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El "Negro" Pozzolo

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Julio Maria Sanguinetti

El cabello lacio y renegrido aún a los 70 años, la piel cetrina y los labios finos denunciaban la raíz indígena. Su sonrisa cálida, la mano fraterna y una palabra siempre inspirada, nos dibujaban desde el inicio a un ser singular, a alguien que escapaba al código común: aún luciendo en su estampa y en su estilo como un auténtico uruguayo, se percibía en él algo que vibraba por encima de los promedios igualadores. Así se veía a Luis Bernardo Pozzolo, ese gran político uruguayo cuya vida se apagó ayer luego de medio siglo de lucha cívica.

Salido del más humilde de los orígenes, la enseñanza pública uruguaya le abrió las puertas de la vida y entró a ellas a través de un empleo bancario que fue su primer escalón. Después vino la Junta Departamental representando al Partido Colorado, en el viejo grupo que había liderado durante años la figura señera del Doctor Zoilo Chelle. En la elección de 1962 entra a la Cámara de Diputados, para la que es reelecto en 1966, pasando al Senado en 1971 y retornando a él, por dos períodos, después de la dictadura. En esos años de parlamentario los recintos legislativos conocieron a un orador brillante, fogoso, de rico vocabulario y construcción romántica. Colorado de convicción, se reconocía en Rivera, en Batlle y Ordóñez, en su coterráneo Galarza, pero su espíritu caballeresco nunca lo reducía al sectarismo, abierto siempre a la concordia. Así lo decía ayer el Intendente La Paz, quien encontró en "el negro", tal cual cariñosamente se le conoció siempre, el apoyo constante y desinteresado desde las filas opuestas.

En los años de la dictadura, no tuvo desmayos en la resistencia política a la situación. En el fin del año 1983 pasó las fiestas y parte de enero en la cárcel, por unas palabras dichas en una apasionada Convención del Partido Colorado que protestando contra restricciones a las libertades, recorrió 18 de Julio y pobló de claveles el Obelisco. Pozzolo presidió esa reunión y pese a un discurso conciliador, tuvo un enfrentamiento con las autoridades, que en más de una ocasión, además, le habían sancionado por su militancia y el tenaz ejercicio periodístico que venía desarrollando en "El Día".

En el actual período de gobierno ocupaba la Vicepresidencia del Banco de Previsión Social en representación del Foro Batllista y allí se mantuvo hasta ahora pese a que las fuerzas le iban abandonando progresivamente. Sus días terminan con el orgullo de una larga trayectoria al servicio de la República, el honor de haber ocupado los mayores cargos políticos (incluso interinamente la Presidencia de la República) y la silenciosa cosecha de un pobre, pobrísimo, patrimonio. Amigo de sus amigos, bohemio en sus hábitos, inspirado en su literatura, fuera ésta oral o escrita, su vida fue un modelo de lealtad a sus convicciones, a su partido, a su patria chica sorianense, a la República a la que amó intensamente. En tiempos de tantos cuestionamientos a la política, valga su ejemplo para reivindicarla en la mejor de sus dimensiones, la de quien demostró que la nobleza no se adquiere al nacer sino a lo largo de la vida.

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