CAMBIO DE MANDO
ANTONIO MERCADER *
Es el único tema en donde el Frente Amplio reconoció públicamente que había fracasado. Es además, por primera vez desde que hay encuestas de opinión en Uruguay, el asunto que más preocupa a los ciudadanos, por encima de los tradicionales desvelos por la economía y el empleo. Se trata de la seguridad pública, la gran asignatura pendiente de la izquierda que, según palabras de José Mujica, será encarada y aprobada con buena nota por su gobierno.
Las declaraciones del nuevo -aunque no definitivo- ministro del Interior, Eduardo Bonomi, permiten albergar algunas ilusiones al respecto puesto que luce decidido a enfrentar a la delincuencia con todos los recursos materiales y los instrumentos legales de que dispone el Estado. Una actitud enteramente distinta a la que ostentó cinco años atrás José Díaz, aquel ministro más inquieto por la suerte de los delincuentes que por la tranquilidad de la gente, y que consagró la errada política de abrir las puertas de las cárceles.
Durante la campaña electoral que lo condujo a la presidencia, el propio Mujica señaló su descontento por la situación de la seguridad pública. En una de sus salidas a la opinión pública llegó a proclamar, incluso, la necesidad de aplicar mano dura para reprimir a los drogadictos. Es que la pasta base es un tormento creciente para la sociedad uruguaya, un flagelo difícil de contener y la causa inmediata de buena parte de los delitos que se cometen. Los sucesos de estos días en el barrio Marconi prueban la propensión a la violencia de los narcotraficantes que medran con la expansión de este grave vicio social.
Una mejora en los sueldos de los policías es indispensable para darles más tranquilidad económica y exonerarlos de la búsqueda incesante de otros ingresos por la vía del 222. Del mismo modo, hay que suministrarles una mejor formación y dotarlos de mayores recursos materiales para librar con éxito su lucha.
Todo ello sin descuidar la prevención del delito, un aspecto sobre el que debe trabajar no sólo el ministerio del Interior sino otras reparticiones del Estado que tienen asignadas tareas en el área social. Sin un esfuerzo colectivo para combatir la pobreza y la exclusión, sin políticas educativas que alcancen a aquellos que hoy desertan de la enseñanza, sin medidas concretas que se anticipen a la explosión delictiva y logren sofocarla a tiempo, no se logrará la seguridad que se reclama.
Ardua labor aguarda al nuevo ministro y a quienes lo acompañen. Dura y políticamente desafiante para una izquierda gobernante que, en este punto, no ha podido todavía ponerle el cascabel al gato.