CAMPO DE EXTERMINIO
Los soldados soviéticos entraron en el campo de exterminio de Auschwitz hace 75 años
Cuando su mirada se posa en las fotos de sus padres y sus hermanas asesinados por los nazis, Szmul Icek siente un escalofrío. Su cuerpo tiembla, sus ojos se humedecen 75 años después de haber escapado al infierno de Auschwitz.
El 27 de enero de 1945, los soldados del Ejército Rojo entran en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau donde se encuentran aún 7.000 sobrevivientes hombres y mujeres. Las fuerzas alemanas, ante el avance soviético, habían evacuado a partir del 17 de enero en “marchas de la muerte” a 60.000 prisioneros hacia otros campos de concentración ubicados más al oeste.
Más de 1,1 millón de personas, entre ellos un millón de judíos, fueron exterminados en ese inmenso complejo de 42 km2 construido a partir de 1940 en el sur de la Polonia ocupada y que se convertirá en el símbolo del Holocausto.
En total, seis millones de judíos fueron asesinados por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Las tropas aliadas habían comenzado la liberación de los campos de concentración y exterminio el 24 de julio de 1944 con el descubrimiento de Majdanek (cerca de Lublin en Polonia) por parte del Ejército Rojo. Terminará el 8 de mayo con la liberación de Theresienstadt (o Terezín en checo) al norte de Praga.
Tres cuartos de siglo después de la liberación de Auschwitz, un campo situado en Polonia entonces bajo ocupación alemana, los últimos supervivientes viven, pese a su avanzada edad, con la marca física y mental de su número de prisionero tatuado en el antebrazo izquierdo.
Con los años, la tinta ha ido perdiendo color, la piel está arrugada, los tatuajes se camuflan entre los pliegues del tiempo, al igual que la memoria colectiva del Holocausto del que son los últimos testigos, los últimos supervivientes, las últimas voces de un infierno que pone en duda alguna retórica antisemita. Algunos supervivientes han aprendido su historia de memoria para convertirse en la memoria viva, multiplicando las conferencias y los viajes a los lugares del genocidio. Presione el “play” y le recitarán sin inmutarse la historia del Holocausto con todo detalle, su propia historia.
Otros ya no tienen fuerzas para hablar o pasaron años sin querer hacerlo.
Es el caso de Szmul Icek, de 92 años y nacido en Polonia, que al principio de su relación con su esposa Sonia le ocultó que había sobrevivido a Auschwitz. La pareja, que vivió mucho tiempo en Bélgica, mantiene en las paredes de su departamento en Jerusalén dos fotos “en blanco y negro” muy diferentes.
Una es de los padres de Szmul -su padre Abraham, con tupida barba negra, al lado de su madre Gucia, que fija la mirada en el objetivo. Y otra es de sus dos hermanas mayores, bellas y trágicas.
A principios de 1942, la publicidad animaba a las familias a enviar a sus hijos a la Gestapo, a cambio de protección.
“Las dos hermanas, para salvar a la familia, se presentaron. Se fueron pero nunca las volvieron a ver. Nunca. No sabemos qué pasó con ellas”, dice Sonia por su marido Szmul, que apenas puede hablar ya que un accidente de coche le dejó afásico. El antiguo número 117568 de Auschwitz se comunica sobre todo a través de los ojos. Su pupilas se dilatan, su boca se bloquea, su cuerpo se crispa con el recuerdo del destino de sus hermanas y de sus padres.
Un sábado de 1942, casi un mes después de la desaparición de sus hermanas, los alemanes se llevaron al resto de la familia: sus padres, dos hermanos y él.
“Cuando llegó a Auschwitz, descendió del tren y le agarraba la mano a su padre como un niño. El alemán los separó, su papá subió a un camión... Lloraba, quería estar con su papá, pero el alemán dijo: ‘no, tú allí”.
Szmul nunca volvió a ver a su padre, que fue directo a la cámara de gas. Y solo vio a su madre de lejos. Adolescente, pasó dos años y medio en Auschwitz.
Impacto
Al igual que Szmul, Menahem Haberman, nacido en Checoslovaquia en 1927, era adolescente cuando llegó a Auschwitz y fue separado de su familia. Los dos hombres quizá se cruzaron en el campo, pero no se conocen pese a que viven en la misma ciudad, Jerusalén.
Memoria de cristal, casi quirúrgica, Menahem Haberman recuerda que le llevaron del campo a la orilla de un curso de agua y de haber recibido una pala.
“Había un canal y había que correr de cada lado y echar la ceniza al agua. No sabía lo que hacía. Cuando regresé le pregunté a un señor mayor: ‘¿Qué he hecho?’ Me preguntó cuándo había llegado y le respondí: ‘Ayer’. Y me dijo: ‘toda tu familia fue reducida a cenizas en este canal cuatro horas después de su llegada’. Es ahí como comprendí dónde estaba”.
“Todos los días pienso en ello, sobre todo la noche. Está muy profundo. 75 años después, vivimos con ello, no se olvida, no se puede olvidar”, dice Haberman en una residencia de personas mayores donde vive solo. “Somos supervivientes, no rescatados. Guardamos los campos en nuestra carne”, dice todavía intrigado por el misterio de su propia supervivencia. “He conocido tantas personas que eran mejor que yo. ¿Por qué ellos murieron y por qué yo sigo con vida?”.
Hambre
Y está el recuerdo del miedo de ser enviado a la cámara de gas y el del hambre. Esa máquina trituradora de judíos hace que el hambre atenace las entrañas, consuma el cuerpo y lo reduzca a un esqueleto. Este sentimiento de hambre, Saul Oren, que ha vivido sin una foto de su madre asesinada y de cuyo rostro trata todavía de recordar en los cuadros que pinta en su casa, lo define todavía con mayor claridad.
“Nadie puede imaginarse cuán duro era el hambre en Auschwitz. Nos daban, por ejemplo, una sopa. Una sopa que era agua con algunos trozos de papa que flotaban en ese líquido. Era la sopa para todo el día. O nos daban una pequeña papa o nos daban un trocito de pan. No nos comíamos todo el pan porque lo queríamos guardar para después porque a lo mejor no podíamos soportar el hambre”, dice este hombre enjuto de 90 años.
También vivió el hambre en la “marcha de la muerte”, cuando, con la llegada de los aliados, los nazis forzaban a los prisioneros de los campos de concentración como Auschwitz a caminar en pleno invierno para llevarlos a Alemania y a Austria.
“Caminamos 12 días, prácticamente sin comer... nos paramos en un bosque, encontramos un caballo muerto, todos nos precipitamos sobre el animal. Cada uno tomó un pedazo”, recuerda Oren.
El general difunde la terrible realidad
La liberación de los campos de exterminio tiene lugar en medio del avance hacia Berlín de los ejércitos soviético, estadounidense y británico. Comienza el 24 de julio de 1944, con el descubrimiento de Majdanek (en los suburbios de Lublin, Polonia) por el Ejército Rojo, y termina el 8 de mayo de 1945 con la liberación de Terezín en el norte de Praga.
Desde junio de 1944, el teórico de la Solución Final y jefe de las SS, Heinrich Himmler, ordena la evacuación ante la llegada de los aliados y la transferencia de los detenidos a otros campos. La orden concernía en primer lugar los campos en los países bálticos, amenazados por el avance del Ejército Rojo. Antes de huir, los oficiales de las SS tenían como consigna borrar todas las huellas de sus crímenes.
De este modo, la liberación por parte de los soviéticos de Auschwitz-Birkenau (Polonia) el 27 de enero de 1945, fue precedida por la disolución progresiva del complejo a partir del verano de 1944 y la evacuación de más de 60.000 detenidos.
Cuando llega el Ejército Rojo, sólo descubre unos 70.000 prisioneros, incapaces de caminar y seguir a sus compañeros en las “Marchas de las muerte”.
El descubrimiento de los primeros campos no tiene gran repercusión en la opinión pública. Comisiones de investigación rusas y polacas toman fotografías en Majdanek y Auschwitz y los servicios fotográficos del ejército estadounidense realizan un reportaje en Struthof, único campo nazi ubicado en el actual territorio francés, pero las imágenes no son difundidas al público.
El punto de inflexión en el tratamiento mediático tiene lugar el 6 de abril de 1945, con el descubrimiento del campo de Ohrdruf, un anexo de Buchenwald (Alemania). Cuando los estadounidenses, acompañados por el corresponsal de guerra Meyer Levin y el fotógrafo de la AFP Eric Schwab, entran, encuentran pilas de prisioneros ejecutados de un balazo en la cabeza y otros parcialmente quemados en piras aún humeantes.
El 12 de abril, se organiza una visita oficial para los generales Patton, Bradley y Eisenhower. “Nunca en mi vida sentí semejante conmoción”, dice este último. Su decisión es inmediata: “Debe terminar toda censura”, para que el mundo sepa lo ocurrido.
Esa misma tarde, el diario francés Ce Soir publicará en su portada la reacción del general Patton -“Sin piedad para los verdugos”- y la imagen de una fosa común.
“Estoy viva, he sufrido y he vencido”
En su pequeño departamento en las afueras de Tel Aviv, Malka Zaken, de 91 años, vive rodeada de muñecas, algunas todavía en sus envoltorios de cartón y plástico. A otras, les habla. Su recuerdos se mezclan, su discurso se nubla, pero el trauma de Auschwitz sigue vivo.
Para escapar, Malka trata de refugiarse en un pasado lejano, antes de la guerra, en Grecia, donde vivía con sus padres y sus seis hermanos.“Cuando era pequeña mi madre me compraba muchas muñecas, pero a ella los nazis la quemaron directamente. Cuando estoy con las muñecas, me acuerdo de ella, es como cuando era una niña en casa”, dice esta señora que pasa sus tardes viendo telenovelas románticas.
En Auschwitz, “nos pegaban todo el tiempo, estábamos desnudas y nos pegaban... no me olvido de nada, no me olvido de lo que sufrí, de los golpes que me dieron. ¡Qué infierno! No sé cómo pude sobrevivir”, dice Malka mientras muestra su espalda.
Contarlo
Elegante, enérgica, independiente, Batsheva Dagan solo pensaba en una cosa cuando escapó a la muerte: “Vivir para contarlo”. Casi con 95 años, esta mujer que trabajó en el corazón del campo de Birkenau, el “Kanada”, depósito de las pilas de zapatos y objetos confiscados a los detenidos, y tenía que quemar las maletas de los judíos que llegaban al campo, escribe libros para niños sobre el Holocausto. “Estuve allí 20 meses en total; 600 días con sus noches”, repite. “¿Te das cuenta de lo que quiere decir vivir cada instante con la amenaza de que este momento es el último?”.
¿Cómo enseñar todo esto? “Trato de hacer de mi experiencia en el campo algo positivo para los niños, educativo. No cuento solo el horror del Holocausto, sino también las cosas maravillosas, como la ayuda, el apoyo mutuo, la capacidad de compartir un pedazo de pan, la amistad... Seguimos siendo seres humanos”, dice. “Estoy viva... He sufrido pero he vencido”.
Acto y mensaje en Uruguay
Al cumplirse 75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, la Comisión Permanente del Poder Legislativo realizará una sesión especial, mañana lunes, a las 10:30 horas, en el Senado en homenaje y recuerdo a las personas asesinadas por los nazis.
A las 20:00 horas, el Poder Ejecutivo emitirá un mensaje a través de cadena nacional (televisión y radios de todo el país). Estará a cargo del Cr. Enrique Iglesias, quien además de su extensa y destacada trayectoria internacional, es hoy el Presidente de la Comisión Honoraria que el presidente Tabaré Vázquez creó, para la conmemoración durante el año 2020, de los 75 años de la liberación de los Campos de Exterminio nazis y la memoria de las víctimas del Holocausto.