Eran más de las 23 horas. Ya se había recreado la sesión histórica del Senado del 26 de junio de 1973, la última antes del golpe del Estado. La última antes de que los militares, hace 50 años, sobre las siete de la mañana del día siguiente y encabezados por los generales Gregorio Álvarez y Esteban Cristi, pisaran tranquilos las baldosas del Palacio Legislativo.
Eran algo más de las 23 y todo el sistema político, dirigentes del oficialismo y la oposición, el presidente Luis Lacalle Pou y los expresidentes José Mujica, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle Herrera, comenzaban a saludarse porque a esa altura de la noche y en el mismo Salón de los Pasos perdidos que cinco décadas atrás sintieron las botas de los militares, había finalizado el canto del himno a cargo del Coro Nacional del Sodre, y los actos del Parlamento llegaba casi a su final.
Varios se mostraban conmocionados.
“Muy bien hecho”, le dijo -agarrándole un brazo- la exsenadora y exvicepresidenta Lucía Topolansky, a Beatriz Argimón, presidenta de la Asamblea General y principal organizadora de lo que había ocurrido. La frenteamplista -que formó parte del MLN-Tupamaros- se refería, en particular, al breve video que se había proyectado, con el Senado en penumbras, resumiendo los discursos de Wilson Ferreira Aldunate (Partido Nacional), Amílcar Vasconcellos (Partido Colorado) y Enrique Rodríguez (Frente Amplio).
“Está bueno difundirlo”, agregó casi gritando Topolansky, pues el bullicio crecía. Argimón, alegre y sonriente, le dijo que sí, por supuesto.
Lo mismo había dicho, al acabar la sesión extraordinaria, la senadora de la oposición Liliam Kechichian, que transmitió sus felicitaciones por el “trabajo magnífico” y pidió que el contenido audiovisual que se había emitido fuera repartido a las 19 Juntas Departamentales, lo cual fue votado sin objeciones.
Las palabras de hace cinco décadas
Fueron tres discursos que ya tenían su lugar en la historia desde hacía tiempo pero que la inteligencia artificial del siglo XXI recreó, puso de relieve, trajo vivos al presente y sus palabras resonaron en el Palacio como un resumen implacable de aquella noche.
Se respetó el orden en que ocurrieron y los fragmentos se seleccionaron con la anuencia de colorados, blancos y frentemplistas que trabajaron al respecto en comisión.
Todos tuvieron su cerrado aplauso, dentro y fuera de cámara, pero también lo tuvo el exvicepresidente Jorge Sapelli, quien no formó parte formalmente de la sesión de esa recordada sesión pues entonces intentaba detener el inminente golpe que terminó dando Juan María Bordaberry, luego de una escalada de deterioro institucional que había comenzado en febrero de ese año, aquel “febrero amargo” del que habló el colorado Vasconcellos. El discurso de Wilson, su última aparición pública antes de su paso a la clandestinidad, tal vez ha sido uno de los más leídos o conocidos. “Perdonarán que yo, antes de retirarme de sala, arroje al rostro de los autores de este atentado, el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo que será, no tengan la menor duda, el vengador de la República: ¡Viva el Partido Nacional!”, decía sobre el final de aquella intervención en una sesión que apenas contaba con la presencia de 16 senadores.
Vasconcellos, igualmente encendido, habló sobre “la inmensa traición” que se cometía entonces contra el Uruguay republicano, que sufría un “odio” contra el que nadie podía “defenderse”, y cerró con un “¡Viva Batlle!”, que atronó en la misma frecuencia e intensidad que la exclamación blanca de Wilson.
“Después de esta jornada aciaga, más allá de todo esto, surgirá un pueblo que, como aquí se ha dicho, no ha nacido para ser esclavo -fueron las palabras reproducidas de Rodríguez- y, en el centro de ese pueblo, que nadie lo dude, que nadie tenga un asomo de duda, estarán las fuerzas que componen el núcleo político que nosotros representamos y dentro de él estará, lo digo con orgullo, con la bandera desplegada en su forma más alta y gallarda, la clase trabajadora del Uruguay que nunca ha fallado a las causas populares y que no fallará ahora”.
Luego de estos truenos fue que vino el momento del himno, y luego los saludos y luego una marcha armónica, sin atropellar, en silencio pacífico, hacia la gran escalinata de la entrada principal del Palacio, que recibió a la multitud, encabezada por el presidente Lacalle Pou, Argimón y el presidente de la Cámara de Diputados, Sebastián Andújar. Desde lo alto -desde donde suele haber una vista amplia a la desembocadura de la Avenida Libertador y la circunvalación del Palacio- solo se veía una neblina espesa y húmeda que no dejaba ver con claridad a una distancia de pocos metros, y la iluminación de la fachada del solemne edificio con los colores del pabellón nacional generaba un ambiente onírico, surreal, en medio de una noche cerrada.
Lacalle Pou se detuvo abajo y volvió a mirar. Bromeó con Argimón -le preguntó si los colores que impactaban la fachada tenían que ver con su “sector político”-, luego compartió sonrisas con Jorge Gandini y Adrián Peña y, cuando comenzaba a caer una suave llovizna, la multitud se dispersó y quedaron solo las velas bordeando la casa de la democracia.
Blancos reivindicaron su rol y fustigaron Pacto del Club Naval
Abarrotado de público, micrófonos y cámaras, el Directorio del Partido Nacional tuvo ayer a la tardecita una sesión solemne en la que se recordó al golpe de Estado a sus 50 años, pero haciendo hincapié en el rol institucional que ejercieron los blancos en aquellos años.
Ladeados por varios legisladores nacionalistas y algunos integrantes del gobierno -como el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, y el ministro de Defensa Nacional, Javier García-, hablaron en nombre del partido -entre otros- su presidente Pablo Iturralde, el exdiputado Carlos Rodríguez Labruna y el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera. Este último dijo que el suyo es “el partido de la legitimidad política por excelencia”, que representa la “defensa de la nacionalidad y la defensa del sufragio”, y que así es como ha actuado en la dictadura y en toda la historia.
Iturralde dijo que el reclamo de “nunca más terrorismo de Estado” debería decirse “sin apellido”. Y que los blancos siempre reclamaron “la libertad de todos los presos políticos” y no han tenido “nada que ver con la violación de los derechos humanos”.
Rodríguez sostuvo que el Partido Nacional siempre fue opositor: estuvo “en contra de los comunicados (4 y 7) y en contra del Pacto del Club Naval, que se hizo contra Wilson (Ferreira Aldunate)”. En las elecciones de 1984 no pudieron participar Wilson, ni Líber Seregni (FA), ni Jorge Batlle (colorado), por estar proscriptos.