Dijo Vázquez que por primera vez se rompió el “pacto de silencio entre militares”.
Tener que enfrentarse una vez cada tanto a un "nuevo documento en blanco" en Word para escribir sobre temas de nuestra actualidad puede resultar una experiencia frustrante. Hay males mayores, lo sé, pero igual es un embole encarar esta realidad tan uruguayamente gris.
Hay naciones que suelen quedarse cortas en el reconocimiento de su historia y de los hombres que la hicieron.
La verdad histórica ha interesado muy poco en el relato oficialista y de algunos historiadores funcionales en los últimos años. El papel de los tupamaros y de la izquierda antes y después de la dictadura, se ha transformado en una acumulación de mentiras.
El modelo FA está acabado. Tal vez el lector crea que la afirmación es una manifestación de deseo, más que una realidad, una bravucona- da. Nada más alejado de la realidad.
Hay un solo pacto, hasta el momento, que el Frente Amplio cumplió a rajatabla: el Pacto del Club Naval. Hizo todo lo pactado: se sentó a la mesa, acordó los términos, silenció a los díscolos de su partido, abrió la celda para que entrara Wilson y fue a elecciones con él en un cuartel. Nadie le podrá reclamar que no honró, si vale el término, el acuerdo.
La utilización de Wilson Ferreira por parte de la campaña de Javier Miranda a la presidencia del Frente Amplio trajo al primer plano el tema del vínculo entre el líder nacionalista y la coalición de izquierda.
Esta semana el presidente de la República y el ministro Astori repitieron, como una letanía, una frase dirigida a la interna del Frente Amplio: los pactos están para cumplirse. Y amplían el concepto diciendo, para que los más díscolos se enfilen, que esa ha sido la norma en la coalición. Todo a cuento de que el acuerdo logrado entre los sectores frentistas para votar el ajuste fiscal y la rendición de cuentas no logra el consenso en esa bancada y algunos legisladores de izquierda quieren hacerle cambios.