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Repartidores, trabajar esquivando el gatillo

El trabajo de repartidor es cada vez más peligroso. Los distribuidores se volvieron un objetivo de los delincuentes porque cumplen con algunas características que los hacen presumir que el delito será exitoso: tienen plata y mercadería, muchos andan solos y no son del barrio, o sea, no hay por qué respetar ningún código con ellos.

Las primeras horas de la mañana ya reflejaban que sería un sábado caluroso. Pero nada importaba: era el penúltimo día de trabajo antes de unas buenas vacaciones en familia. Así que cargó su camioneta Daewoo Damas “hasta la manija” de mercadería y salió.

Javier Soria era un conocido distribuidor en la zona de Colón, Conciliación, Los Boulevares y el Cerro. Trabajaba desde hacía por lo menos diez años como fletero de distintas distribuidoras: entregaba los pedidos y ganaba una comisión; cuanto más trabajaba mejor para su bolsillo.

Ese sábado, sobre el mediodía, le tocó entregarle el pedido a Juan, el dueño de un humilde y pequeño almacén en Aparicio Saravia y camino Lecocq. Un cliente fiel.

El barrio estaba alborotado por la clásica feria. Al llegar, como de costumbre, subió la camioneta a la vereda con la parte delantera mirando al comercio. Bajó, dio la vuelta por detrás, abrió la puerta corrediza que está en el lateral y sacó la mercadería.

Tras una breve charla, que incluyó la inseguridad del barrio y las futuras vacaciones, recibió el pago. Se despidió y cuando Javier dio vuelta la camioneta para subirse y marchar, lo estaban esperando.

Eran tres y estaban dispuestos a matar.

“A él ya lo habían robado y había estado en situaciones tensas con delincuentes. Era muy temperamental, no se dejaba impresionar ni robar fácilmente”, dice el almacenero que ya ha visto cómo le robaban a cuatro o cinco repartidores en la puerta de su negocio, además de sufrir él mismo una rapiña a mano armada a pesar de trabajar tras las rejas.

Ese día no fue la excepción; fiel a su temperamento Javier forcejeó con los delincuentes. Uno logró sacarle su arma, mientras exigían el dinero. Javier se vio perdido y corrió. “Tirale de una vez”, gritó uno de los delincuentes a su compañero y este no dudó. Apretó dos veces el gatillo y Javier cayó. Un disparo dio en la nuca y lo mató al instante.

Él era uno de los cientos de distribuidores que todos los días salen a la calle a trabajar en una actividad que se ha convertido en una ruleta rusa en Montevideo y la zona metropolitana. Todos los días “se la dan” a uno distinto, según ellos mismos dicen. Saben que uno de ellos puede ser el próximo.

Los partes policiales que llegan a los medios de comunicación, que no incluyen todas las denuncias, lo confirman. Según un relevamiento de los partes en los últimos treinta días hubo 20 robos a repartidores.

En todos los casos fueron amenazados con armas de fuego y el robo fue cometido, en algunos casos, hasta por seis personas. En la mayoría no hubo heridos pero sí los delincuentes actuaron con violencia.

Si bien la modalidad que se repite con mayor frecuencia es encañonar al trabajador frente a algún comercio, se dieron casos en los que fueron interceptados mientras circulaban por la calle. “Tras doblar en Uruguayana es interceptado por un auto de color gris del que descienden cinco masculinos bien vestidos y portando armas de fuego. Tras hacerlo bajar del vehículo y ponerlo contra él, sin dejar de apuntarle, lo despojan del dinero de la recaudación y de objetos personales”, relata uno de los partes de los primeros días de enero.

Dientes apretados.

Los distribuidores se volvieron un objetivo de los delincuentes porque cumplen con algunas características que los hacen presumir que el delito será exitoso: tienen plata y mercadería, muchos andan solos y no son del barrio, o sea, no hay por qué respetar ningún código con ellos.

“Está bravo en todos lados y a toda hora porque de repente te piden una moneda y cuando te das vuelta te encañonaron, pero hay zonas que se volvieron imposibles”, cuenta un repartidor que prefiere no dar su nombre para evitar problemas con la empresa para la que trabaja.

Su compañero agrega que a ellos los robaron cuatro o cinco veces. “Ahora, cuando llamamos para avisar a la empresa, nos preguntan si estamos bien y nos dicen ‘bueno sigan’. Solo cuando nos roban una cifra grande hacemos la denuncia porque total, queda en nada. Un día fui a la seccional y el policía que me atendió me dice ‘no vengan más, ustedes son el quinto camión robado del día’”, relata.

A pesar que muchos ya fueron robados y sienten temor no tienen otra opción que apretar los dientes y salir porque, como dice el refrán, la necesidad tiene cara de hereje. “¿Y qué vas a hacer? Tenés que seguir, hay que trabajar, no tenés otra”, dice resignado un repartidor frente al comercio en el que hace algunos día fue asesinado Javier.

“Hay muchos comercios chiquitos, humildes, que ni siquiera tienen carteles, metidos en el medio de los asentamientos o en zonas realmente jodidas. Pero ¿qué vas a hacer? ¿No le entregás? Son gente de trabajo como uno y si no vas nos perjudicamos todos; pero tampoco podés arriesgar tu vida permanentemente. No es fácil ”, reflexiona.

Muchos distribuidores comentaron que uno de los mecanismos que empezaron a usar de manera espontánea es la alerta entre colegas. “Nos alertamos sobre qué zona está complicada cuando nos cruzamos en algún comercio o en la calle. ‘No vayas por tal barrio o tal otro que hoy la están dando’”, cuenta un proveedor de fideos que trabaja en la zona de Carrasco Norte.

¿Qué hacer?

Aunque parecen haberse intensificado en el último tiempo, los robos a distribuidores no son nuevos.

De hecho, las empresas prueban desde hace algunos años con una serie de medidas que intentan desestimular a los delincuentes. Primero fue la instalación de los cofres de seguridad en los camiones con las llaves en la empresa y un cartel en el vehículo que advierte sobre el punto.

“Esta unidad cuenta con cofre de seguridad; las llaves están en la empresa”, reza el cartel, que pide piedad a los delincuentes.
“No cambiaron nada porque les sirve igual el cambio chico y hay quienes intentan arrancar el cofre entero. A nosotros nos han secuestrado camiones para quedarse con el cofre”, explica un trabajador de Conaprole.

Hay empresas que optaron por no entrar a zonas rojas y entregan la mercadería en un punto acordado con el comerciante y reciben el pago a través de Abitab. Juan lo hacía con algunas firmas pero opina que tampoco era solución ni para él, que tenía que resolver cómo llevar el pedido al almacén, ni para los distribuidores porque igual eran asaltados.

La contratación de un policía o guardia de seguridad también forma parte de la batería de medidas. Montevideo Refrescos, por ejemplo, tiene desde el año 2012 un acuerdo con el Ministerio del Interior por el que cuenta con un policía en moto que acompaña a los camiones a zonas rojas.

“Los repartidores le presentan al comisario el recorrido que van a realizar por estos barrios y la comisaría dispone a una patrulla con un efectivo motorizado y otro a pie. Se los acompaña en aquellas zonas donde más han sido asaltados, básicamente las seccionales 16 y 18 son las que están implementando estas acciones”, había informado en su momento la Jefatura de Policía de Montevideo a El País. En la empresa declinaron comentar cómo funciona el sistema.

Otros distribuidores informaron que el Ministerio del Interior ya no les da el servicio 223 y que tampoco pueden contratar un policía “por fuera” porque los agentes están impedidos de aceptar este tipo de tareas.

“Cuando venís muy mal te acompañan pero una semana, entonces morís en una empresa de seguridad donde no siempre están capacitados, muchos no pueden tener armas y los delincuentes lo saben. Ellos están más que capacitados. Es más, muchas veces te arriesgás más yendo con un policía o con un guardia porque lo ven y ya directamente te disparan”, dice Natalia Pena, vocera de la Unión de Distribuidores de Conaprole.

Empresas de seguridad consultadas por El País dijeron que brindan servicio disuasorios a distintas firmas que los destinan a los repartos de mercadería. Fuentes de Prosegur, por ejemplo, aseguraron que tanto las consultas como la contratación de este tipo de servicios registró un “leve aumento” en los últimos meses.

El costo que implica para la empresa contratar este tipo de servicios es después volcado en el precio del producto. Este es el caso de Conaprole que, según reconoció Pena, debió aumentar los costos para protegerse además de limitar el acceso a los puntos de venta que están en zonas rojas.

“En la noche nosotros visitamos al 70% de los clientes y eso nos lleva a que hay zonas a las que no llegamos porque si no quedamos muy expuestos”, asegura Pena y de inmediato agrega: “Tampoco es porque sea de noche porque una de las últimas rapiñas que tuvimos fue a las 13 horas y con tres personas arriba del camión”.

Hay empresas que reconocen que pensaron en poner un guardia en sus camiones pero están impedidos por la capacidad de sus vehículos y la actual normativa de tránsito. “Si subo una persona más estoy violando la normativa de tránsito y ahí me meto en otro problema”, explicó el dueño de un reparto de chacinados Cattivelli.

La Confederación de Federaciones y Sindicatos de la Alimentación del Uruguay (Cofesa) tiene arriba de la mesa una nueva propuesta que analiza con la Federación de Transporte de Bebidas (Fetrabe): eliminar el dinero de los camiones aprovechando la Ley de Inclusión Financiera.

“Todos los negocios van a tener que trabajar con débito así que podría ser una buena solución que se pague con débito y eliminamos el dinero. Estamos analizándolo y la idea es planteárselo a las empresas”, explicó el integrante de Cofesa, Jorge González.

El sindicalista reconoció que ya han aparecido algunas resistencias a la propuesta, incluso entre los trabajadores. “Hay cajas chicas y propinas que no podrían ser incluidas en el pago por débito”, explico.
Pena, por su parte, no lo ve como una solución. “En nuestro caso que visitamos 1.000 clientes por día nos volveríamos locos para controlarlo. Además, solucionamos el no manejo de dinero en el camión pero después te van a empezar a robar a la salida del cajero. Lo que hay que hacer es modificar las leyes y potestades de los jueces”, afirmó con bronca.

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InseguridadViviana Ruggiero

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