Santa Lucía tiene centro modelo de rehabilitación para adictos

Sanatorio Mitre. Funciona desde hace cinco meses | Pertenece al Círculo Católico, que buscaba abrirlo desde hace 4 años | El 90% de los pacientes del centro se ha mantenido en abstinencia

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CANELONES | PATRICIA MANGO

El 90% de los pacientes que se atienden en el Sanatorio Mitre - primer centro para el tratamiento de adictos a drogas en Santa Lucía- se ha mantenido en abstinencia y continúa yendo a las policlínicas. El centro lleva cinco meses en funcionamiento.

El éxito en los tratamientos es un "aliento" para las autoridades del Círculo Católico, que esperaron cuatro años para poder abrir una clínica que brinde atención a personas adictas. Con esta iniciativa se pretende "reinsertar" al paciente y a su familia lejos de las adicciones y "mostrarles que hay otro camino", comentó a El País Leonardo Cipriani, adjunto a la Dirección Técnica de la clínica.

Una de las premisas del equipo médico es "no juzgar" a la persona que llega y "demostrarle que se puede hacer algo" para mejorar su calidad de vida. En definitiva es, según Cipriani, entender a la adicción como una enfermedad y buscar un tratamiento para curarla.

En la clínica se le explica al paciente y su familia que la recuperación no sólo depende de la farmacología sino también de la educación y la contención que reciba el adicto.

Para el equipo se trata, además, de mostrar "cómo católicos que existe Dios y que eso marca el camino", agregó.

ACTIVIDADES. En el Sanatorio Mitre los pacientes no conocen lo que es el ocio porque tienen todo tipo de actividades. Hacen laboterapia, tienen computadoras donde aprenden informática (los contenidos que manipulan en Internet son controlados), música (órgano, batería y guitarra), gimnasio y cocina.

Los pacientes no manipulan elementos peligrosos y las instalaciones del centro tienen medidas de seguridad. No hay elementos corto punzantes como cuchillos ni artículos que puedan convertirse en tales, como espejos. Las ventanas no tienen vidrios sino láminas de policarbonato y no se rompen.

La casona donde funciona el sanatorio está pintada íntegramente de colores claros; el blanco es el color predominante. Los ambientes tienen mesas, sillas, televisores y hay una innumerable cantidad de ventanas por donde entra la luz natural, que le da un aspecto acogedor a toda la clínica.

En el patio interno se escucha una cumbia, que sale de un mini radiograbador apoyado en una mesa que está rodeada por jóvenes. Un piso más arriba, otro grupo está entre aparatos de gimnasia e instrumentos musicales. Allí en una pizarra se informa: "Horarios de termo y mate de 8 a 12 y de 16 a 19" y alrededor hay cientos de mensajes escritos a mano, vinculados a la situación que allí se vive.

En el Mitre hay cuatro habitaciones de aislamiento, por si es necesario para los primeros "momentos de desintoxicación aguda" de algún paciente. Generalmente son cinco días de abstinencia y desintoxicación. "Puede ser que la persona esté agresiva y por eso se aísla de forma física y con medicación", explicó el médico.

La internación es voluntaria ya que se entiende que no tiene éxito si se hace por la fuerza. También hay un tratamiento ambulatorio que lo realizan dos psiquiatras y un sicólogo. Ellos seleccionan a los pacientes que necesitan ser internados.

El Sanatorio Mitre es el único centro del estilo que hay en el país. Desde que comenzó a funcionar han pasado 18 pacientes por el ambulatorio, que no han requerido internación y 27 que sí. Las edades de los pacientes van desde los 13 a los 42 años y tenían diferentes adicciones, ya sea drogas legales (alcohol) o ilegales como pasta base. Esta última es "por lejos" la que lidera en materia de números.

Según comentaron a El País, hubo un paciente que estuvo internado hasta 96 días. "Ese ha sido el pico máximo. No hay nada estipulado sobre el tiempo, se adecua a la necesidad del paciente", comentó Cipriani.

Enfrentar otra vez el exterior, una vez que el tratamiento termina es uno de los pasos más complicados. Más allá de la contención y del tratamiento ambulatorio, la familia también es parte de la rehabilitación extramuros. El 90% de los internos se ha mantenido en abstinencia, sigue yendo a las policlínicas y cumple el tratamiento ambulatorio. Tres personas tuvieron que volver al centro.

El médico dijo que la reincidencia o el abandono de tratamiento tienen que ver básicamente con la vuelta al entorno. La más joven que está en el centro tiene 13 años. Fue derivada por el INAU e internada por un juez. La chica cometió delitos vinculados al consumo. Intentó fugarse varias veces.

Cipriani aseguró que, en 90 días que lleva de internación, "ha demostrando una adhesión al tratamiento fundamentalmente en la terapia de grupo". "A la larga y quizá hasta por cansancio, se terminó abriendo", afirmó.

INAU: Derivó al centro a una adolescente de 13 años, que cometió delitos por el consumo.

"Te lleva a robar, la tumba o a la cárcel"

Sebastián, 29 años, es de Montevideo y por tercera vez vivía en la calle cuando escuchó a su madre y decidió internarse, hace de esto, dos semanas.

"Un día estaba revolviendo una volqueta. Buscaba cosas para comer, vender o cambiar por drogas", cuenta. Cuando se bajó y dio vuelta, su madre estaba parada detrás. Ella le dijo que quería internarlo, ayudarlo. Y él, por tercera vez, accedió.

En el Sanatorio Mitre encontró un "grupo compañero, unido". Tras una "experiencia muy fea", en los días de internación que lleva, se siente en el "lugar correcto".

Su vínculo con la droga comenzó hace 14 años, es decir a los 15 años. Llegó un momento en que su madre no lo soportó más y lo echó, relata el propio Sebastián.

"Nunca la robé, pero dormía todo el día y salía de noche. No hacía nada".

Ha pasado grandes períodos de consumo. Ahora, sobrio, sentencia que "el que es drogadicto tiene que recurrir a otra persona o a un centro de rehabilitación, solo no se pude salir nunca".

Estar en el Sanatorio Mitre colabora con su voluntad de salir adelante.

En la vida "me he tropezado muchas veces, me ha cambiado la forma de ser, el carácter. Ahora me llevo mejor con la familia".

Es el único de cuatro hermanos que tiene el vicio. Confiesa que la suya con la droga es una batalla "muy difícil, uno sabe que es enfermo y tiene que luchar contra eso hasta el día que muera. Yo les diría que vayan a un lugar porque solo no se puede. No se mientan a ustedes mismos es lo peor que uno puede hacer. Te lleva a robar, a una situación de calle y peores cosas: la tumba o la cárcel".

"Me metí en drogas y quiero salir"

Gonzalo dice que en el Mitre recibió "apoyo verdadero"

"Estoy acá para recuperarme, me metí en las drogas, me enrosqué para el carajo y quiero salir". Así se presenta Gonzalo ante El País sin hacer ninguna pausa. Y agrega: "Por mí, por mi hijo, por mi familia, por los muchachos que están acá".

Su día transcurre "en paz" pero "en movimiento". Se levanta a las 8 horas, desayuna, toma su medicación y se da "un bañulo".

Luego viene un paseo a un lugar "arbolado, tipo un parque" del que no sabe su nombre. "No soy de acá, soy de Soriano", dice.

En el sanatorio, afirma, se reencontró con su pasión: el deporte. Además dice que en Santa Lucía encontró "apoyo verdadero" de un siquiatra que "presta los oídos para que yo cuente mi rollo".

Gonzalo reconoce que estaba "en la lona, azul, menos cero". Pero ahora sabe que queda poco y piensa en su futuro. "Quiero volver al fisicoculturismo, el fútbol y bicicleta", cuenta sonriente.

El joven "extraña" a su familia, pero sabe que "necesita esto" para reinsertarse en su trabajo de chacrero. "Ahora me falta ponerme los huevos y a trabajar", dijo.

Los tíos de Gonzalo, Reinaldo Laborda y Marisela Robaina se habían dado cuenta hace tiempo que estaba "distante". Últimamente, dicen, se notaba más porque es muy familiero, pero cada vez que había una reunión él se iba. Ellos viven a ocho kilómetros de Soriano y a 20 de la casa de Gonzalo.

Sin que nadie le preguntara, fue el joven el que decidió abrirse. "Habla más con la tía (Marisela) que conmigo", confiesa Reinaldo.

Fue a ella a quien le dijo que se drogaba y qué cosas consumía. Como quería liberarse se "escapó" a la casa de sus tíos donde, además, podía pescar.

Si bien no cometió delito, Gonzalo hizo cosas contra sí mismo, comentó la tía sin entrar en detalles.

"La familia de él, está abroquelada detrás de él. Si está acá es porque mis hermanas y yo hemos estado todos en contacto para buscarle una solución", agrega.

Los tíos del joven confiesan que tienen temor al día después que termine la internación. Él mismo pidió ayuda a su siquiatra.

"Está agradecido, le gusta el lugar", dice Marisela a 15 días de la internación de su sobrino. El País coincidió con la pareja en el sanatorio, adonde llegaron de paso, porque volvían de Montevideo a Soriano. "No lo notamos ni ansioso ni triste. Pensamos que iba a pedirnos que lo lleváramos pero no fue así", cuenta Reinaldo.

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