El senador cambia su versión y dice que recibió a “cinco locos” para poder vender cítricos.
"No cambiamos carne humana por naranjas", dijo tajante el 17 de diciembre de 2014 el entonces presidente José Mujica en el patio de la sede del Pit-Cnt de la calle Jackson. Estaba hablando de los motivos que lo habían llevado a ofrecerle al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, traer seis presos de la cárcel de Guantánamo. En Uruguay se hablaba muchísimo del tema hacía dos años. Mujica se refirió en varias oportunidades al asunto durante 2014 antes de que llegasen los presos, y siempre puso razones humanitarias por delante como justificación para el acuerdo con Estados Unidos. Incluso tildó de "almapodridas" a quienes desde la oposición cuestionaban entonces el entendimiento. De todas formas, en otras de las muchas declaraciones que hizo sobre el tema dejó entrever que sus críticos ponían en riesgo el trabajo de los uruguayos, dando a entender así que en el acuerdo había también un trasfondo comercial. Mujica habló entonces de la apertura del mercado estadounidense a los cítricos que, de todas formas, ya estaba operativo desde agosto de 2013, como resultado de años de tratativas entre Uruguay y Estados Unidos.
Ahora, dos años después, y en Argentina, Mujica sorprendió al referirse al que aparentemente sería el verdadero motivo de su decisión de entonces y dar una explicación totalmente distinta a la anterior: "Yo para venderle unos kilos de naranjas a Estados Unidos me tuve que bancar a cinco locos de Guantánamo", dijo el expresidente en Córdoba.
Mujica, que visitó a los liberados cuando se hospedaban en una casa del Pit-Cnt en el barrio Palermo, ya había comentado de que en Uruguay habían tenido una conducta pésima desde su llegada.
Durante la visita a la casa, Mujica les había pedido muy especialmente que procuraran tener una buena conducta y que aprendiesen español. En mayo del año pasado, cinco de los seis refugiados hicieron una huelga de hambre frente a la embajada de Estados Unidos, país al que le reclamaban un apoyo económico. Finalmente, el gobierno logró persuadirlos de que firmaran un convenio por el que se les otorgaba un apoyo a término de $ 15.000 mensuales por un año, prorrogable por otro año, si la evaluación del acuerdo era positiva.
Reacción.
La oposición reaccionó atónita ante los comentarios que hizo Mujica en Argentina. El senador del Partido Independiente, Pablo Mieres, escribió en Twitter. "Sin palabras. Cada día me produce más vergüenza ajena". El diputado blanco Jorge Gandini, por su parte, consideró que "Mujica debería aclarar en el Senado su pacto con EE.UU. para cambiar presos por naranjas". Su correligionario, el senador Javier García, escribió: "Ni dignidad, ni DDHH. Presos de Guantánamo x Naranjas = vergüenza". Y el senador colorado José Amorín, recordando los dichos de Mujica en el Pit-Cnt, sostuvo que Mujica "por su boca muere, mentiras para tapar y explicar los desastres de su gobierno, pasó del Nobel al ridículo".
En tanto, los seis refugiados viven en Montevideo, cada uno en un apartamento pero persisten sus problemas de adaptación. El año pasado participaron en un curso del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional donde aprendieron sobre los derechos y obligaciones de los trabajadores uruguayos y el marco normativo en el que se desempeñan, y este año están haciendo cursos específicos para adquirir una mejor calificación laboral, dijo a El País Cristian Mirza, que es el interlocutor que el gobierno nombró para tratar con ellos. Tres de los refugiados están trabajando en estacionamientos y los restantes tres están buscando empleo. "Ninguno quiere vivir eternamente del subsidio. Quieren un empleo estable con un ingreso razonable", señaló Mirza, que reconoció que han hecho algunos comentarios en el sentido de que Uruguay es caro.
Han "mejorado muchísimo" su dominio del idioma español y dos de ellos (son cuatro sirios, un palestino y un tunecino) recibieron visitas de sus familias, señaló Mirza.
El sirio Jihad Admad Diyab está manejando el proceso de reunificación con su familia por su cuenta y en contacto con la Cruz Roja.
El tunecino Abdul bin Mohamed, por su lado, tiene problemas legales. Se casó con la uruguaya Roma Blanco, quien luego lo acusó de malos tratos por lo que la Justicia dispuso que se le colocase una tobillera electrónica. Esta semana la jueza de Familia Livia Pignataro dispuso que se le retirase la tobillera pero le mantuvo la prohibición de acercarse a menos de 300 metros de Blanco y que el caso pase a la Justicia penal. Según Blanco, el tunecino no quiere reconocer a Jazmín, una niña que sería hija de ambos, por lo que le comenzará a través de un abogado un juicio de paternidad, según supo El País. Mirza dijo que el tunecino está recibiendo un asesoramiento jurídico adecuado.
LA POLÍTICA PARA REFUGIADOS DE MUJICAJUAN PABLO CORREA