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Cop26: Líderes, cambien el rumbo

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Bjorn Longborg
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El resultado de la Cumbre del Clima de la ONU en Glasgow (COP26) ha sido criticado por los comentaristas como poco ambicioso, y algunos lo califican de “fracaso monumental”. Incluso el anfitrión, Boris Johnson, admitió que el acuerdo estaba "teñido de decepción". No es de extrañar.

Desde que se iniciaron las negociaciones sobre el clima hace casi 3 décadas, las grandes promesas fueron seguidas de espectaculares decepciones y aumento de emisiones. En una revisión sorprendentemente honesta de las políticas climáticas de la última década, el Programa de la ONU para Medio Ambiente descubrió que desde 2005, las emisiones globales no se diferencian de las probables a si no hacemos nada contra el cambio climático.

Es fácil y popular para los políticos prometer grandes recortes de emisiones para 2050. Es mucho menos popular cuando llega el momento de pedir a los votantes que paguen por estas políticas climáticas draconianas. Cuando el presidente francés Emmanuel Macron promulgó un diminuto impuesto sobre la gasolina, se encontró con años de protestas de los chalecos amarillos. Este año, los votantes suizos dijeron no a un nuevo impuesto sobre el carbono.

En Glasgow, el presidente estadounidense Joe Biden reafirmó su objetivo de que EE.UU. llegue a cero emisiones netas en 2050. Un nuevo estudio publicado en la prestigiosa revista Nature muestra que reducir las emisiones en un 95% para 2050, casi la promesa de Biden de llegar a cero, costaría el 11,9% del PIB o más de 11.000 dólares actuales para cada ciudadano estadounidense, por año.

Estos costos son muy superiores a lo que la mayoría de la gente está dispuesta a gastar. Lo más importante es que la mayoría de las emisiones del siglo XXI provendrán de Asia, África y América Latina. Para ellos, el enfoque actual de pagar enormes cantidades a cambio de lograr reducciones insignificantes de la temperatura en 100 años, resulta muy poco atractivo. Es lógico que se preocupen más por salir ellos mismos de la pobreza, con un fuerte crecimiento económico.

Los líderes deberían centrarse en la innovación para abaratar la energía verde.

Pocos días antes de Glasgow, 24 economías emergentes, entre ellas China e India, afirmaron que la exigencia de que alcanzaran el nivel cero de emisiones para 2050 era injusta. El presidente de Uganda lo expresó de forma aún más contundente: "Los africanos tienen derecho a utilizar energía fiable y barata". No es de extrañar que se opusieran a la redacción del acuerdo final exigiendo la eliminación progresiva del carbón. Está claro que necesitamos una forma más inteligente de avanzar, de lo contrario las próximas 26 conferencias serán igual de intrascendentes. Los líderes deberían centrarse en la innovación para abaratar la energía verde. Aunque los políticos suelen afirmar que la energía verde ya es más barata, las pruebas lo desmienten: si fuera más barata, no necesitaríamos años de regateo para que cientos de países prometieran a regañadientes ser más ecológicos.

En Glasgow, los líderes perdieron la oportunidad de cambiar de marcha y aumentar drásticamente la financiación de la innovación verde. Tendrán otra oportunidad en la COP27 de El Cairo (Egipto) el año que viene. Si podemos innovar en el precio de la energía verde por debajo de los combustibles fósiles, todo el mundo la elegirá.

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