Obesidad mental

| Existen factores psicológicos que determinan la obesidad y explican los mecanismos que llevan a comer en exceso

Dr. Eduardo Casanova.

Médico internista de UCM

Parecería poco comprensible comparar una afección relativamente benigna, como se estima que es la obesidad, con una enfermedad tan grave como el Sida. Sin embargo tienen algo en común: así como el Sida por inmunodepresión no permite al individuo reconocer el agente que le agrede, la obesidad por mecanismos psicológicos es ignorada y tolerada en sus efectos morbosos.

La subestimación de los efectos dañinos de la obesidad a veces es causada por un defecto de información, y en otros casos, por un fenómeno cultural que banaliza la entidad tomando el sobrepeso como si fuese una situación graciosa e intrascendente. Se ignoran los efectos, a veces mortales, a nivel cardiovascular y respiratorio. Se desprecia como factor de riesgo de muerte en estrecha vinculación con las dislipemias, la diabetes y la hipertensión arterial. Se soslaya como causante de invalidez por compromiso osteoarticular (artrosis). La letra de la canción expresa esta actitud psicológica y cultural ante la sobrecarga adiposa: "vos sos un gordo bueno, alegre y divertido". Traduce con elocuencia esa situación en que las defensas psicológicas se deprimen tanto como las inmunitarias en el caso del Sida. La obesidad, no como enfermedad con riesgo de muerte sino como una situación "alegre y divertida".

Las nefastas consecuencias de la obesidad, cardiovasculares, respiratorias, articulares y metabólicas no son advertidas porque no existe un adecuado acondicionamiento psicológico. Sin embargo, estos factores psicológicos actúan no sólo enmascarando la enfermedad sino determinándola: explican también los mecanismos que llevan a comer en exceso.

DAÑO. La afirmación de que se llega a la tumba a través de la obesidad no es exagerada, como tampoco que se consigue comiendo en exceso. La misma psicología que predispone a subestimar el efecto morboso de la obesidad se vincula a esta tendencia, que no es puramente biológica, de comer en exceso.

Si bien es cierto que algunos alimentos (como las grasas y las harinas) son más ricos en calorías que otros, el problema del obeso no suele estar sólo en la "calidad" sino en la "cantidad" de lo que come. La voracidad con que se ingieren los alimentos impide realizar un adecuado discernimiento de la cantidad y de la calidad de lo que se come. El llamado "oralismo" es el elemento psicológico que está en la base de esa voracidad difícil de saciar. A su vez, el oralismo es la manifestación de un estado de ansiedad basal, con empujes, que llevan a fumar más o a comer más.

Es un hecho comprobable que se fuma más cuando se está más nervioso, porque se tiende a llevar a la boca más cigarrillos. También se comprueba que se engorda al dejar de fumar, pues se compensa el oralismo comiendo.

Un exceso de ingesta de comida con bajas calorías no produciría el mismo aumento de las reservas de grasa que una comida hipercalórica, sin embargo, en la práctica será muy difícil mantener un equilibrio dietético adecuado. Ello se debe a que el impulso que lleva a la voracidad es difícilmente regulable y poco compatible con el discernimiento de los requerimientos dietéticos adecuados. Además, junto con el oralismo actúa un mecanismo de auto-gratificación que lleva a agregar al alimento hipocalórico una cantidad de condimentos y aditamentos (aceites y salsas) que lo transformarán en hipercalórico.

AGUA EN LA BOCA. Quienes sostienen que las únicas glándulas involucradas en el proceso de engordar son las glándulas salivales, comprenden mejor el rol de los factores psicológicos en la obesidad. La saliva sólo se segrega ante la comida y cuando ésta es ingerida, al obeso suele hacérsele agua la boca y engorda porque come en exceso.

Todos conocemos personas gordas que aseguran que comen muy poco y que nos hacen dudar de la certeza de la afirmación precedente: ¿es posible que se engorde comiendo muy poco? La respuesta quizá no sea simple porque admite más de una explicación, y porque también admite variaciones individuales. Sin embargo puede encontrarse un común denominador que permite mantener la afirmación inicial: en todos los casos existe una ingesta de alimentos relativamente alta, superior a la que se estima o a la que se requiere.

En algunos casos los factores psicológicos que enmascaran la obesidad como enfermedad, también disimulan la real cuantía de las ingestas. El apetito acrecentado del obeso no se sacia aún comiendo en exceso y hace aparecer la dieta como escasa.

El segundo factor que relativiza el ingreso calórico haciéndolo alto, se debe a un egreso de calorías bajo debido a un déficit de ejercicio físico. El obeso asocia un círculo vicioso de superávit calórico determinado por un sedentarismo excesivo que es favorecido por el sufrimiento articular (artrosis) que dificulta el ejercicio muscular.

A todo esto se agrega un factor individual metabólico que da a los ingresos de energía al organismo diferente "eficacia" en su utilización. Algunas personas cuentan con un aprovechamiento calórico mayor que permite atesorar en grasa corporal el superávit ahorrado. Otros con una utilización más "ineficiente" gastan más calorías en el ejercicio muscular o liberando calor.

A pesar de las diferencias individuales señaladas, la regla general sigue siendo el sobrepeso relacionado con la ingesta excesiva: la dentadura y las glándulas salivales mantienen su rol movidas por un psiquismo que induce al oralismo.

Cómo inciden la ansiedad y el estrés

La epidemiología de la obesidad en países desarrollados y en vías de desarrollo aumenta en paralelo con los niveles de ansiedad de su población. En ellos la competencia creciente que determina una economía fundada en la estimulación a la producción y el consumo, lleva a un estado de estrés mantenido y prolongado. La ansiedad es una pandemia relacionada con la obesidad, el estrés y el creciente consumo de psicofármacos. Los psicólogos y psiquiatras entienden esa ansiedad como un estado de temor basal ante una amenaza o riesgo poco definido, resultante de esa continua exigencia de superación económica para producir y consumir.

El oralismo como respuesta a la ansiedad, se interpreta como algo más que una simple gratificación o expresión consumista. Los psicólogos lo interpretan como una respuesta atávica, similar a la que impulsa al recién nacido al pecho materno buscando protección y alimento. De hecho, ante ciertos estados patológicos del adulto (por lesión del lóbulo cerebral frontal) se liberan reflejos de succión que son similares a los que impulsan al oralismo en otro tipo de patologías.

Oralismo

Muchos medios usados para corregir la obesidad fracasan por desconocer el mecanismo básico del oralismo exacerbado por la ansiedad.

Por ello, al retirar el alambrado dentario la persona vuelve a comer en exceso. Otros tratamientos también fracasan, por ejemplo, cuando se consigue superar el trastorno de absorción intestinal producido por una cirugía del tubo digestivo.

Cuando se habla de hábitos de vida saludables para combatir la obesidad, se refieren a cambios de conductas que corrigen el estrés procurando períodos de descanso adecuados, además de mantener un ejercicio físico que impida el círculo vicioso establecido entre obesidad y sedentarismo.

La ansiedad y el estrés vinculables a una sociopatía que prioriza el consumo y la producción al desarrollo de la persona, pueden contrarrestarse con la práctica de ejercicios físicos o con actividades diferentes a las laborales, no competitivas económicamente, como el deporte o un hobby.

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