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El sistema bancario resistente a situaciones muy tensas

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Banco Central: compró en diciembre US$ 35,1 millones. Foto: archivo El País

TEMA DE ANÁLISIS

“Más allá de las ganancias, el contexto de escaso dinamismo en el que se tendrá que desempeñar el sector, merece un análisis”.

La economía uruguaya está pasando por un período de incertidumbre y de acumulación de pequeños problemas que la vienen debilitando en forma casi continua desde 2013. Más recientemente, el nivel de actividad lleva tres trimestres seguidos de estancamiento y desde la región tampoco llegan noticias auspiciosas de que se pueda recuperar el dinamismo. En este contexto vale la pena mirar en qué lugares del sistema económico hay debilidades que puedan propiciar situaciones complicadas. El primer punto crítico en el que se piensa en este tipo de situaciones es en el sector financiero.

La pregunta es cuán sólido está el sistema financiero y qué capacidad tiene para enfrentar situaciones extremas. Las empresas financieras no son ajenas a la realidad de la actividad económica. Esto es que si se corrigen las cifras del crédito de factores puntuales que las altera, permiten constatar un escaso dinamismo. Una situación a tono con la evolución que se observa de la economía en general.

Fue divulgado recientemente el Reporte del Sistema Financiero correspondiente al año 2018. Se presenta allí una descripción de las principales variables del sistema, que abarca no sólo a los bancos, sino también a los seguros, las AFAP, las empresas de crédito y otros actores menores.

En lo que refiere al sistema bancario, el informe señala que, en el último año, es decir 2018, el resultado global del ejercicio medido en pesos fue positivo y duplicó al del ejercicio anterior. Los indicadores de rentabilidad mejoraron entre uno y otro ejercicio situándose el ratio entre el resultado y los activos (ROA) en el 2.1% y el resultado en relación al patrimonio (ROE) en el 18,9%. La solidez de un sistema comienza por la rentabilidad y este es un buen dato.

La mejora se explicó fundamentalmente por la suba de la tasa de interés que posibilitó que los intereses ganados por las distintas colocaciones más que compensasen los mayores costos. Es interesante notar que la suba de los intereses es por un lado una ganancia asociada a las colocaciones, pero por otro un mayor costo debido al premio que hay que pagar por los depósitos. Si bien las tasas pasivas aumentaron, no lo hicieron al mismo ritmo que las tasas internacionales, ampliándose el spread, contribuyendo así a las mayores ganancias del sistema.

La institución con más peso en los resultados fue el Banco República, con más del 60% de las ganancias totales del sistema. Parte de esas ganancias están siendo volcadas al Tesoro y constituyen un alivio a las alicaídas arcas del gobierno que enfrenta un déficit creciente.

Pero más allá de estas ganancias, el contexto de escaso dinamismo en el que se tendrá que desempeñar el sector, merece un análisis más profundo sobre los posibles riesgos que enfrenta el sector y como le puede impactar.

El país vivió crisis bancarias en el pasado que desembocaron en graves crisis económicas por el impacto amplificador sobre la economía en su conjunto. Los riesgos de quiebre en la cadena de pagos y las pérdidas de confianza asociadas son aspectos que se procuran evitar. La normativa del Banco Central al respecto es muy estricta y obliga a las instituciones a alcanzar ciertos requisitos en materia de liquidez y patrimonio que le permitan enfrentar situaciones adversas.

En el reporte se miden distintos indicadores asociados a posibles riesgos y se evalúa la solidez del sistema. Uno de ellos es el asociado a la solvencia que se mide como el cociente entre el patrimonio regulatorio y los requisitos de capital exigidos. El promedio del sistema bancario arrojó un resultado 1,88 veces superior al mínimo exigido en la normativa. Por lo tanto, el capital de estas instituciones tiene casi el doble de tamaño necesario para operar.

Otro riesgo es el asociado al tipo de cambio. Una suba brusca en la cotización de la moneda estadounidense puede provocar problemas si el deudor no puede hacer frente a sus compromisos. El riesgo se mide calculando el cociente entre el crédito otorgado en moneda extranjera a sectores que generan sus ingresos en moneda nacional sobre el total de los créditos. A lo largo del tiempo el indicador ha venido cayendo y cada vez más los créditos se otorgan en la moneda en que genera los ingresos el deudor.

El Reporte del Sistema Financiero analiza también el riesgo del crédito asociado a la morosidad y calificación de los créditos. La morosidad total del sistema cayó a lo largo de 2018 situándose en el 3,2% de los préstamos concedidos. En cuanto a la categorización de las deudas, el 16,5% de los préstamos al sector privado se ubica en las categorías de mayor riesgo, 0,7 décimas menos que en el año anterior.

La normativa actual exige a las instituciones financieras mantener un capital mínimo para enfrentar distintos riesgos. El deterioro que pueda sufrir el patrimonio de las instituciones ante la aparición de uno o todos esos riesgos se mide a través de los stress tests o pruebas de tensión.

En el Reporte se muestran los resultados teóricos de dos ejercicios que muestran que las instituciones están en condiciones de soportar situaciones adversas. La hipótesis más negativa prevé una caída del Producto Interno Bruto (PIB) del 8%, una suba del 35% en el tipo de cambio, que el riesgo país se dispare a los 1.000 puntos básicos (más que Argentina en la actualidad), tasas de interés (en dólares) del 4,5% e inflación en el 12%. Bajo los impactos de este escenario el capital regulatorio se vería afectado y caería, pero como parte de un nivel alto (superior al exigido) quedaría dentro de los márgenes tolerados y el sistema superaría este escenario adverso.

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