Cómo olvidar a Mauricio Lauyé? Hace cinco años una madre salió a pedir ayuda para su hijo, un genio incomprendido que sabía leer y escribir a la edad en que otros niños dejan el chupete.
El tema detonó en el Edificio Libertad y Mauricio —el niño genio— fue recibido por el presidente Jorge Batlle. Eran tiempos divertidos y el primer mandatario consideró al capital llamado Mauricio un buen pretexto para salirse de protocolo, regalándole una computadora, además de una suscripción de acceso gratuito a internet.
El carisma y la inteligencia natural de Mauricio lo convirtieron en una gran historia. De eso lleva cuenta recorte por recorte su mamá, Marisol Cabrera, que a pesar de las increíbles derivaciones del caso aun no ha podido dar una solución educativa a su pequeño.
Mauricio tiene hoy 9 años y vive en Fray Marcos desde hace poco. Marisol, de 40 años, quedó sin trabajo, se separó de su marido y tuvo que recurrir a la ayuda familiar para alquilar una casita de Mevir.
Para colmo el plan de ahorros del nuevo gobierno le quitó el acceso gratuito a internet que le había otorgado el gobierno de Jorge Batlle. "Quiero escrachar al gobierno", atina a decir Mauricio sobre la situación, pero inteligente al fin de cuentas agrega: "admiro mucho a José Mujica".
Las cosas no han salido tal como se prometía en aquel rutilante pasaje por las primeras planas de los diarios. El pequeño Mauricio ni siquiera va a la escuela. Desfiló en los últimos años por al menos dieciocho domicilios conocidos y no pudo terminar un solo curso escolar, salvo el primer año en el Colegio Santa Elena.
La escuela Brasil de Pocitos, otra escuela pública de Carrasco Norte y una beca en el Harwood School lograron retener al inquieto Mauricio por más de cuatro meses.
Dice Marisol sobre la peripecia de su hijo y las razones para sacarlo del ámbito curricular: "no lo dejaban hablar, los compañeros le pegaban porque sabía demasiado. En vez de educarlo, la escuela lo enfermó".
Lo cierto es que el chico se aburría en clase y estaba cansado que todos le tomaran prueba por las decenas de enciclopedias que leyó.
El gran problema, dice Cabrera, es que se trata de un niño superdotado y como tal debería tener una educación especial.
Pero ni el gobierno anterior ni éste, ni las autoridades de la enseñaza de antes o ahora, le han reconocido su calidad de genio.
Eso sí: las habilidades de Mauricio en internet lo han llevado hasta España. El gobierno Zapatero estaría dispuesto a ayudarlo a vincularse de alguna manera a la Confederación de asociaciones de Superdotación, una entidad que se especializa en educar personas con coeficiente intelectual por encima de los 140 puntos.
El presidente de la institución española, José de Mirandés, le propuso a Mauricio viajar a España para concurrir a una de esas escuelas, pero la familia de Mauricio no tiene plata ni para costear un pasaje. El nuevo gobierno hasta el momento no sabe, no contesta. "No quiero que me discriminen más", dice por su parte Mauricio, el que se las sabe todas. Mientras espera que los ministros Brovetto y Gargano contesten su pedido, ya se pone la camiseta de alternativa del Real Madrid como preámbulo a una eventual escala española y a un final feliz. La historia continuará.
Escribiendo la biografía tan de prisa
El primer libro que Mauricio leyó fue la Biblia. Después vinieron muchos otros. Su mayor deslumbramiento fue con el relato de Agó Páez y su mística experiencia en el Camino de Santiago de Compostela.
Como es una persona que tiene grandes planes para sí mismo, Mauricio ya escribe el primer libro sobre su experiencia en el mundo de la incomprensión dentro y fuera de las escuelas.
La suma de esas experiencias tiene título tentativo: "Mi propia batalla" y es una apurada autobiografía prepúber. "A veces no tengo ganas de hablar. Cuando quise hacerlo, nadie me escuchó. Por eso opté por escribir. Me hace feliz y puedo llegar a mucha más gente", afirma.
El niño —a quien su madre llama genio— sufre pie bot, un mal congénito que le causa serias dificultades para desplazarse. Desde los cuatro años también sufre de epilepsia, un hecho que lo limita en la vida pero ha desarrollado la imaginación. "Peor sería haber quedado ciego, sordo o parapléjico", asegura Mauricio con su lógica implacable.