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Las lecciones (e ideas) que deja la película El Juego de la Fortuna para los desafíos de la actualidad

La película que protagoniza Brad Pitt y está en Netflix deja varias lecciones sobre temas muy actuales como la Inteligencia Artificial y sus desafíos.

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Diego Pozzi, fundador y director de ProCapital SBSA.

Por Diego Pozzi, fundador y director de ProCapital SBSA

El Juego de la Fortuna (Moneyball), el multipremiado film basado en el best seller de Michael Lewis (autor de Liar’s Poker, The Big Short y Flash Boys entre otros) trata sobre el mítico equipo de béisbol Oakland Athletics y su récord de victorias en el año 2002.

Un hecho considerado histórico y caso de estudio por dos grandes razones: en primer lugar, por la cantidad de victorias logradas en forma consecutiva (20) en la Serie Mundial de Béisbol y en segundo lugar, porque ese récord lo logró un equipo con un presupuesto muy limitado; infinitamente inferior al de los considerados equipos grandes: los New York Yankees, los Boston Red Sox, etcétera.

En el inicio mismo del film se produce un diálogo iluminador; un imperdible intercambio entre un “analista de estadísticas” graduado de Yale (interpretado de forma brillante por Jonah Hill)) y Billy Beane (manager de los Oakland); personificado por Brad Pitt.

Este diálogo y los acontecimientos que le sucedieron produjeron un cambio sustancial en el futuro del béisbol. Y por qué no, en el deporte en general.

Ante la mirada atenta e incrédula del experimentado Billy Beane, el joven analista afirma, con total convicción, que los dueños de los equipos se equivocan a la hora de invertir su dinero en el fichaje de jugadores.

Hill sostiene que los empresarios deciden el uso de sus recursos con un alto contenido emocional y con pleno foco en la contratación de “nombres” por encima de cualquier análisis de conveniencia: si pueden comprar una “estrella”, ¡mejor!

Cuando en realidad, desafía Hill, la aplicación de los recursos en términos de contratos debe pensarse con un único objetivo: la “compra de victorias”.

En tal sentido, afirma que lo importante es definir criterios y modelos que guíen la selección de jugadores y la conformación de los planteles de forma tal de maximizar las posibilidades del equipo de obtener el mayor número de victorias.

En definitiva, despersonaliza el proceso de selección de jugadores. La adecuada combinación de tipos, características específicas y estadísticas de juego por sobre nombres, talentos individuales o de las percepciones que pudieran tener los ojeadores expertos a la hora de sugerir un jugador.

Especialmente, Hill sostiene que esto es clave, cuando tienes un presupuesto limitado.

Hoy en día, los equipos profesionales de fútbol, baloncesto y fútbol americano (por citar las disciplinas más masivas) cuentan con departamentos de análisis de datos y estadísticas cuyas conclusiones son clave a la hora de seleccionar, contratar jugadores y elaborar planteles.

Un claro ejemplo es el entrenador de fútbol Pep Guardiola. Si se lo escucha con atención, nunca pone demasiado énfasis en las grandes victorias o en determinada conquista en particular como el principal motivo de su éxito y el de su equipo; el Manchester City. Por el contrario, Guardiola basa su suceso en un concepto muy simple: “nuestro gran logro es que ganamos muchos partidos”.

Es claro también que en la era del marketing, las redes y la gran difusión de los partidos (del deporte que sea) contratar a una “superestrella” tiene sus beneficios. Como dice mi buen amigo Juan Pedro Damiani, los dirigentes de equipos deportivos tienen la difícil tarea de “gestionar la pasión”.

El Juego de la Fortuna (MoneyBall) es una película de culto. Altamente recomendable como producto cinematográfico y de entretenimiento. Pero deja planteado un tema de fondo que, en mi opinión, es muy relevante. Y hace a los procesos decisorios: modelos matemáticos, análisis de estadísticas y algoritmos inteligentes versus la preparación, la experiencia y la intuición del empresario, del dirigente, del manager o del trader de un banco de inversión.

Un debate que tiene años y que continúa al día de hoy.

En los años 80 con el auge y caída de Long Term Capital Markets (con los quants y sus algoritmos), pasando por los Oakland (y su revolución con modelos estadísticos) hasta el gran tema de hoy día: la inteligencia artificial y los desafíos que plantea.

Si extrapolamos este análisis al mundo empresarial y nos detenemos a pensar un poco más detenidamente sobre los procesos decisorios que guían nuestra acción y sobre el uso y destino de los recursos que disponemos, cada quien (empresarios, responsables de departamentos, etcétera) podrá preguntarse:

¿Estamos aplicando de forma eficaz y eficiente nuestros recursos humanos y materiales?

¿Tenemos claros los objetivos finales que buscamos con nuestras inversiones y gastos?

¿Estamos comprando “valor” para nuestras organizaciones al aplicar el recurso ?

¿El crecimiento” debería ser nuestro norte principal?

¿O debería ser la sustentabilidad, la eficiencia y la maximización de beneficios?

En resumen... ¿estamos comprando victorias?

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