Des-conexión con la realidad

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El tema de siete mil inversores afectados por el escándalo de algunos fondos ganaderos desnuda la realidad sobre la que UN SOLO URUGUAY viene advirtiendo hace años: El costo país, debido al sobredimensionamiento del Estado y al exceso de regulaciones existentes ahoga la economía y hace imposible cualquier tipo de desarrollo genuino.

También desnuda la realidad del fracaso de costosos sistemas de trazabilidad de ganado, o de mecanismos de prevención de lavado de activos y dinero, que en la práctica solo le complican y encarecen la operativa a los más chicos que “sudan”, mientras el sistema no ve pasar grandes elefantes que se escapan alegremente sin control alguno.

En el Uruguay en que vivimos hoy, rentabilidades atractivas, o incluso muy buenas, solo se dan en actividades vinculadas de alguna u otra forma a: regímenes especiales (distintos al esquema tributario general que soportan la gran mayoría de los trabajadores y empresas del Uruguay), monopolios u oligopolios, narcotráfico u otras actividades de índole delictiva o especu- lativa.

A raíz de los escándalos recientes de pública notoriedad con algunos fondos ganaderos, al menos parece que ahora varios actores de distintas tiendas empiezan a sincerarse y reconocer públicamente que la rentabilidad real en un sector “estrella” y tradicional del país, en el que se cuenta con una cantidad de ventajas comparativas y competitivas, solo llega a estar en el entorno del 3%. Imaginemos entonces las rentabilidades reales existentes en otros sectores de la economía no tan descollantes.

Pero debemos tener en claro que no se trata de un problema que solo sufre el sector productivo primario, sino la mayoría de las actividades económicas del país.

El costo país y los sistemas de incentivos (premios y castigos) hacen que cualquier otra actividad económica, en todas las combinaciones posibles de capital y trabajo, no sea rentable ni ofrezca posibilidades para desarrollarse en forma sustentable, salvo los casos excepcionales que mencionamos más arriba.

Ello incluye tanto a la producción agropecuaria, como a la pesca, la industria, el comercio y los servicios, así como también a los trabajadores que invierten su tiempo, esfuerzo, habilidades y capacidades, que es el capital con el que cuentan para ganarse la vida.

Visto el panorama anterior, a cualquiera lo puede asaltar la lógica pregunta de cómo puede ser entonces que en un país de base agropecuaria pueda haber 7 mil damnificados, que se hayan “tragado la pastilla” invirtiendo sus ahorros en negocios ganaderos.

¿Será solo porque en el país está faltando una verdadera conciencia agropecuaria y productiva? Quizás también puede haber influido que, en el imaginario popular y alimentado hasta por el propio sistema político en general, la actividad de producción ganadera es percibida casi como de personajes millonarios, estancieros de grandes extensiones, con rentabilidades impresionantes, en un negocio que mágicamente chorrea ganancias inconmensurables en forma automática y sin esfuerzo alguno, pese a que se viven quejando y mandando la parte.

En resumen, los llorones de siempre de las 4x4.

Por ello, mucha gente (e independientemente de su nivel de formación), creyó que tener la oportunidad de beneficiarse de alguna forma de ese negocio tan lucrativo en el imaginario popular, invirtiendo parte o incluso todos sus ahorros, sería una buena opción. Era casi como “jugar y cobrar”.

Muchos pueden incluso haber considerado que en la mayoría de los países del mundo, el funcionamiento normal de la economía nos muestra que es posible desarrollar modelos de integración vertical en la cadena productiva, en los que efectivamente se puede llegar a generar valor agregado.

Lamentablemente, pensar que eso podía funcionar en nuestro país, en cierta forma también implica cierto desconocimiento de nuestra triste realidad.

El “Frankestein” de sistema económico que hemos montado determina que cuando uno realiza actividades adicionales que deberían generar valor agregado, en realidad lo que normalmente sucede en todos los sectores es que, paradójicamente, se destruye valor, márgenes de ganancia y rentabilidad.

El régimen perverso de incentivos que hemos puesto a funcionar opera a la inversa que en cualquier economía sana, alentando la “primarización” de las actividades y destruyendo riqueza en vez de generándola.

Pero es mucho más preocupante que en esta redada incluso hayan “caído” prestigiosos e iluminados actores que le explican al pueblo y a los legos cómo deberían ser las cosas y que hasta dirigen o inciden en el destino del país en su conjunto.

Por eso decimos que este tema desnuda la desCONEXIÓN con la realidad que existe en nuestra sociedad y muestra en forma descarnada la verdadera situación de la economía real. Realidad que incluso sufren mucho más todos aquellos uruguayos de a pie, que viven el día a día y que ni siquiera tienen capacidad de ahorro como para poder realizar inversiones.

El escándalo generado por algunos fondos ganaderos brinda la oportunidad de dejar de vivir en una burbuja, creyendo en espejitos de colores y en tantos cuentos del discurso oficial dominante.

También brinda la oportunidad de empezar a escuchar las voces críticas y de preocupación de gente de trabajo y actores de la economía real, como lo son las de un movimiento social como es UN SOLO URUGUAY, que el sistema en general se ha esforzado en que pasen desapercibidas.

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