo: la del erizo y la del zorro. Este ensayo de Isaiah Berlin se hizo famoso porque, en el fondo, habla de la libertad del hombre.

¿De qué se trata? La visión del "erizo", dice, es sistemática, lógica, racional y aglutinante. Por el otro lado, a la visión del "zorro" la define como: arbitraria, genial, inductiva y experimental.

Todo empezó como estudio del tema central de su análisis a propósito de Tolstoi, procurando demostrar cómo el autor de "La guerra y la paz" vivió toda su vida creyendo en sus abstracciones, que eran propias de los "erizos", cuando en verdad, él pertenecía a la categoría del "zorro". Asimismo, este ensayo de Berlin es un texto muy conocido entre los lectores del maestro letón, que es una figura de culto para los liberales.

Mientras escribo estas líneas mi memoria se aleja unos años (no demasiados) y recuerdo unas jornadas liberales en Valencia, donde Mario Vargas Llosa nos diera una espléndida lección sobre su admirado Isaiah Berlin. Vargas Llosa dijo que el desconocimiento de Isaiah Berlin en América Latina es una de las razones por las cuales nuestra sociedad es tan poco liberal.

Pues bien, por estos días he releído el ensayo del maestro letón sobre Tolstoi en una reedición de su libro "Pensadores rusos" (FCU/Gussi), donde a través de animados retratos, demuestra de qué manera varios de los pensadores de la "intelligentsia" rusa se debatieron entre la desconfianza que les producían los absolutos y el anhelo por encontrar algunas verdades únicas que pudieran resolver los problemas morales.

En este sentido, Isaiah Berlin señala que la conducta moral supone la difícil alternativa de elegir entre valores incompatibles, aunque igualmente deseables, sin la ayuda de un criterio universal. Y esta incertidumbre es el precio que debe pagar el hombre por reconocer la naturaleza verdadera de su libertad. Porque sólo un pluralismo firme y coherente (como dice Hardy) puede proteger la libertad humana contra las depredaciones de los sistematizadores.

Un pluralismo que Isaiah Berlin encuentra, volviendo así al libro mencionado, en Alexander Herzen, un pensador cuya originalidad ha sido pasada por alto. Al decir del maestro de Oxford, fue uno de los "predicadores moralistas rusos" que escribieron con mayor profundidad sobre la libertad. Herzen comprendió, al igual que lo hiciera John Stuart Mill, que la "sociedad de masas" no solamente no es el mejor de los mundos posibles, sino que, por el contrario, resulta "una conglomerada mediocridad", para usar palabras del citado Stuart Mill.

¿Por qué? Porque no hay soluciones generales para los problemas específicos o individuales. Sólo hay recursos temporales, que deben basarse en la convicción de que cada momento histórico es único y responde a demandas concretas de pueblos y de individuos.

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