Análisis
El hallazgo del submarino ARA San Juan no alivió la sensación de agobio que desde hace un año pesa sobre el ministro de Defensa, Oscar Aguad, y la conducción de la Armada argentina.
La incertidumbre sobre dónde estaba el submarino quedó atrás, pero las circunstancias de la localización (justo cuando la empresa Ocean Infinity se retiraba y en un lugar que ya había sido rastrillado varias veces) plantean dudas que habrá que esclarecer.
Mientras se espera que continúe la presión de los familiares para conocer qué pasó, las incógnitas se redujeron a establecer qué ocurrió en la ventana de menos de dos horas transcurridas entre el momento de la última comunicación y la explosión detectada por los sensores marinos internacionales.
El ministro Aguad y el jefe de la Armada, vicealmirante José Luis Villán, dejaron claro ayer sábado en su encuentro con la prensa que la empresa Ocean Infinity tuvo amplia libertad para determinar las áreas de búsqueda y que localizó el submarino en la zona en la que habían iniciado la inspección, sin verlo. Y, si bien la Armada y los barcos extranjeros también concentraron en su momento los esfuerzos y recursos en el mismo lugar, no contaban con la tecnología suficiente.
En tren de responsabilidades, en medios gubernamentales y navales saben que vendrá un desfile por los tribunales. Y creen que la cuota mayor recaerá en quien llevaba en ese momento las riendas de la Armada: el exjefe Marcelo Srur, hoy almirante retirado.
Las posibilidades de recuperar el ARA San Juan, que le daría más elementos a la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yáñez, son hoy tan distantes como lo era hace un año la expectativa de encontrarlo. Es una pieza inerte de 2.140 toneladas y en la Argentina no hay tecnología para intentarlo, afirman en el Gobierno. Ello no impide que muchos familiares dediquen ahora sus energías a tratar de repatriar a los 44 héroes del fondo del mar.