Calmantes según la intensidad del dolor

| El dolor se trata aunque la enfermedad no esté controlada. Fármacos en dosis indicadas evitarán complicaciones

Eduardo Casanova

En el tratamiento del dolor siempre ha de revertirse su causa, pero frecuentemente es preciso tratar el síntoma hasta tanto no sea posible controlar la enfermedad que lo produce. El tratamiento sintomático del dolor se llama analgesia, término derivado del griego: an-contrario y algos-dolor.

Algunas veces los analgésicos se asocian con fármacos psicotrópicos procurando un efecto sedante. Ello ocurre cuando el dolor está potenciado por una sensibilidad exacerbada de los receptores neurológicos, o bien, cuando se asocia angustia, ya sea por temor a la enfermedad o a sus consecuencias. Sin embargo, pese a estas indicaciones, es preciso destacar que en presencia de dolor no deben indicarse tranquilizantes en forma aislada, o sin haber obtenido una analgesia adecuada, pues ello puede empeorar la situación, causando al paciente una desagradable sensación de excitación y confusión.

En presencia de dolores de gran intensidad, como por ejemplo en traumatismos graves con múltiples fracturas óseas, o de un infarto de miocardio, el médico puede administrar derivados naturales de los opiáceos, como la morfina, que es una droga tan antigua como eficaz. Su eficacia se debe no sólo a su poder analgésico, sino al efecto tranquilizante que va asociado. Si bien su efecto sedante puede llegar a deprimir el sistema nervioso central, tiene la gran ventaja de que dicho efecto se limita por la propia intensidad del dolor que actúa como un antídoto de la depresión. Si se usa la dosis adecuada se obtiene el efecto buscado sin riesgos de causar daño.

En afecciones menos graves que cursan con dolor menos intenso, se usan analgésicos diferentes a los opiáceos mayores, como los anti-inflamatorios no esteroides, reconocidos por la sigla de AINE, que asocian un efecto antipirético y anti-inflamatorio al efecto analgésico.

Algunos de ellos poseen también una acción anticoagulante, debido a un efecto anti-agregador plaquetario. Esta acción debe tenerse en cuenta para no indicarlos en pacientes que por diferentes motivos tienen tendencia a sangrar. Se indican, por ejemplo, si el paciente va a someterse a una extracción dentaria o a cualquier otra intervención quirúrgica.

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José Mazzini 2957

El tercer escalón de la analgesia.

Los opiáceos mayores actúan de modo similar a la morfina en el sistema nervioso central. Lo mismo que la morfina, en dosis muy altas pueden causar la muerte por severa depresión cerebral, pero en dosis progresivas y adecuadas a la intensidad del dolor, no tienen riesgo.

Dolor soportable.

La OMS estableció "escalones" para tratar el dolor. Aconseja iniciar con AINE. El más antiguo es el ácido acetil salicílico. También el paracetamol (sin anti-inflamatorio). Otros son diclofenac, ibuprofeno, ketoprofeno, ketorolac, meloxicam, celecoxib, naproxeno, rofecoxib.

Opiáceos menores.

El segundo escalón analgésico está dado por opiáceos menores que imitan con menor intensidad el efecto analgésico de la morfina. En el grupo se encuentra el tramadol y el dioxadol, que combina tetrapirol (un AINE) y propoxifeno. Este último posee alto efecto adicionante.

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