Miguel Brechner
En los últimos días el gobierno ha celebrado los diez años de ejecución de uno de sus proyectos más emblemáticos: el Plan Ceibal. Las distintas actividades realizadas han destacado diferentes aspectos, pero en general han soslayado un punto que debería formar parte de todo análisis serio de la cuestión: lo que el Plan Ceibal le ha costado al país, y lo que ese costo significa en términos de política educativa. En los últimos días el gobierno ha celebrado los diez años de ejecución de uno de sus proyectos más emblemáticos: el Plan Ceibal. Las distintas actividades realizadas han destacado diferentes aspectos, pero en general han soslayado un punto que debería formar parte de todo análisis serio de la cuestión: lo que el Plan Ceibal le ha costado al país, y lo que ese costo significa en términos de política educativa. El Plan Ceibal empezó a ejecutarse en 2007, con un modesto presupuesto de dos millones y medio de dólares (algo más de dos millones de inversiones y algo menos de medio millón en gastos de funcionamiento). Al año siguiente se dio un salto inmenso: en el correr de 2008, el Plan Ceibal generó costos por más de 80 millones de dólares. Entre 2009 y 2014, el costo anual osciló en torno a los 50 millones (a veces un poco más, a veces un poco menos). Y de 2015 en adelante ha oscilado en torno a los 60 millones de dólares por año.
El director del Plan Ceibal, ingeniero Miguel Brechner, concedió hace pocos días una larga entrevista a El Observador TV. Allí deslizó una frase que, a su juicio, explica buena parte de las dificultades que vive nuestra enseñanza: “vivimos en una sociedad abocada a pegarle a los docentes”. El director del Plan Ceibal, ingeniero Miguel Brechner, concedió hace pocos días una larga entrevista a El Observador TV. Allí deslizó una frase que, a su juicio, explica buena parte de las dificultades que vive nuestra enseñanza: “vivimos en una sociedad abocada a pegarle a los docentes”. La frase de Brechner es difícil de compartir, no porque sea falsa sino porque se queda corta. Lo que señala no es una verdadera causa, sino apenas un síntoma.