Redacción El País
Valeria Ripoll fue anunciada este domingo de noche como la compañera de Álvaro Delgado en la fórmula presidencial del Partido Nacional, luego de que el exsecretario de la Presidencia ganara las elecciones internas.
Histórica dirigente de la Asociación de Empleados y Obreros Municipales (Adeom), renunció hace algunos meses y sus últimas apariciones públicas fueron principalmente como panelista en un programa de televisión, Esta boca es mía (Teledoce).
Tras el anuncio de Delgado, recordamos un perfil realizado por la periodista Mariangel Solomita publicado en El País el 30 de marzo de este año, luego de su unión al Partido Nacional.
“Voy por los desencantados”
La versión nacionalista de Valeria Ripoll hace su entrada en el hotel Radisson enfundada en una camisa celeste, cuya tela resplandeciente ilumina su rostro. En el escote asoma otro brillo: un collar sostiene una piedra azulada que más que una joya impone protección. Es un tono más intenso que el celeste de la cartera, que acomoda a su lado mientras le devuelve el saludo a un empleado del hotel, un saludo que es un acto reflejo, ese resorte cholulo que se activa cuando nos cruzamos con una figura pública.
Llega tarde a nuestra cita, lo que además retrasará su presencia en “una actividad de mujeres” que la tendrá de oradora. Es una de las decenas de invitaciones que recibió en el mes de marzo. Desde que se unió al Partido Nacional, apoyando al precandidato Álvaro Delgado en la lista 5 del flamante sector El futuro es D Centro, Ripoll está más requerida que nunca.
—Después de que me fui de Adeom recuperé por lo menos el tener horario. O sea, el saber cómo iba a ser mi día —dice.
No dice: lanza.
Aunque tiene una agenda más ordenada, el tiempo no le alcanza para colocarse sus memorables uñas postizas. Que eran sus garras. En cambio, ahora las manos son un manojo de dedos destrozados a mordiscos, las víctimas de la tensión que Ripoll disimula tirando —siempre que puede— el primer golpe. Empieza por los que la acusan de haber pasado 10 de los 15 años que integró la directiva del combativo sindicato municipal sin trabajar.
En marzo pasado, durante las últimas elecciones del gremio, Ripoll le había comunicado a sus compañeros que sería su último período y que posiblemente no llegaría a terminarlo si decidía retomar la política partidaria luego de su pasaje —“traumático”— por el Partido Comunista.
Nadie se sorprendió por la noticia. Ripoll sentía que no le quedaba “espacio para crecer” en el ámbito sindical. Nunca sería, por ejemplo, la presidenta del Pit-Cnt: una ilusión irrealizable “por no pertenecer al Frente Amplio”.
—Me hubiera gustado, primero para que una mujer sea la presidenta y segundo porque creo podría alejarlo de la falta de independencia de clase, ir a buscar a todos esos trabajadores que no se quieren afiliar, porque convengamos que el Pit-Cnt representa a una tercera parte de los trabajadores activos de nuestro país. O sea que algo está pasando, obviamente —dice.
No dice: provoca.
La fama que le dio el sindicalismo no la condujo a convertirse en una dirigente blanca, advierte. El enganche surgió al “descubrir” la “sensibilidad” que cuatro figuras clave del gobierno le demostraron sobre la problemática de las familias con personas diagnosticadas con autismo.
La flechó la vicepresidenta Beatriz Argimón al expresarle su solidaridad cuando en 2019 el BPS le retiró la pensión al mayor de sus tres hijos, Nahuel (16). En plena pandemia, Argimón la apoyó en la creación de la fundación Abrazo azul. La conectó con el presidente Luis Lacalle Pou, que la presentó con el exsecretario de Presidencia Álvaro Delgado, quien a su vez la direccionó con el ministro de Desarrollo Social Martín Lema.
El gobierno tomó nota de algunas de sus propuestas y las implementó. “Esas cuatro personas a mí me dejaron la idea de que los políticos pueden tener empatía y no solo se mueven por votos”, dice. Si el futuro la premia y se cumple su meta de ser diputada, su proyecto inicial será una ley integral de autismo. Pero Ripoll también opina de seguridad y desliza ajustes necesarios en las normas que regulan el consumo del cannabis y los delitos de violencia contra la mujer basados en género.
Es una evidente estrategia de posicionamiento, pero también un efecto de su participación en el programa televisivo Esta boca es mía, que le permitió verse a sí misma fuera del casillero sindical y multiplicó su popularidad.
—La gente te ve diferente cuando empieza a conocer tu opinión en temas de seguridad, de educación, de energía. O sea, cuando ve tus cuestionamientos.
Además de grabar a diario en canal 12, Ripoll trabaja en el despacho de Martín Lema, quien volvió a ocupar su banca en el Parlamento. La movida implicó un pase en comisión. Para la actual cúpula de Adeom, la maniobra encubre un cargo de confianza. Esto motivó que suspendan su afiliación al gremio. Ripoll, por su parte, no cree que su puesto implique militancia política y acusa a sus excolegas de “persecución política”.
El “hostigamiento” sumó un nuevo capítulo cuando Adeom solicitó una auditoria en la Federación Nacional de Municipales, ante la sospecha de irregularidades en su gestión como presidenta.
Ripoll, por estos días, divide bandos. Y aunque la dirigente dice fortalecerse con estos ataques, también desliza que el asunto incluye la dolorosa “traición” de su mejor amiga, la actual secretaria general de Adeom Silvia Tejera, a quien acusa de haber quebrado el proceso que el sindicato llevaba adelante.
Esta etapa amarga la acercó a la senadora Graciela Bianchi, otra exfrenteamplista de lengua filosa.
—Me parece tremenda mina, es una fenómena. Yo me sentí muy abrazada por ella. Más allá de que somos distintas, tenemos vivencias muy parecidas, como lo que nos pasó cuando nos fuimos del Frente Amplio, cómo te tratan de traidora, cómo te persiguen.
Si con el exintendente Daniel Martínez Ripoll transitó una especie de guerra declarada, con Carolina Cosse la relación fue más armoniosa. Le reconoce “la inteligencia” de designar como mediador a Jorge Mesa, una figura “que tiene mucho respeto por la herramienta del sindicato”.
A Cosse la vio tres veces.
—No es una candidata que yo apoyaría, mucho menos porque la respalda el Partido Comunista. Tiene un discurso que no es sano, de no reconocer lo que el otro hace bien. En lugar de enfocarse en dar buenos servicios, desde la intendencia se dedicó a competir contra el gobierno nacional y eso no está bueno.
Yamandú Orsi tampoco se salva.
—Es un buen intendente, pero no un buen candidato: la mitad de las cosas que dice cuando habla no se le entienden, me parece que está guionado.
Ripoll detesta que en una gira se lean discursos. Por ahora Delgado no lo ha hecho, apunta. En sus primeras recorridas como dirigente blanca, centró su mensaje en su salida del Frente Amplio.
—Le cuento a la gente por qué me fui: esto de que el Frente Amplio se te mete en los sindicatos, en el feminismo, en la discapacidad, en todo lo social y se te adueña. Y si vos no compartís, te rompe la herramienta: te quiebra el sindicato y te arma otro paralelo.
La última de estas expresiones habría sucedido durante la marcha del 8M. Ripoll marchó y le gritaron “patrona”. Después salió en defensa de las mujeres judías que se vieron agredidas por uno de los colectivos. En estos quiebres en las militancias es que detecta a “los desencantados”. Va tras ellos. Son los que la van a votar, confía: “La gente que está en una situación parecida a la mía”.