La alarmante caída de espectadores y festejos refleja la crisis de las corridas de toros, un espectáculo que pierde identidad artística. José Tomás es hoy el único atractivo capaz de llenar las plazas.
La fiesta de los toros tiene el ánimo por los suelos; y no es para menos. La crisis, la dichosa crisis económica, está haciendo estragos en el sector. Pero no es esta la única causa de su desdicha. Son tantos los males que la aquejan que las luces rojas se han encendido y alertan de lo que puede ser un desastre inminente. En primer lugar, la pérdida de identidad de un espectáculo que se ha alejado de la emoción y no encuentra un referente entre toros y toreros.
Por otra parte, los ajustados presupuestos públicos y privados disminuyen sensiblemente el número de festejos y la asistencia a las plazas; sobran muchos toros en el campo y los ganaderos sufren las consecuencias de la sequía y el aumento de los costos salariales, la alimentación y la sanidad, al tiempo que el precio de las corridas se mantiene al nivel de hace 20 años. Por si fuera poco, el incremento del IVA para todos los festejos taurinos -las corridas y las novilladas quedan unificados en el 21%- puede ser la puntilla para el inmediato futuro.
En tercer lugar, la pantalla de la televisión pública sigue en negro para el mundo de los toros. No se retransmite un festejo taurino desde el años 2006, y, tras el cambio de Gobierno, la previsible e inconcreta buena intención ha quedado superada por las arcas vacías del ente público.
Y la política... La fiesta pasó de Interior a Cultura en julio de 2011 y el mes pasado se anunció una comisión para el fomento y la protección de la tauromaquia que está trabajando en un informe que debe presentarse en el plazo de seis meses. Asimismo, entre la acomplejada visión y habitual desidia de los políticos sobre los toros y la amenaza de Bildu sobre la erradicación de la feria de San Sebastián, el Parlamento deberá decidir sobre la iniciativa legislativa popular que solicita que la fiesta sea declarada bien de interés cultural; y entre los asuntos pendientes del renovado Tribunal Constitucional figura el recurso de inconstitucionalidad presentado en octubre de 2010 por el PP contra la prohibición de los festejos taurinos en Cataluña.
DECADENTE Y SIN EMOCIÓN. En suma, una crisis artística, económica, social y política que acorta las colas en las taquillas y desorienta a los taurinos. La fiesta está desnaturalizada y sus protagonistas -taurinos y aficionados- difieren en el análisis de la situación y el tratamiento a seguir. Quizá por eso, entre la pérdida de identidad, la indiferencia política, la huida de los espectadores, las dificultades económicas de empresarios y ganaderos, la subida del IVA, la peligrosa desunión de los sectores taurinos y el personalismo de las figuras da la impresión de que la fiesta se desploma; y que lo hace de manera irremediable.
`Decadencia es la palabra que mejor define la situación actual de la fiesta de los toros; y no por culpa de la crisis económica, sino porque se ha perdido la emoción, y el toro carece de las condiciones necesarias para la lidia; así, la corrida ha derivado en una fiesta social como consecuencia de la mala intención de quienes han preferido convertirla en un espectáculo mediocre`. Así de rotundo se muestra Juan Antonio Arévalo, exsenador socialista y gran defensor de la pureza de la lidia. `Hay otros espectáculos, como la ópera, que se defienden muy bien porque ofrecen calidad`, añade Arévalo.
Juan Manuel Albendea, diputado del PP en el Congreso, presidente de su Comisión de Cultura y reconocido intelectual taurino, coincide. `No cabe duda de que la fiesta está en crisis. Y los motivos son varios: primero, una evidente pérdida de casta y de pujanza de las ganaderías preferidas por las figuras, lo que no ocurría en la primera mitad del siglo XX; después, la mutilación de la corrida, de modo que la suerte de varas, tan hermosa cuando se ejecuta bien, tiende a desaparecer y con ella los quites del primer tercio. Y por último, la monotonía en las faenas de muleta. Aunque se toree con temple y mando, la mayor parte de ellas tienen el mismo corte, y falta el ingrediente fundamental, que es la emoción`.
SOLO UN TORERO. Lo cierto es que abundan los que se visten de luces (712 matadores de toros estaban registrados a finales de 2010) y los que van, generalmente, de negro (1.098 son las ganaderías en activo), pero hay que buscar con lupa un toro encastado, y solo José Tomás tiene la fuerza necesaria para arrastrar multitudes. Está claro, no obstante, que este torero tiró la toalla hace tiempo porque ni ha querido antes ni puede ahora ser el mesías prometido. Las tres corridas de su minitemporada en 2012 no son aval suficiente para ostentar liderazgo alguno. Y, después de él, nadie. Ningún torero, ni siquiera los relumbrantes Morante, Manzanares y El Juli, tienen tirón para asaltar la taquilla.
Un taurino como Fernando Cepeda, torero de arte, tiene una opinión muy diferente: `No creo que haya crisis ni en el toro ni en los toreros; y yo siempre he escuchado la misma canción. Hoy contamos con una baraja de toreros importantes, y todas las ganaderías tienen su momento, y unos años embisten más que otros`.
Por otra parte, la necesaria austeridad y los ajustados presupuestos públicos y privados inciden sobremanera en el número de festejos, que han disminuido de forma alarmante, en la misma medida que lo hacen los espectadores. He aquí algunos datos reveladores: según el Ministerio del Interior, del año 2007 al 2010, el número de festejos taurinos ha descendido un 34,5%; Andalucía, que es la comunidad donde se celebran más espectáculos, disminuyó el número en un 51,76% en el mismo periodo; en 2011 se celebraron 399 corridas menos que en 2007; y de enero a junio del presente año, 27 festejos menos que en el mismo periodo del año anterior. Es verdad, no obstante, que el descenso más importante se produce en las novilladas con o sin picadores y, particularmente, en las plazas de tercera.
Según el portal mundotoro.com, entre España, Francia y América, 92 plazas de tercera categoría han dejado de celebrar festejos y numerosas ferias han reducido sus abonos.
Respecto a la asistencia, dos botones de muestra: la venta de los abonos de la Feria de Abril de Sevilla bajó un 17% en relación con el año pasado, y en la reciente de San Isidro solo tres tardes colgó el cartel de `no hay billetes`. Ya es habitual que el aforo de una plaza de primera en feria de postín solo se cubra en tres cuartas partes.
El empresario de la plaza de Las Ventas, José Antonio Martínez Uranga, reconoce la situación, y considera que `la caída espectacular de novilladas afecta al relevo generacional, que tiene dificilísimo sumar experiencia y cierto nombre`. `En los dos últimos años`, añade, `se ha producido un evidente bajón en la asistencia de espectadores, y solo algunas plazas y ferias muy consolidadas, como la de Madrid, consiguen mantener las cifras de años anteriores.
El toreo es algo más que un negocio
La crisis también ha dejado su huella en el campo. Según la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), el incremento de los festejos desde 1987 a 2007 produjo un aumento de un 30% en el número de ganaderías y se multiplicó por 2,5 el censo de animales. La disminución progresiva de los festejos, los altos precios de los costos de las materias primas, la sequía y la estabilización del importe de las corridas lleva al presidente de la UCTL, Carlos Núñez, a afirmar que `la situación del campo bravo es dramática y caótica, por lo que el sector ganadero está obligado a una reestructuración`. A su juicio, `hay que abaratar la organización de los espectáculos, porque en el 98% de los casos en los que se lidian toros en plazas de tercera no se cubren, siquiera, los costos de producción del animal`. En este sentido, el ganadero Victorino Martín opina que la primera medida es respetar al toro y pensar más en la esencia de la lidia que en la brillantez del torero. El empresario Eduardo Canorea enfatiza que hay que `escarbar en la bravura y en la emoción`, porque `con toreros y empresarios acomodados no alcanzaremos ninguna meta`.
Pero el toreo es algo más que un negocio; el toreo es un sentimiento, polémico, es verdad, pero hondo para quienes entienden que el toro es protagonista de un modo de entender la belleza. Y la belleza debe ser cuidada para que nunca se desplome.
Ecológico
El toro bravo es un defensor del medio ambiente; un valor fundamental para el mantenimiento de la dehesa, un ecosistema único y exclusivo de la Península ibérica. `Si desapareciera el toro` -decía José Luis García-Palacios, ganadero y presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores de Huelva- `se perderían las 500.000 hectáreas de dehesa, -una séptima parte del total-, por lo general las de mayor calidad, que ocupan las 1.094 ganaderías españolas`. `La dehesa` -insistía- `es la forma de explotación más inteligente que el ser humano ha desarrollado en la naturaleza; es un sumidero de CO2, fija la población de los medios rurales y, desde luego, existe gracias a la rusticidad del ganado bravo, que aprovecha sus condiciones durante todo el año`.
Este es el argumento de cabecera de quienes se dedican a la cría del animal más emblemático de España. Son los ganaderos, genetistas autodidactas -gestores ambientales se denominan a sí mismos-, los padres del toro, criatura fruto de una selección basada en la tradición, la observación del comportamiento de las reses y los gustos -y también las imposiciones- de toreros y público.