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De amigos y de correctos

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danilo arbilla
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Astesiano, el guarda-espaldas, desplazó al pasaporte de Marset; el senador Carrera permanece como escondido; lo de Hagobian es menor y las ollas populares surge fuerte: en realidad, es muy serio. Son más o menos los temas que entretienen el día a día.

Hay cosas más tranquilizadoras. En Diputados se avanzó en materia de libertades: se aprobó el proyecto de eutanasia. Los uruguayos vamos camino a ser dueños de nuestras vidas. Por su lado el presidente no afloja con el tema de las jubilaciones ni con la enseñanza. Esos son los temas importantes; electoralmente no son redituables y le abren las puertas a los demagogos, a los que juegan sucio, pero tienen mucho que ver con el futuro del país. Esto es, con el buen futuro: si no se encaran en serio, la suerte del Uruguay para la próxima década, e incluso esta, está muy comprometida. Entonces sí que habrá muchos más pobres y en especial cero clase media. Y menos educados.

Esa actitud habla bien del presidente, pero hay cosas más chicas que también importan y que dañan mucho y de las cuales debe cuidarse. Se ha dicho siempre que en Uruguay no hay coimas y que en todo caso determinadas “excepciones” se hacen por “amiguismo”. Hay que cuidarse de esto y en especial hay que desterrar la regla que ampara a “los amigos tuertos”. Más cuando se eligen colaboradores.

Y nos vamos a Brasil: estamos interesadísimos en quién va a ganar, si Bolsonaro o Lula, y de lo que puede pasar aquí. Tranquilos, no va a pasar nada gane quien gane. ¿Qué cambió cuando ganó Lula? Nada. ¿Cambió algo porque fuera un gobiernos de izquierda correligionario? No. Fíjate en el conflicto con Kirchner: el exobrero, muy en su estilo, se lavó las manos. Acá el único beneficio podría haber sido que se haya arrimado alguna “ inversión” de la gente de Odebrecht. Pero eso solo se sospecha y no se investiga mucho. En qué nos ha ayudado la presencia de Bolsonaro en Brasil con sus mayores parecidos a Lacalle Pou, por lo menos en sus respectivas visiones comerciales y económicas. Tampoco en nada.

Los brasileños rascan para adentro. Les importa un bledo el resto; sean chicos o grandes, estén alejados o sean vecinos contiguos, sean de derecha o de izquierda. Son abusadores. Es como dice Bolsonaro, en eso mucho más sincero que Lula: primero Dios y después, por debajito nomás, Brasil.

Se dice que es muy posible que gane Bolsonaro: ya las primeras encuestas lo ubican 8 o 10 puntos por debajo de Lula.

El que le dio su apoyo a Lula fue el expresidente Fernando Henrique Cardoso. ¿Serán los años? O quizás para no salirse de lo políticamente correcto; da más alternativas y posibilidades de figurar en la agenda. “Por su historia de lucha por la democracia”, explicó Cardoso.

¿Quién, Lula?. Lo primero que hizo fue comprar a los legisladores de la oposición y con dineros públicos: el “mensalão”. Democráticamente hablando, ¿habrá pecado mayor?. Lo hizo Dirceu su amigo y mano derecha con despacho pegado en Planalto. Lula se lavó las manos, como también lo hizo con respecto al tríplex en que vivía gratis y no sabía de quién era y las “andanzas” de Odebrecht, de la cual era una especie de embajador.

Bolsonaro es una autoritario, militaristas y fanático religioso y un enemigo de la libertad de prensa (al igual que Lula que promete regularla), y con eso basta. Pero de ahí a decir que Lula ha luchado por la democracia. ¿Por el poder, en todo caso?

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