1904: Guerra Civil

El pasado 29 de agosto, en vísperas de la conmemoración del centenario de la batalla de Masoller y de la muerte de Aparicio Saravia, el Partido Colorado —o alguien invocándolo— publicó en El País un gran aviso con la imagen de Batlle y Ordóñez, en el que se leyó: "En Masoller, el ejército del gobierno constitucional presidido por José Batlle y Ordóñez derrotó definitivamente la revolución acaudillada por Aparicio Saravia. Batlle fue a la guerra a pesar suyo, después de haber hecho todo lo que estuvo a su alcance para evitarla".

Afirmamos que en 1904 no hubo una revolución, o sea un alzamiento armado contra el gobierno legal, sino una guerra civil. Esto es, un conflicto bélico querido y buscado por ambos bandos. Y sobre todo, por el Presidente de la República.

El incidente fronterizo del 1º de noviembre de 1903, en Rivera, determinó el lógico traslado de dos regimientos de caballería, en apoyo del Jefe Político blanco, Carmelo Cabrera. Solucionado rápidamente el diferendo, los regimientos quedaron innecesariamente acampados en Tranqueras. Ello, a juicio del nacionalismo, violaba el Pacto de Nico Pérez —22.03.1903—, lo que era opinable. En todo caso, Batlle pudo eliminar rápidamente ese elemento de rispidez pero optó por mantenerlo, irritando y alarmando a los blancos. Su Directorio, respaldado por Saravia, exigió el retiro. El Presidente respondió trazando planes militares y movilizando sus tropas, cuyos desplazamientos sorprendieron al caudillo y sus jefes el 31 de diciembre de 1903 y el 1º de enero de 1904. Se sucedieron, entonces, febriles gestiones pacifistas, cuyos principales protagonistas fueron Gonzalo Ramírez, Aureliano Rodríguez Larreta y Martín C. Martínez, Ministro de Hacienda de Batlle.

Saravia, que había ordenado a sus jefes mantenerse alerta, pero sin movilizarse, permaneció expectante en Melo. Y llegó a aceptar la propuesta de paz trasmitida por el Dr. Martínez a Don Aureliano y por éste a Aparicio, consistente en la celebración de un acuerdo electoral por todo el gobierno de Batlle. Pero éste, cuando la respuesta afirmativa le fue trasmitida por su gran ministro el 8 de enero, retiró su propuesta y replicó con su famoso "Ya es tarde", desencadenando así la guerra civil, por la que sin duda optó.

Alfredo Vásquez Acevedo, protagonista ilustre de los sucesos de 1903, escribió en sus Memorias, respecto al Pacto de Nico Pérez: "El Presidente comprendió el peligro. La revolución se presentaba imponente y él no estaba preparado para defenderse (en marzo de 1903). Optó por engañarnos. Yo fui uno de los engañados. Creí que Batlle había buscado con sinceridad evitar una nueva guerra, y le mandé por primera y única vez una tarjeta de aplauso. Después se hizo evidente que había celebrado el arreglo porque no se consideraba preparado para la lucha. Por eso, en seguida, consagró todas sus fuerzas a preparar elementos bélicos, y cuando se creyó fuerte buscó la lucha".

Batlle pudo evitar la guerra civil, en 1904. Por el contrario, optó por precipitarla. Sostenía, el aviso colorado, que "debió salvaguardar la unidad del Estado" y "la vigencia plena de su orden jurídico". Así logró hacerlo, es exacto, mediante la guerra civil.

Otra cosa es si debió hacerlo. La situación a la que puso fin la bala que mató a Saravia en Masoller, consagrada en el Pacto de La Cruz tras la revolución de 1897, se debía a la perpetuación de una situación que era ilegítima desde 1865, por la sucesión de gobiernos formalmente legales —salvo los de Pedro Varela y Latorre—, pero que eran el fruto permanente del fraude electoral y del aberrante sistema mayoritario, que privaba de toda representación a las supuestas minorías.

Contra esas lacras se alzó Saravia en 1897. Tal es la verdad histórica.

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