El recuerdo de haber sentido frío, mucho frío, es habitual en quienes pasaron por un quirófano para una cirugía mayor o menor. Y eso "no está bien", advirtieron especialistas durante el reciente Congreso Mundial de Anestesiología.
"Si uno le pregunta a un paciente qué fue lo peor de la cirugía, muchos recordarán más haber temblado y sentido frío que dolor. Y el temblor también tiene efectos adversos porque aumenta el consumo de oxígeno, algo no tan bueno para el corazón y otros órganos", explicó Andrea Kurz, vicedirectora del Departamento de Investigación de la División Anestesiología de la Cleveland Clinic, centro de referencia en Estados Unidos.
Basta con que la temperatura corporal descienda un grado durante una cirugía para que la salud del paciente entre en zona de riesgo con complicaciones inmediatas (como el sangrado) o posquirúrgicas, como las infecciones intrahospitalarias.
Que la anestesia provoca hipotermia es "un descubrimiento reciente", precisó la experta. Las investigaciones desde mediados de los años 90 revelan que un descenso de 1° aumenta el sangrado y las transfusiones (el frío enlentece la coagulación). Y que con algo menos crece el riesgo de infección de la herida, el tiempo en la sala de recuperación y la internación.
La anestesia inhibe la capacidad del organismo de controlar la temperatura. "Es uno de los signos vitales que las sociedades científicas recomiendan controlar. Y, realmente, es el más olvidado de todos", afirmó Pedro Barbieri, especialista en anestesiología del Hospital Británico de Buenos Aires.
"Medimos la oxigenación, la ventilación, la frecuencia cardíaca, pero la temperatura ni la registramos. Esto hace que sea un problema que solo percibe el paciente", agregó.
Un relevamiento de la Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesiología (Clasa) mostró que apenas 14% de los jefes de servicio y los médicos consultados controlaría la temperatura corporal de sus pacientes en la sala de operaciones. La falta de recursos es el principal obstáculo para ponerlo en práctica.
"El 50% respondió que no cuenta con un sistema de aire para calentar a los pacientes. Por lo tanto, tienen que aislarlos para que produzca su propio calor, lo que es un poco primitivo", sostuvo Barbieri, que dirigió el capítulo argentino de la investigación.
CAUSAS CLÍNICAS. Los pacientes suelen llegar al quirófano en un estado de "vasoconstricción periférica alto": están bajo estrés por el temor a la operación y sienten frío. Cuando se les administra la anestesia estos vasos se dilatan de un segundo a otro.
Para contrarrestar esa dilatación fuera de los órganos centrales la sangre fluye desde el centro hacia la periferia. Y, con ella, lo hace el calor. La temperatura central baja rápido, en un lapso que va de los 30 a los 60 minutos. "La pérdida de la temperatura es mayor que la producción metabólica de calor", señaló Kurz desde la Cleveland Clinic.
Ese enfriamiento del cuerpo puede ser leve (entre 35° y 32°), moderado (31°-28°), grave (27°-15°) o profundo (menor a 15°). "En las cirugías de menos de dos horas, puede ser que el cambio de la temperatura sea menor, sobre todo en las que no son abiertas, como las laparoscópicas", explicó.
Pero cuando duran más de una o dos horas, "hay que tomar medidas porque el gas que se usa es frío y al introducirlo en la cavidad abdominal bajará la temperatura corporal", ilustró Francisco Bonofiglio, secretario científico del Congreso Mundial de Anestesiología que reunió recientemente en Buenos Aires a más de 9.200 especialistas.
Para prevenir la hipotermia inadvertida, como se conoce a este descenso de la temperatura, se recomienda el uso de monitores que registren la temperatura corporal. Y tan importante es contar con un buen monitor en el quirófano que uno de los conferencistas que habló sobre su uso los definió como "el GPS de los anestesiólogos".
En la cirugía, "el paciente no debería pasar frío ni los anestesiólogos deberíamos registrar una temperatura por debajo de 36°", indicó Barbieri.
Una guía muy interesante es la británica: el paciente tiene que llegar al quirófano con por lo menos 36° y mantenerse igual durante la cirugía y al salir a la sala de cuidados posanestésicos. "Ese límite no se debería transgredir", consideró el científico argentino.
Pero aun en Gran Bretaña, según muestran varias publicaciones, hay un 20% de pacientes con hipotermia inadvertida perioperatoria.
EFECTOS. La complicación más común de la hipotermia inadvertida es el sangrado. "Cuando el paciente está hipotérmico, se enlentecen las reacciones que favorecen la coagulación", explicó Barbieri. El paciente sangra mucho más y requiere más transfusiones sanguíneas, lo que puede generar reacciones alérgicas, incompatibilidad y hasta la muerte.
"Hoy sabemos que si aplicamos preventivamente un antibiótico hasta una hora antes del inicio del corte quirúrgico, la incidencia de las infecciones disminuye", aseguró el anestesista. "Si prevemos que el paciente en una cirugía de 30 minutos puede entrar en hipotermia y no lo calentamos, vamos a sumarle riesgos."
Entre los trastornos que pueden predisponer a este descenso de la temperatura están las lesiones del sistema nervioso central, los trastornos endócrinos y la malnutrición.
Los médicos coincidieron en que la hipotermia multiplica varias veces las infecciones posquirúrgicas y los trastornos cardíacos. La infección suele aparecer entre tres y siete días después de la cirugía pero los problemas cardíacos lo hacen en apenas 24 o 48 horas.