Tras cinco años, reabren el museo de El Cordobés en la estancia de Aparicio Saravia

El hogar de aparicio. Habrá homenajes en la ciudad de Melo y también en el cementerio de Santa Clara. Foto: El País.

CERRO LARGO

Los trabajos en la estancia histórica de Aparicio Saravia costaron US$ 500 mil y contaron con la colaboración de muchos nacionalistas.

El museo de El Cordobés, en la histórica estancia de Aparicio Saravia en Cerro Largo, quedará hoy reinaugurado luego de casi cinco años de obras. La reapertura coincide con un nuevo aniversario (163) del nacimiento del caudillo blanco. Por la situación sanitaria que atraviesa el país no se realizará ningún acto, y los homenajes al General se desarrollarán en horas de la mañana en Melo y por la tarde en el cementerio de Santa Clara.

La puesta al día de El Cordobés fue una iniciativa del exintendente de Cerro Largo y actual senador blanco Sergio Botana y las obras estuvieron a cargo del empresario Rody Reimundez. Los trabajos insumieron una inversión de más de US$ 500 mil y contaron con la colaboración de muchos nacionalistas que aportaron no solo materiales sino también sus propias manos para devolverle a la más que centenaria construcción su aspecto original. Entre ellos estuvo el actual intendente de Maldonado, Jesús Bentancor, que, el verano pasado, acampó en el lugar un par de semanas y junto con un grupo de amigos se dedicó a revocar y pintar paredes.

Estancia.

El Cordobés debe su nombre al arroyo homónimo que lo atraviesa y que marca el límite entre Durazno y Cerro Largo. Fue adquirido en 1872 por Francisco Saravia o Saraiva “don Chico”, el padre de Aparicio. La escritura se firmó en la ciudad de Pelotas. Curiosamente en esos campos y en tiempos de la provincia Cisplatina, vivió Manuel Rollano, primer alcalde de Melo, designado en 1822 por el gobernador Manuel Lecor.

La leyenda cuenta que en 1876, Aparicio raptó a quien sería su legítima mujer Cándida Díaz y que allí se afincaron desde entonces. El 14 de febrero de 1878 (San Valentín) Aparicio y Cándida se casaron en la iglesia de Santa Clara de Olimar. En junio de ese mismo año nació en El Cordobés, Aparicio su primer hijo, y con una alternancia de año y medio llegarían sus otros cinco descendientes: Nepomuceno, Villanueva, Ramón, Exaltación y Mauro.

La casa principal fue un sueño que Aparicio y Cándida concretaron a comienzos de la década de 1880, luego que Saravia heredara la estancia, unas 970 hectáreas que limitaban al norte con don Prudencio Porciúncula, Manuel Valín y Longino Silvera, por el sur con Ignacio Machado y por el oeste con arroyo El Cordobés. Años más tarde uno de sus vecinos fue su compañero de armas, el también general Basilio Muñoz.

Reapertura de museo en la estancia El Cordobés. Foto: Diego Fischer
Reapertura de museo en la estancia El Cordobés. Foto: Diego Fischer

Blanca y celeste.

Aparicio y Cándida hicieron construir el nuevo hogar sobre las ruinas del antiguo casco colonial.

Y así como José Saravia había pintado de colorado toda su estancia La ternera y el mismo vestía siempre una camisa colorada y la golilla punzó, su hermano Aparicio decidió pintar los muros exteriores de la casa de blanco y las puertas y ventanas de celeste. Las paredes interiores fueron decoradas con franjas celestes que se alternaban con franjas blancas. En uno y otro caso no cabía la menor duda de la divisa que abrazaban sus respectivos propietarios. El Cordobés fue un símbolo de poder en el Uruguay del último tercio del siglo XIX. Entre 1890 y 1904, Saravia gobernó a la mitad del país desde allí. En efecto, luego que se consolidó como el jefe de los blancos Aparicio transformó de hecho a su estancia en la segunda Casa de Gobierno del país.

En El Cordobés también, transcurrió la historia de la familia Saravia. Y es allí donde doña Cándida tuvo un papel preponderante no solo en el manejo del hogar sino, además y en las prolongadas ausencias de su marido, en la administración del establecimiento.

Para Aparicio la guerra y las revoluciones eran su trabajo, y volver a El Cordobés su remanso. En su estancia de Cerro Largo y en épocas de paz se dedicaba a tiempo completo a las tareas del campo como un capataz más.

Luego de su muerte, El Cordobés fue heredado por doña Cándida y Mauro y su hijo menor. En 1920, la mujer de Aparicio cumplió con su sueño e hizo construir una capilla lindera al casco bajo la advocación del Espíritu Santo y la Virgen de Monserrat, de quienes era devota.

El Cordobés hoy.

Reimundez es un empresario vial y civil, que también se dedica a restaurar edificios históricos. En su hoja de ruta se encuentra la restauración de la Posta del Chuy en Cerro Largo, el Molino Gramón, varios cascos antiguos de estancias, la casa de Fructuoso Rivera en Durazno y la construcción del Pueblo Gaucho en Maldonado. Actualmente trabaja en la reconstrucción de la iglesia Santa Clara de Asís en Santa Clara de Olimar, derrumbada por un temporal en 2016. “Botana me pidió en la fiesta de la Patria Gaucha de 2015 que me encargara de restaurar El Cordobés, que se encontraba en muy malas condiciones”, dijo a El País. “Como blanco y admirador del General no me pude negar”.

Informó que los trabajos implicaron desmontar techos y pisos de la casa principal, recimentar sus paredes, reparar puertas y herrajes que se encontraban en muy mal estado. Indicó que recorrió buena parte del país para encontrar las vigas de pino blanco y de pinotea que, una vez tratadas, se usaron para reemplazar las que habían sostenido, hasta entonces, el techo de tejas parcialmente perforado por la lluvia y el transcurso de los años. También se cambiaron los pisos y se colocó un sistema de ventilación “serpentina” para evitar que el frío en invierno y el calor en verano lo deterioren. Las puertas y herrajes fueron también objeto de un tratamiento especial que permite hoy lucir como cuando fueron colocados hace casi ciento cincuenta años.

Reimundez, sostuvo que un capítulo especial mereció la restauración de los muebles de la casa. Allí también se contó con la colaboración de artesanos y ebanistas que donaron su trabajo. Otro tanto sucedió con varias de las prendas del General que fueron recuperadas por modistas y zurcidoras.

Reapertura de museo en la estancia El Cordobés. Foto: Diego Fischer
Reapertura de museo en la estancia El Cordobés. Foto: Diego Fischer

Aparicio y una fecha de nacimiento equivocada

En todos los libros de historia y biográficos sobre Aparicio Saravia se indica que nació el 16 de agosto de 1856. Ese mismo año, pero el 20 de mayo y en Montevideo, nació quien habría de ser su mayor adversario: José Batlle y Ordóñez. La presunta coincidencia de fechas llevó a afirmar que los dos políticos más importantes que tuvo el Uruguay a fines del siglo XIX y principios del XX y seguramente hasta el presente, tenían la misma edad.

No obstante, los documentos indican otra cosa. Quien consulte el Libro de Bautismos de la Catedral de Melo se encontrará con la sorpresa de que el caudillo blanco nació un año después del que se informa en los textos, es decir en 1857.

Si, oportunamente, los historiadores hubieran consultado las fuentes documentales en vez de reiterar un dato publicado quién sabe dónde y por quién, no se habría repetido a través del tiempo el error.

Es obvio que la historia no cambiará por esto, pero sí se le agrega precisión. Y algunos homenajes como la acuñación de medallas conmemorativas y hasta la inauguración del monumento ecuestre al caudillo blanco en Montevideo (1956), se hubieran realizado un año más tarde. El libro mencionado, que como todos los registros parroquiales del país ofició hasta la creación del Registro Civil en 1879 como el único documento donde se asentaban los nacimientos, indica que: “En el día doce de abril de 1858, el presbítero don Thomas Llovert teniente cura de esta Parroquia Nuestra Señora del Pilar y San Rafael de Cerro Largo, bautizó solemnemente y puso los santos óleos a un niño que llamaron Aparicio, que dijeron haber nacido el dieciséis de agosto del año próximo pasado, hijo legítimo de Francisco Sarabia (sic) y Propicia de la Rosa, ambos brasileros y vecinos de esta de Pablo Páez. Fueron padrinos Benigno Sarabia (sic), brasilero y Luisa Sarabia (sic) vecinos de Pablo Páez, a quienes se les advirtió el parentesco espiritual.

Y para que conste los firmo, José Reventos”.

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