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Montevideo entre la escala humana y la desproporción

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Zig -zag aéreo: entre el Palacio Salvo y Antel las variaciones de altura revelan lo hecho entre dos siglos. Foto: Nicolás Pereyra

PAISAJES EN REVISIÓN.

Excesos de normas y excepciones han vuelto errático el crecimiento en altura.

Zig -zag aéreo: entre el Palacio Salvo y Antel las variaciones de altura revelan lo hecho entre dos siglos. Foto: Nicolás Pereyra
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Con el Cerro como ejemplo natural, Montevideo quiso verse a sí misma desde las alturas a partir de la década de 1920. El Palacio Salvo, del italiano Mario Palanti, con sus 95 metros, fue el edificio más alto de Sudamérica cuando terminó de construirse, en 1928, y se mantuvo primero en el ránking durante casi una década, con dos sótanos, planta baja, entrepiso, 10 pisos altos, 16 pisos de torre, más la plataforma del faro.

A las alturas, sin embargo, no por algún plan sino por razones financieras, en ocasiones se le debió poner un tope. Por ejemplo a la torre del Palacio Municipal de 18 de Julio y Ejido, que iba a tener 114 metros y en 1940 se redujo a 77,65.

Y más allá de rutas muy bien pensadas y planeadas como la de la Avenida del Libertador, o la pantalla de Pocitos, pronto Montevideo quedó casi librada al azar, se volvió chata y gris, y postergó su afán de crecimiento hasta escalonarse, en una lógica que aun en épocas de auge de la construcción como la actual continúa reiterándose. Es así que en forma errática y morosa han ido emergiendo edificios elevados en zonificaciones secundarias, solitarios, o en avenidas que marcaron un sur y un norte hace muchos años, como el Plan Regulador de 1912, o el Plan Fabini de 1928, cuando la ciudad no tenía más de 650.000 habitantes.

Orillas.

Al amparo de la más reciente ley de Vivienda Social, en barrios como Palermo o Sur, aparecieron últimamente edificaciones de altura destacables. Pero eso, si bien dinamiza parajes de la ciudad, parece fijar desproporciones.

En Buenos Aires, por ejemplo, si bien los "mapas" son diversos, para evitar esta realidad se ha propuesto y discute una reforma de códigos urbanísticos buscando evitar desproporciones violentas en el trazado urbano, como ser la presencia de una torre junto a una casa, intentando garantizar las identidades barriales ya bastante disminuidas en algunos casos y hasta para aprovechar mejor los espacios de los departamentos.

Se determina, entre más cosas, seis alturas distintas en lugar de las 27 que hay ahora y se dice que la mayor simplificación dará previsibilidad en la construcción evitando los desfasajes excesivos entre torres y viviendas.

En Montevideo, hasta 1998, cuando se aprobó el Plan de Ordenamiento Territorial, así como antes se construían casas que ocupaban terrenos hacia el centro de las manzanas, empezaron a erigirse edificios de altura entre medianeras y, con ellos, entre las décadas de 1950 y 60 hubo cambios culturales en la demanda de vivienda de los sectores medios y altos de la sociedad, fenómeno que en zonas como Punta Carretas dejaba atrás el pintoresquismo de la arquitectura previa para sumarse a la modernidad.

Pero asimismo hubo alteraciones a partir de variantes a la Ley Nacional de Vivienda de 1968, que se evidenciaron durante la dictadura de los 70 y 80 con edificaciones en altura entre medianeras que los especialistas han cuestionado por su calidad arquitectónica, y que se encuentran en toda la trama de la ciudad, proyectando ya segregación espacial, como los grandes conjuntos habitacionales de Euskalerría o el Complejo América.

De algún modo, en la actualidad, las excepciones para construir en altura también han colaborado para salpicar la ciudad de edificaciones más allá de los entramados locales, auspiciando otra vez tensiones llamativas.

Últimos tiempos: las torres del WTC que dinamizaron el paisaje a pocas cuadras del Río de la Plata. Foto: Gabriel Rodríguez
Las torres del WTC que dinamizaron el paisaje. Foto: Gabriel Rodríguez

Sustituciones.

Entre leyes y ordenanzas municipales que establecen en Montevideo un arsenal imponente de alturas permitidas según los barrios, las calles, las esquinas o las plazas, a lo largo de décadas la ciudad optó por extenderse en una trama de decenas de barrios, y el crecimiento vertical solo se aceleró en algunos sitios, principalmente en la segunda mitad del siglo XX, después de que entrara en vigencia la ley de Propiedad Horizontal de 1947, que derivó en el incremento de la especulación inmobiliaria como motor de desarrollo de la construcción y, por tanto, de una sustitución tipológica en algunos lugares.

De 1958, por ejemplo, es el Edificio Ciudadela, proyecto del arquitecto Raúl Sichero que quedó construido en 1963, llegando a 90 metros gracias a una excepción de la ordenanza que definía 45 metros de altura en los cuatro frentes.

En una Plaza Independencia también escalonada, el otro gigante es el Hotel Radisson Victoria Plaza, con un edificio original de 1952 y un segundo de 1996 que pasan los 100 metros.

Lo más parecido al Empire State que exhibe Montevideo es el Palacio Díaz, de 18 y Ejido, un clásico del art déco de 1929, pero que solo tiene 18 pisos, 3 ascensores, 75 apartamentos y unos 70 metros de altura. Se concibió como edificio de rentas y es un antecedente de las torres de apartamentos que han resurgido en los últimos tiempos, aunque estas con una arquitectura más bien concentrada en los servicios.

El shopping del Palacio Díaz era el propio Centro, a cielo abierto.

En la actualidad, en Montevideo existen otros shoppings y múltiples centralidades, como lo marcan las dos torres de Nuevo Centro, en Bulevar Artigas y Luis Alberto de Herrera, a casi cien metros de altura, con 24 pisos y más de 200 unidades que han duplicado por lo menos el costo del metro cuadrado en el barrio Brazo Oriental.

Algo similar, más perfilado hacia el barrio privado de altura, porque si bien no tiene un shopping a sus pies ofreció muchos servicios o amenities, pasó con las 3 torres Diamantis de 21 pisos, levantadas en la Avenida Rivera y Solano López, en el predio de la vieja Cristalerías del Uruguay, con créditos de 45 millones de dólares otorgados por el Banco República.

En la Aguada: aunque el Plan Fénix naufragó, la torre de Antel se impuso y es el edificio más alto de Montevideo. Foto: Gabriel Rodríguez
La torre de Antel se impuso y es el edificio más alto de Montevideo. Foto: Gabriel Rodríguez

Límites y permisos.

Para construir algunos de estos edificios, como tantos otros que superan la altura autorizada, los inversores debieron pedir a la IMM una excepción que obliga a pagar el 10% de la ganancia lograda por el mayor aprovechamiento del espacio.

Si la altura máxima fuese de 5 pisos y se hacen 15, el inversor pagará el 10% por la ganancia de diez pisos, una cifra por cierto millonaria en dólares, que a veces se compensa con obras, como ser el tanque colector de aguas pluviales que en Diamantis se hizo en 2012 y eliminó las inundaciones al sur de Rivera, cuando llovía copiosamente.

Entre lo determinado en planes generales y planes parciales, o los planes especiales para algunos barrios (como Ciudad Vieja, Parque Batlle o Carrasco) y el digesto municipal, la variedad de alturas, entre las previstas como máximas y las obligatorias es gigantesca.

Para toda la Avenida 18 de Julio y el área de influencia rige 36 metros de altura máxima, pudiendo realizarse gálibo de 3,50 metros. Pero hacia Avenida del Libertador (Plaza Fabini), costado sur y esquinas sureste y suroeste, la altura máxima es de 43,33 metros, y de 50,96 metros en el lado norte. Al llegar a Plaza Cagancha la máxima sube a 39,09 metros.

En Plaza Independencia, por su parte, rige una normativa patrimonial y una altura obligatoria de 42 metros referida al nivel del pavimento en el cruce del eje de la Avenida 18 de Julio y la prolongación de la alineación este.

Saliendo de la zona céntrica, hacia General Flores, para el tramo comprendido entre la calle Isidoro de María y Garibaldi rige una altura máxima de 31 metros pero entre esta avenida y Luis Alberto de Herrera la máxima es de 16,50 metros. Y entre ex Propios y Hortiguera baja a 9 metros.

Los máximos de alturas guardan relación además con el ancho de las calles. Sin embargo, ante el mismo ancho no cesan las variantes. En Libertador, desde Colonia a Mercedes, para el costado sureste, 40 metros y para el noroeste 50 metros. desde Venezuela a Madrid desciende a 29 metros.

Para la Rambla Sur, entre la calle Ciudadela y la calle Salto rige una altura máxima de 9 metros y para el resto se establece una altura máxima de 16,50. Las oscilaciones se dan en otros puntos de la rambla, al pasar de Pocitos a Buceo, Malvín o a Carrasco, y también en todas las avenidas y bulevares.

Mientras tanto, la ciudad se da el lujo de tener corredores principales con pésima o escasa arquitectura y población, por ejemplo Avenida Italia o también 8 de Octubre.

Del Palacio Salvo y Antel hasta las torres WTC

En las primeras décadas del siglo XX, Montevideo ofrecía pocos edificios de altura para admirar, pero los fue sumando de a poco, aunque terminó desarrollando su expansión en superficie y no en altura. La torre de Antel vino a sumarse al paisaje pero ya entrado este siglo XXI, como lo han venido haciendo, por ejemplo las torres del WTC. La 1 y la 2, de 23 pisos o la 4, que tiene fachadas de "curtain wall" de última generación que aseguran vistas panorámicas excepcionales a la vez que proponen una solución eficiente al ahorro de energía y aislamiento acústico. Esta edificación, que pasó a convertirse en la torre privada más alta del Uruguay, con 40 pisos y aproximadamente 126 metros de altura pone más en evidencia una ciudad baja, con un exceso de normas que deriva en un paisaje escalonado en exceso.

Religión, fútbol y salud en las alturas

En medio de los tiempos locos de 1920 y aproximándose a la celebración por los cien años de la república, un proyecto no pensado para vivienda sino para oficinas fue el Edificio Centenario, ubicado en 25 de Mayo 555 esquina Ituzaingó, obra de los arquitectos Octavio de los Campos, Milton Puente e Hipólito Tournier. Esta muestra de vanguardismo o de una modernidad audaz, adelantada, que data de 1929 y es Monumento Histórico desde 1989, sobresalió entonces con sus diez pisos en la Ciudad Vieja, como también la torre del Edificio de la Dirección Nacional de Aduanas, en la Rambla 25 de Agosto, que pasa los 70 metros, coronada por una particular cúpula de vidrio, desde la cual puede admirarse la bahía.

Esta construcción de un recién titulado arquitecto Jorge Herrán también estuvo proyectada en los ´20 y fue en 1931 que se habilitó completamente, un año después de la inauguración de otro ícono a través del cual los uruguayos expresaban su sensación (y convicción) de estar tocando el cielo con las manos: la Torre de los Homenajes del Estadio Centenario, obra de 100 metros de altura, del arquitecto Juan Scasso.

Antes de esas edificaciones civiles, y sin contar la Fortaleza del Cerro, hubo puntos altos en la ciudad pero vinculados a lo religioso; el mayor fue la torre de la Iglesia de San Francisco, inaugurada en 1875 y terminada en 1895 en base al proyecto de Victor Rabú, ganador del primer concurso público de arquitectura realizado en Uruguay.

Con su campanario románico, encima de una estructura medieval con toques goticistas, esa iglesia tiene un perfil característico que permite aún hoy su identificación desde diversos lugares, como también se logra con el Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús, pero en este caso con la colaboración del pequeño cerro de 72 metros sobre el cual se erigió, en los ejes de Batlle y Ordóñez, General Flores y Burgues. Es otro fantástico Monumento Histórico cuya primera etapa quedó completada entre los años 1926 y 1938.

El mundo de la salud tampoco quedó al margen de ese empuje hacia arriba. El 24 de diciembre de 1930 se colocó la piedra fundamental del futuro Hospital de Clínicas, que debió esperar a 1953 para recibir a sus primeros pacientes. Se trata de un edificio de 97 metros de altura, que a la vez está en un terreno a 24 metros sobre el nivel del mar, y sostenido por 36 columnas.

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