Redacción El País
Uno tiene 29 años, es ingeniero agrónomo, y es wilsonista. A su abuelo lo asesinó el terrorismo de Estado durante la última dictadura militar. El otro tiene 52 es abogado y herrerista. A su tío abuelo lo mató el terrorismo rojo de los maquis, en la Guerra Civil Española. Uno lee a Methol Ferré, y cree en el latinoamericanismo. El otro no cree en nada de eso, y lee a Hayek y a Mises. Desde distintas corrientes, cada uno trabajó por el triunfo electoral nacionalista, que se concretó en 2019. Durante aquellos días de “desolación e incertidumbre” durante la pandemia por covid-19, ambos comenzaron un intercambio epistolar que, entre otras cosas, alimenta la esperanza de ver en marzo de 2025 a otro nacionalista recibiendo la banda de manos de Luis Lacalle Pou. Ese intercambio quedó plasmado en el libro “Blancos. Razón y Corazón. Diálogo entre dos generaciones”, de Ediciones de la Plaza, que se presentó este lunes. Con prólogo de Facundo Ponce De León y epílogo de Juan Martín Posadas sus autores, Santiago Gutiérrez Silva y Tomás Teijeiro, recorren los orígenes de su partido, su épica de triunfos y derrotas, discuten sobre Oribe, Wilson y Herrera, de la razón y la emoción de ser blanco, y de “unir la tremenda fuerza de la tradición con el reclamo urgente de los tiempos nuevos”.
El libro deja en claro esas dos corrientes blancas y sus respectivas visiones, pero también ahonda en un falso antagonismo. “No se puede ser wilsonista sin entender, estudiar y admirar a Herrera. No se puede ser herrerista sin haberse encandilado con el liderazgo, el coraje y el intelecto de Wilson”, dice Gutiérrez. En sus cartas, ambos dialogan sobre el concepto de la “libertad, tan unido a su partido, y también sobre “qué es ser blanco” hoy.
En el libro Gutiérrez y Teijeiro también intercambian sobre el futuro y sobre cómo hacer confluir el proyecto partidario con el proyecto de país. “Quienes pretendan continuar con esta gestión que con orgullo defendemos, deberán apretar el acelerador de los cambios”, afirma Gutiérrez.
Teijeiro, a su vez, coincide en líneas generales con su interlocutor sobre esa serie de cambios que necesita Uruguay: más descentralización, luchar contra la pobreza, mejorar la confianza en sistema político o lograr la seguridad ciudadana. “Creo que nada de todo esto se logra sin una libertad plena. Hacía allí deberíamos ir”, asegura y agrega: “Hacia un proyecto de país que, tal como pasa en la actualidad, cada día haga a los individuos menos dependientes -sobre todo del Estado- y libres, mucho más libres”.
A Gramsci y en la "cancha"
“Aunque parezca que no”, Teijeiro dice que el triunfo del nacionalismo también fue cultural. “¿Qué fuerza política inoculó desde su nacimiento con ansias feroces de libertad a nuestra patria?”, pregunta y responde: “Ese es nuestro legado. De verdad ganamos en la cancha. A Gramsci, entre otros”.
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