Molino Santa Rosa, un año después de los milagros

| Estaban desempleados desde hacía años. Un préstamo del Banco República los convirtió en empresarios exitosos

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PATRICIA MANGO

La providencia había abandonado al "santoral", la ruta canaria que encadena ciudades con nombres de santos católicos. La había dejado en manos de crueles granizadas y huérfana de apoyos oficiales. Pero en junio de 2004 Dios volvió y dejó de apretar. La localidad de Santa Rosa festejó por el Molino Santa Rosa.

Unos 50 personas enviadas al seguro de desempleo por los anteriores propietarios tomaban el control de la empresa en un desafío que todavía genera emoción en sus protagonistas.

En 1999, ellos sabían que estaba a punto de cerrar su puertas. "Hubo momentos de mucha angustia", recordó a El País el presidente de la Cooperativa Ramiro Dávila.

Desde ese año, Molino Santa Rosa estuvo sin dueño. Alguien quiso alquilar el molino pero fracasó el intento.

Los cooperativistas ocuparon el local y pusieron un sereno. Mientras tanto, corría el seguro de desempleo y desconocían qué les deparaba el destino.

Los trabajadores pensaron que la forma de reflotar el molino era comprándolo. Muchos pensaban que era una ingenuidad.

El tiempo se encargó de desmentir el razonamiento. Los 50 empleados pasaron a ser 50 cooperativistas. En realidad son 50 empresarios que pagarán en ocho años el costo del Molino y el derecho a ganarse un lugar en el mercado del trigo.

Un año después de aquella algarabía merecida, todo es esfuerzo y responsabilidad. La prueba ocurrida día a día para ellos y los diez empleados que trabajan para el nuevo Molino Santa Rosa.

El objetivo es que la vieja estructura siga abasteciendo la zona de Canelones y Montevideo con la calidad y el empeño que les ha permitido incluso adelantar cuotas del préstamo de 400 mil dólares que pidieron al Banco República.

El inolvidable episodio en estas 50 vidas ocurrió en junio de 2004. El dinero permitió la adjudicación mediante el remate que de otro modo pudo sepultar la principal fuente de trabajo de la zona por una deuda de 5 millones de dólares de la anterior gestión empresarial.

Ellos soñaban con la cooperativa desde el 14 de abril de 1999 y el préstamo les permitió cumplir el sueño de imponer la marca "Santa Unión" hoy instalada en el mercado con harina, harina de trigo, gofio y polenta.

El molino, abastece en un radio de 80 kilómetros a supermercados y panaderías y comercios del rubro.

DE DUEñOS. El primer día como empresarios fue muy emotivo, dijo Dávila. "Las responsabilidades se multiplicaron, pero las gratificaciones también y no solo económicas. Tuvimos muchas felicitaciones de los clientes".

El ánimo cambió en Santa Rosa más que nada porque adquirieron seguridad laboral. Se trata de un número de por lo menos 60 familias que directamente viven del molino y de un promedio de 450 mil pesos en masa salarial.

Cooperativistas y empleados ganan 30 pesos por hora, bastante más —el triple en algunos casos— que en otros lugares que dan trabajo en la zona.

Hoy el molino está involucrado en el 80% del movimiento comercial del pueblo, sin olvidar los compromisos que como empresa tiene el molino en UTE, OSE, Banco de Seguros, BPS y hasta la DGI, hoy completamente al día.

Pero Dávila subraya que no todo es fácil en la empresas de sus vidas. "La interna es muy conversada", dice Dávila con una sonrisa.

"La gran responsabilidad de ser dueños es algo que no todos lo tenemos asumido del todo. Hay todo un tema de reconversión mental. Muchos de nosotros todavía pensamos como empleados. Y ahora detrás de nosotros no hay nadie a quien culpar".

Igualmente, se ha logrado una rentabilidad producto de las 1.500 toneladas de maíz procesado al mes, actividad que involucra al empaquetado y su puesta a punto para la distribución.

Para el futuro inmediato, se apuntará a un proceso de "reordenamiento administrativo" apuntó Dávila.

En relación a la planta, el líder de este equipo de cooperativistas dice que existe la posibilidad de invertir en nueva maquinaria, molienda y laboratorios. "Sin embargo, son todos planes de largo aliento. Una cosa que se aprende de ser empresario es que algunas cosas son para hoy, pero al mismo tiempo hay que pensar mucho más en mañana", asegura Dávila.

Dávila reconoce que al ser dueños hay otras variables que preocupan. Por ejemplo, los imponderables. Las constantes lluvias de la pasada semana pueden afectar la siembra de la próxima zafra. "El tiempo dirá", dice Dávila, dueño y obrero de su propio destino.

Hoy exhiben video del glorioso día del remate

Desde hace cuatro años, se realiza la "Fiesta del pan y del vino" que ha llegado a congregar a 3.000 personas en Santa Rosa. Es un festejo de dos días, en el que un escenario llama al baile pero también hay un stand como otra forma de aportar un espacio comercial más a la comunidad.

Coincidiendo con la fiesta, el Molino exhibirá hoy en su sede las imágenes del remate que los convirtió en dueños del establecimiento.

En la conferencia de prensa, hablarán de sus proyecciones de mejora para el establecimiento y rememorarán los pasos dados para estar hoy insertos en el mercado peleando codo a codo con la adversidad.

Los organizadores esperan mucha gente para esta jornada y dice que el vínculo del molino con la sociedad no es solamente festivo: cuando la solidaridad golpea las puertas del Molino siempre hay una respuesta, aunque no sea monetaria.

OTRAS FIESTAS. Probablemente todos recuerden las imágenes del remate en el Juzgado de Canelones. Promediaba la tarde del 21 de junio y más de un centenar de vehículos copó la ruta de Santa Rosa rumbo a la capital departamental. En la ciudad de menos de 5.000 habitantes, se escuchaba el silencio. El 90% de los comerciantes bajó la cortina y acompañó a quienes lucharían por retener la principal fuente de trabajo de la zona. El resto de los empleos se los reparten tres mataderos y oficinas públicas.

En nombre del gobierno Batlle, el entonces ministro de Industria José Villar, tuvo una activa participación en la suerte de los trabajadores.

Los cooperativistas creen que Villar "es un fuera de serie", dice Juan Vidal, administrativo y uno de los propietarios del molino, padre de dos niños.

Datos

El Molino está ubicado en calle Primitivo Cabrera de Santa Rosa, ruta 6, seccional 13. Fue fundado en 1925 por la empresa Campomar. Pasó por varios dueños y rubros; se constituyó durante años como fideería hasta 1954.

En 1987, el molino cerró la planta y en 1988 la Corporación Nacional para le Desarrollo asume la titularidad de la empresa por cinco años en que fue rematada y adquirida por la última firma.

La quiebra posterior, dejó el molino inactivo y una deuda millonaria con el Banco de la República Oriental del Uruguay. Paralelamente cobraba forma la cooperativa que vio la luz el 14 de abril de 1999 y que a la postre se convertiría en artífice de su propio destino.

El 21 de junio, día del remate, legisladores de todos los partidos se dieron cita para acompañar y después vitorear el triunfo de los trabajadores. El golpe de martillo puso fin a cuatro años de dudas y desempleo, y dio continuidad a una historia que había nacido en el año 1925 con la fundación del Molino Santa Rosa.

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