En medio del escándalo por los trapitos de Alberto Fernández que se están ventilando -vaya a saber hasta dónde llegará la onda expansiva de esta bomba informativa-; el dictador venezolano que se atornilla al poder -ayudado por la pifia de Lula de proponer nuevas elecciones-; y las tensiones en aumento en Medio Oriente -situación agravada por el rechazo de Hamás a firmar una tregua con Israel-, casi pasó inadvertido el cambio de escenario de la guerra en Ucrania.
El 6 de agosto las tropas ucranianas entraron a territorio ruso por la región de Kursk. Rápidamente avanzaron y se hicieron del control de varias localidades.
Si se observa el mapa de la región de Kursk, el área que controlan ahora los ucranianos es apenas un punto en la inmensidad territorial de Rusia. Pero es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que Rusia tiene tropas extranjeras avanzando dentro de sus fronteras. Hasta ahora, Ucrania solo había bombardeado objetivos estratégicos en Rusia usando drones lanzados desde su territorio; además de pequeñas incursiones con rápido repliegue de grupos de disidentes rusos.
De ahí la importancia de esta ofensiva de Ucrania, que de país invadido pasó a “invasor”. Sí, entre comillas. ¿Acaso se puede considerar invasor a un país que se defiende de la invasión que dio origen a esta guerra en febrero de 2022?
Ahora, ¿qué busca el presidente ucraniano Volodimir Zelenski con esta incursión en territorio enemigo? ¿Acaso pretende llegar hasta las puertas del Kremlin en Moscú para forzar la caída de Vladimir Putin? ¿Quiere hacer lo que no pudo el malogrado jefe de los mercenarios del Grupo Wagner, Yevguene Prigozhin, en su fugaz rebelión hace un año?
No, nada de eso; aunque todo eso tampoco le desagradaría a Zelenski.
Lo que busca el líder ucraniano es sentar a Putin en la mesa de negociaciones para un acuerdo de paz que ponga fin a la guerra, y de paso demostrar que el Ejército ruso no es invencible.
Hace semanas que Zelenski plantea que Rusia debería estar en una próxima cumbre por la paz. En junio se realizó una primera en Suiza de la que participaron un centenar de países -entre ellos Uruguay- pero a la que faltaron Rusia y China. Ahora se está organizado una segunda para noviembre. “Creo que en esta segunda cumbre deberían de participar representantes rusos”, ha dicho Zelenski, coincidiendo con una encuesta que dice que el 44% de los ucranianos quieren que se firme la paz ahora.
En cuando a demostrar la vulnerabilidad del ejército ruso, los ucranianos dicen que lo están logrando. “Estamos desmantelando la imagen propagandística de Rusia como una sociedad altamente militarizada con un alto sentido de la unidad. La realidad no sostiene la reputación de sus Fuerzas Armadas. La operación en Kursk lo evidenció con mucha claridad”, sostuvo Mijailo Podoliak, consejero del presidente de Ucrania, este fin de semana al medio británico The Independent.
El avance ucraniano en Kursk, contrasta con el ruso en la región de Donestsk. Un riesgo que las tropas de Zelenski tomaron al priorizar la ofensiva en territorio ruso.
Todavía está por verse si la ofensiva ucraniana logrará su objetivo de sentar a Putin en la mesa de negociaciones. Por ahora el impacto político ha sido mayor que el militar. Este domingo, el diario The New York Times dijo que “la incursión ha avergonzado a Putin y a su estamento militar, y ha suscitado preguntas sobre el nivel de preparación de Rusia”.
Por cómo viene, esta ofensiva ucraniana puede ser un punto de inflexión en esta guerra.