Que el tránsito en Montevideo es caótico no es una novedad. Que en los 33 años que lleva gobernando la ciudad el Frente Amplio no ha hecho ninguna obra relevante es una realidad. Perdón, me olvidaba del Corredor Garzón donde se rifaron US$ 40 millones y ahí quedó como monumento a la ineficiencia y al despilfarro. Se construyó en el gobierno de Ana Olivera, (2015-2020) la primera mujer intendente de la capital y que tan mal parado dejó al género femenino y cuya administración es recordada como la peor de la historia de Montevideo. Luego vino Daniel Martínez, que construía obras extraordinarias en su mente o proyectaba cambiar el combustible de los ómnibus de la ciudad por el gas de la Regasificadora de Punta Yeguas. La mayor obra de Martínez fue instalar en el Palacio Municipal una oficina en la que trabajaban un centenar de personas para su campaña a las presidenciales de 2020. La ciudadanía y la Providencia nos salvaron de que fuera electo presidente de la República y que Graciela Villar se convirtiera en la primera presidenta del Senado sin tener liceo completo.
En el 2020, la ciudadanía montevideana eligió a la ingeniera Carolina Cosse, dicho sea de paso se ve por estos días más serena y con el rostro rejuvenecido. ¿Habrá pasado por algún quirófano? Cosse se ha empeñado en construir una ciclovía en 18 de Julio. Con mucha suerte la usarán unas cien personas diariamente y varias decenas de miles sufrirán las consecuencias de un tránsito obstruido por el angostamiento de una avenida que nunca fue demasiado ancha. La obra tendrá un costo de $ 40 millones.
Estos días, Cosse, habló con la prensa de un “cambio cultural”. Para que “andemos con más cuidado. Es un cambio que nos beneficia a todos”. Según ella, “después que (la ciclovía) esté pronta se va a ver que el tráfico tiene lugar.”
A mí me parece muy bien que la precandidata a la Presidencia de la República por el Frente Amplio, pretenda llevar adelante un cambio cultural en la ciudad. Lo estamos esperando desde 1990, cuando Tabaré Vázquez se convirtió en el primer intendente de izquierda en la historia de la ciudad. Pero ese cambio debería abarcar otras áreas primero, antes que complicarle la vida a los vecinos y a los automovilistas que se trasladen por el Centro.
Entiendo que un cambio cultural clave sería que la Intendencia estuviera al servicio de los ciudadanos de Montevideo y no los ciudadanos al servicio de ella. Qué cumpliera eficientemente con sus obligaciones primarias, limpieza, iluminación… Qué el resultado de su voracidad fiscal se destinara a obras y no a mantener su burocracia infame. Que el dinero de los montevideanos no sirviera para financiar campañas electorales de los inquilinos de turno del Palacio Municipal. Que hubiera transparencia en todas y cada una de sus acciones. ¿Alguien sabe qué fue de aquel inspector de tránsito que prepoteó primero y atropelló después a un automovilista en la Rambla de Malvín? ¿Sigue trabajando en la Intendencia ese bravucón de quien se dijo era medio hermano de Raúl Sendic?
Cosse, bienvenidos sean los cambios culturales. Pero qué le parece si empezamos primero por casa. Es sabido que se educa con la palabra, pero mucho más con el ejemplo.