El fantástico mundo del Jeque Maktoum se recupera tras la debacle

Emirato de Dubai. Las cosas pasan a ritmo de vértigo: tras el impresionante crecimiento llegó una crisis incontrolable y hoy se ven signos de recuperación

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DUBAI | MIGUEL ALVAREZ MONTERO

El mundo fantástico y ultra moderno que el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum inventó y le dio forma en Dubai parece recuperarse lentamente después del sísmico sacudón económico de los últimos meses, que puso al emirato al borde del default. Hoy hay signos que muestran una recuperación económica, pero las sombras de las dudas todavía sobrevuelan, como pudo constatar este periodista durante su visita al emirato.

En Dubai todo transcurre a velocidad de vértigo: hace veinte años era poco más que un desierto, quince años después todo el mundo se admiraba de su impresionante crecimiento (el PBI lo hacía a más del 10% anual); luego llegó la crisis internacional de septiembre de 2008 trayendo algunas señales de alerta y en noviembre pasado casi tocó fondo: se anunció que Dubai debía 80 mil millones de dólares a los bancos internacionales (mientras su PBI era de 70 mil millones) y que así la deuda era imposible de pagar.

Y entonces esa gigantesca burbuja inmobiliaria creada en los últimos 20 años se vino al suelo: en pocas semanas 250 mil obreros y arquitectos extranjeros debieron abandonar el emirato porque más del 70 por ciento de las obras planificadas se detuvieron.

Hace apenas un mes, empero, el consorcio Dubai World -que encabezado por el Jeque Maktoum es dueño de la mitad de todo emprendimiento en el emirato- anunció que ha ofrecido a sus acreedores privados abonar la totalidad de sus débitos con nuevas emisiones de deuda con vencimiento a cinco y ocho años y las aguas se aquietaron. Quien salió al rescate de Dubai es su vecino Abu Dhabi, evitando con sus petrodólares que el país hermano vaya a la quiebra, aunque todo tiene su costo, como veremos más adelante.

El hecho es que hoy en Dubai hay claros síntomas de recuperación, como lo prueba la culminación e inauguración en enero pasado de la Burj Kalifa, la torre más alta del mundo (825 metros) que alberga en su interior, entre otras "menudencias", al hotel de Giorgio Armani. Y de a poco se ven recomenzar algunas otras obras.

PARA COMPRENDER MEJOR A DUBAI. Lo primero que hay que saber es que este emirato prácticamente carece de petróleo. Al contrario de lo que ocurre con todos sus vecinos del golfo Pérsico, ni en las arenas de su desierto ni en las aguas que bañan sus costas no queda casi petróleo por extraer. Lo hubo, por supuesto: comenzaron a explotarlo en 1966 y, aunque duró poco, alcanzó para acrecentar las arcas que maneja su soberano excluyente, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum.

Pero cuando 20 años atrás el "oro negro" empezó a escabullírsele de las manos, Maktoum y su equipo de asesores pusieron a trabajar toda su imaginación, quizás acicateada por las lecturas infantiles de "Las mil y una noche", que le dieron la fantasía que el "flujo de caja" obtenido por los petrodólares hizo luego posible.

Lo que Maktoum imaginó y pergeñó es un Dubai diferente a todo el resto del mundo árabe y musulmán, un sitio pensado para las mil y una noches del siglo veintiuno y tal vez del veintidós, un lugar de glamour y ostentación, atractivo para un turismo tanto oriental como occidental, pero de clase triple A, que pudiera pagar -sin que se le mueva una ceja- mil dólares la noche (y hasta el doble o aún bastante más) por una habitación estándar en uno de sus suntuosos mega-hoteles con playa propia bañada por las turquesas aguas del golfo.

El Jeque debió poner mucho dinero, por supuesto, para construir esa ciudad que se eleva al cielo superando las alturas de Nueva York y Chicago, con edificios que recuerdan la "ciudad gótica" de Batman y que provocan el entusiasmo de los arquitectos del mundo. El mismísimo Carlos Ott se ufana de haber allí plasmado uno: el National Bank de Dubai.

LO MAS GRANDE DEL MUNDO. Nada en Dubai es improvisado, todo se hizo medidamente calculado por ese jeque que le "robó" a Brasil uno de sus slogans favoritos: el de ser "o maior do mundo". De tal manera que en Dubai está el edificio más alto del mundo, el Burj Kalifa, que con sus 825 metros supera en 300 al que le sigue en el planeta. Y está el Burj Al Arab, el hotel más lujoso del mundo construido sobre una isla artificial y que con su forma de vela gigante se constituyó en el símbolo del emirato. Y está el Dubai Mall, el shopping más grande del mundo que alberga en su interior una increíble pista de nieve: sí, mientras afuera del shopping la temperatura puede trepar hasta los 48 grados de calor, en la pista del mall hay cero grado y los esquiadores, pertrechados con abrigados equipos, se lanzan ladera abajo por una pendiente de 500 metros de nieve verdadera, sorteando escollos al igual que en una montaña alpina. Y tienen la isla artificial más grande del mundo -la Palma Jumeira, en forma de palmera- constituida en un barrio privado de casas y edificios de apartamentos para gente de muy altos recursos. Y tienen el acuario más grande del orbe y también está el hipódromo más grande y más moderno del mundo, que además ofrece el premio más suculento del globo (6 millones de dólares en la Dubai World Cup, que alguna vez ganó nuestro Invasor) y si las condiciones económicas realmente mejoran y las obras se reanudaran, estará Dubailand, el parque de diversiones más grande del mundo, que superará en dimensiones al mismísimo Disneyworld. Y no se andan con chiquitas a la hora de dar premios a torneos de tenis ni de golf, como bien lo saben Roger Federer, Rafa Nadal y Tiger Woods, que pueden ganar en un torneo en Dubai lo que le llevaría jugar tres torneos en otra parte del mundo.

Todo fue fríamente calculado para hacer de Dubai una ciudad de fantasía y, sobre todo, el epicentro financiero del mundo árabe. De tal manera que a las empresas líderes del orbe se les cedió el espacio que precisaran para levantar sus oficinas-torres desde las que operar para toda la región y se les concedieron exenciones absolutas en materia impositiva.

FLEXIBILIDADES MUSULMANAS. Para el establecimiento de las empresas se planificaron áreas específicas, de tal manera que el agrupamiento permite una mejor clarificación urbanística. Así, hay un distrito financiero donde las gigantescas torres albergan los mayores bancos del mundo, un área informática y de servicios donde en otras tantas elevadas torres están todas las empresas que en el rubro lideran (desde Microsoft a IBM), un área de enseñanza donde se están instalando extensiones de las más importantes universidades mundiales y un área hotelera, sobre la franja de playa, donde las cadenas de mayor renombre erigieron mega-hoteles con varios restaurantes, galerías comerciales, deslumbrantes juegos de agua y sus propias marinas, donde se alinean yates de varios millones de dólares.

Y de esa forma se atrajeron a empresas líderes que usan a Dubai como centro de sus operaciones en el Asia y África tanto como a una clase turística de un altísimo poder adquisitivo que obtiene en los mega-hoteles el lujo que seguramente fue a buscar y que en los shoppings y malls gasta en vestirse y adornarse con las marcas más caras del mundo comercial.

Esa clase turística encontró además en este emirato las flexibilidades que no le da el resto del mundo musulmán. Porque el Jeque Maktoum se encargó de ser permisivo en asuntos que el Corán es inflexible, como la venta de alcohol, por ejemplo. No es que en Dubai se pueda consumir whisky o vino en cualquier lado, pero sí hay libertad absoluta en los hoteles, como también es el único país musulmán donde las mujeres no necesariamente tienen que estar rigurosamente tapadas: pueden ir a las playas a exhibirse en bikinis, aunque no todos los emiratíes acepten de buen grado esa permisividad.

Y hasta en los supermercados hay góndolas diferenciadas: en la de los extranjeros hasta se ofrece carne de cerdo, algo decididamente prohibido para los musulmanes.

EL PELIGRO DE UN VECINO. Los emiratíes son pocos: apenas el 20 por ciento de la población. Protegidos especialmente por el Jeque, ellos son casi todos empleados públicos, con altísimos sueldos. Suelen vestir túnicas blancas ellos y negras ellas, pero un alto porcentaje deja ver en sus muñecas costosísimos relojes Rolex de oro y los lentes de sol son de marcas sofisticadas. Y las carteras de ellas suelen ser Louis Vuitton, por supuesto.

El resto de la población lo compone trabajadores llegados principalmente desde la India y Pakistán y un porcentaje bastante considerable de europeos y norteamericanos, la mayoría de ellos ejecutivos de empresas multinacionales o arquitectos, ingenieros y diseñadores de esa proliferación de edificios ultramodernos, anchas autopistas y un subte que rebasa la imaginación de la modernidad.

El problema de Dubai es que ese mundo algo ficticio armado en torno a captar el efectivo disponible que ande por el planeta se desmorona no bien se instala una recesión mundial. Y eso es lo que ocurrió en septiembre de 2008, cuando la economía global pegó una estampida hacia abajo y Dubai sintió de inmediato las consecuencias: se paralizaron unos 40 proyectos de gran envergadura en el área turística y en el de la construcción, entre ellos un segundo barrio ganado al mar en forma de palmera, del doble de dimensiones del que ya existe, y otro con la forma del mapamundi, donde cada país es una isla puesta a la venta al mejor postor. Hoy se ven en la ciudad grandes obradores sin obreros, prueba de que las intenciones de levantar gigantescas torres quedaron momentáneamente detenidas, a la espera de una mejor coyuntura internacional.

Cuando a la recesión le siguió en noviembre pasado el anuncio del default, el emirato vecino y petrolero, Abu Dhabi, socorrió económicamente a Dubai, convirtiéndose así, hoy, en su principal acreedor. Y aunque con la ayuda vecina Dubai palió momentáneamente el desmoronamiento total, el verdadero temor del jeque Maktoum es que Abu Dhabi pretenda un día hacer lo que Dubai hizo, es decir, flexibilizar arraigadas costumbres musulmanas generando un espacio turístico internacional y convocando a las empresas líderes en el mundo a utilizar su suelo a partir de exenciones impositivas. De ocurrir algo así, Dubai podría terminar como una ciudad fantasma, ya que la riqueza de Abu Dhabi y su poderoso potencial convertirían en cosa de niños lo que hoy asombra en Dubai. Si eso ocurriera, que Alá se apiade de este emirato.

Perfil del emirato

Creación En 1971 Dubai dejó de ser protectorado inglés y se unió a otros 6 emiratos para formar los Emiratos Árabes Unidos.

Mandatario Su alteza el Jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum es, además, vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos.

Primera Dama Es la princesa Haya, hija del ex rey Hussein de Jordania.

Superficie Tiene 4.100 kilómetros cuadrados (apenas 2,4 por ciento del Uruguay)

Conformación de la superficie Costas sobre el Golfo Pérsico y el resto desierto.

Población 5 millones (sólo el 20% son nativos)

Moneda Dirham (3.5 por cada dólar)

Economía Hasta 1930 el emirato era exportador de perlas; en 1966 se descubrió petróleo que hoy está casi agotado. La economía la conforman actualmente los servicios financieros, empresariales, inmobiliarios y el turismo, pero la deuda actual es de 80 mil millones de dólares.

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