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Contra todo pronóstico, a Uruguay llegan más cubanos que venezolanos

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El Municipio B concentra la mayoría de pensiones de la capital y, por tanto, es allí donde viven casi todos los cubanos. Foto: Gerardo Pérez.
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Gerardo Perez /Archivo El Pais

INMIGRANTES

Como los orientales que desembarcaron en la Playa de la Agraciada, fueron 33, en promedio, los cubanos que por día llegaron a Uruguay durante este 2019.

El ser humano se mueve, tanto que la migración es impredecible. Un ejemplo es lo que sucedió este año en Uruguay. Cuando todo hacía pensar que los venezolanos continuarían a la cabeza de las nacionalidades que más inmigrantes han aportado al país -incluso los cálculos de Naciones Unidas iban en este sentido-, los cubanos se impusieron y batieron el récord.

Como los orientales que desembarcaron en la Playa de la Agraciada, fueron 33, en promedio, los cubanos que por día llegaron a Uruguay durante este 2019. Al menos eso indican los datos de la Dirección Nacional de Migración: hubo 10.042 más entradas que salidas de isleños entre el 1° de enero y el 31 de octubre.

Los registros de la Comisión para los Refugiados también confirman la tendencia: hasta comienzos de este mes habían solicitado el refugio unos 9.000 cubanos, un 50% más que el año pasado, lo que constituye un nuevo récord.

Esas piernas que pedalean con fuerza en las subidas de Montevideo, a pura tracción a sangre, esas manos de uñas pintadas que alcanzan el vaso de agua a un viejito en cama, esas miradas atentas de los guardias de seguridad privados son, cada vez más, cubanas.

Puede que muchos los confundan con otros caribeños, salvo cuando al hablar deslizan la “La” o preguntan dónde queda la parada de la “guagua”, pero de cada diez que le llevan el chivito bien uruguayo a su casa, cuatro son made in Cuba.

La cédula es lo primero que tienen los inmigrantes en Uruguay. Foto: Gerardo Pérez.
La cédula es lo primero que tienen los inmigrantes en Uruguay. Foto: Gerardo Pérez.

Y lo más probable es que antes de llevarle ese chivito, ese mismo delivery haya tenido que ingeniárselas para pagarse una cama en una modesta pensión (el 90% vive en esas condiciones según la investigadora Silvia Facal), y antes haya tenido que solicitar el refugio para entrar legalmente al país, y antes haya tenido que atravesar todo Brasil guiado por alguna red de tráfico de personas, y antes haya tenido que dejar parte de su familia para irse a Guyana donde empezaría la aventura, y antes haya tenido que ahorrar demasiado dinero -por lo general con venta de ropa en el mercado negro de la isla- para costearse el pasaje. Y antes, mucho antes, haya soñado...

Un “sueño americano” que, tras las medidas restrictivas de Donald Trump, está virando hacia el “sueño sudamericano”.

La inmigración cubana es la síntesis de “lo mejor” y “lo peor” del sistema migratorio uruguayo. El país les abre las puertas y no los rechaza. Les brinda en pocas semanas el documento de identidad (curiosamente demoran menos los solicitantes de refugio que los cubanos que entrar con una visa). Y con la cédula ya tienen acceso a las prestaciones de salud, de educación y un trabajo formal. Hasta aquí es todo al pie de la letra de la Constitución: “Los habitantes de la República (no se discrimina por nacionalidad) tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida”. Pero…

La propia imposición de una visa es la excusa para que se hayan montado redes que trafican con las personas. La falta de cuentas bancarias u otras garantías, obliga a los cubanos a recaer en pensiones, muchas de las cuales ni siquiera figuran en el registro oficial. “Les terminan cobrando más de $ 6.000 por una cama en una pieza compartida con otros seis compatriotas, a veces siquiera tienen agua caliente”, cuenta Yoendris Lastre, presidente de la Asociación de Residentes Cubanos en Uruguay. Los excesivos gastos los llevan a buscar trabajos cuanto antes. La casi mayoría acaba empleada en el sector de servicios (cuidados de adultos mayores, seguridad privada y delivery), y terminan sobrecalificados para las labores que desempeñan.

Silvia Facal y Belén Casal vienen siguiendo hace meses este flujo inmigratorio, y el venezolano, y de sus entrevistas se constata que “la mayoría llega con el título de bachiller e incluso universitario”, pero trabaja en empleos para los que el mercado exige “mucha menos formación”.

Infografía: por dónde entraron los cubanos.

Sucede que los inmigrantes suelen ocupar aquellos cargos que la sociedad de acogida deja vacíos -por desinterés de los lugareños o por falta de población-, así lo demuestran las teorías demográficas y lo constata la realidad uruguaya. Hasta ahora no hay siquiera una evidencia de que en Uruguay “los extranjeros quiten el trabajo”.

Los investigadores insisten en este concepto, pero la cantidad de estudios locales al respecto es aún limitada. ¿Por qué? Los académicos especializados en el área se cuentan con los dedos de las manos. Pero, otra vez, los cubanos ponen en evidencia los problemas del sistema: hay pocos datos y los que existen son de dudosa calidad.

La Encuesta Continua de Hogares no toma en cuenta a aquellos que habitan en pensiones (la encuesta no fue pensada para eso). Las residencias, según el país de origen, dependen de organismos (y estadísticas) distintas. El BPS registra por cédula y no toma en cuenta la nacionalidad para conocer el mercado de trabajo y así...

Los demógrafos uruguayos, sin embargo, corren con mejor suerte con los datos sanitarios (las estadísticas vitales). Tanto es así que, ya a esta altura, puede decirse que la tasa de fecundidad en el país continúa a la baja y el 2019 acabará con menos de 40.000 nacimientos. En este sentido, insisten los académicos -sobre todo los que tienen una mirada economicista-, la llegada de cada vez más inmigrantes es una buena noticia.

A la inversa, para Cuba es una pésima novedad. Según los colegas de la revista cubana El Estornudo, “la emigración hacia Uruguay se habla en las calles de La Habana, pero el gobierno no hace referencia”. Es que la isla tiene la tasa de fecundidad más baja de la región (1,5 hijos por cada mujer en edad de ser madre) y, para peor, se le van los habitantes en edad de trabajar.

RESPONDE Silvia Facal*

¿Qué impacto e importancia tiene para Uruguay la llegada creciente de población cubana?

La población cubana ha venido a desarrollar tareas que, tras el crecimiento económico de los últimos años, los uruguayos han dejado de hacer. Eso se nota especialmente en el área de los servicios, de ahí que sea una inmigración muy visible en las zonas más céntricas. El problema, aunque está menos constatado, es que algunos empresarios uruguayos terminan aprovechándose de las vulnerabilidades de los recién llegados y los explotan. No les pagan las horas extras, la nocturnidad, bajos salarios y, en menor medida, hemos detectado que amenazan a expulsarlos del país… un disparate. Existe, además, un aporte cultural. Pese a que algunos se quejan de que los caribeños están siempre alegres y escuchan música a todo lo que da, ellos vienen con sus sabores, sus cánticos y su bagaje que alimenta a una sociedad. Ese mismo choque cultural, a veces, les hace cuesta arriba la adaptación escolar y laboral en las primeras semanas. En otros aspectos, los cubanos y uruguayos se parecen demasiado. Son poblaciones acostumbradas a tener pocos hijos y más educadas que el promedio de la región.

*Historiadora e investigadora de la Universidad Católica.

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