Hoy, antes que recordar otro aniversario de Maracaná, vale la pena evocar un hito más amargo: el robo de la bandera de los 33 Orientales perpetrado el 16 de julio de 1969 por guerrilleros izquierdistas. A 35 años exactos del despojo de uno de los grandes símbolos nacionales, ningún miembro del OPR 33, el grupo armado que la hurtó, ha dado cuenta del destino de la enseña izada por Lavalleja en la Agraciada en el comienzo de la cruzada libertadora contra el imperio portugués. Reintegrados a la sociedad, los autores de la fechoría dicen ignorar su paradero alegando que se extravió en la época dura de sus andanzas. Pero aun aceptando que la bandera se perdió para siempre, falta que los responsables reconozcan su error y ensayen al menos un pedido de disculpas.
Su silencio revela incapacidad de autocriticarse, una actitud inaceptable entre quienes otrora asaltaron la democracia bomba en mano, si bien hoy la saborean como el sistema más justo de gobierno. Así como el caso de la bandera yace en un limbo en donde no habría ni justos ni pecadores, otros atentados de entonces siguen velados por sus actores, renuentes a deplorar sus yerros, algo que, si lo hicieran, sería aleccionante para las nuevas generaciones. Hay excepciones, como la reciente colocación de una placa en memoria de cuatro soldados asesinados mientras montaban guardia en un jeep, ocasión en la cual algunos extupamaros, en gesto atinado, se sumaron al homenaje aunque, créase o no, hubo quienes se dedicaron a emborronar la placa, o tildaron de traidores a quienes adhirieron al reconocimiento.
Inmortalizado en el cuadro de Juan Manuel Blanes, el desembarco de los 33 Orientales en el arenal de la Agraciada, con Lavalleja alzando la divisa orlada con las palabras "Libertad o Muerte", es una de las escenas históricas más firmemente impresas en la memoria de los uruguayos. Es natural que así sea pues el aura heroica de la gesta de 1825 y su carácter determinante de la independencia nacional le han reservado un sitio de honor en el imaginario colectivo. La bandera encarnaba toda la epopeya.
Aunque se insiste en su extravío, su situación es en realidad una incógnita. Algunos dicen que fue llevada a Argentina o a Francia, otros afirman que continua en Uruguay, mientras que los expertos en el tema presumen que está destruida dada la fragilidad de una tela fabricada dos siglos atrás y sometida a diversos avatares. Hace una década, el extinto diputado colorado Luis Pozzolo, en plena Cámara, le reclamó a su colega frentista, Hugo Cores, antiguo miembro del OPR 33, las explicaciones del caso. No hubo respuestas precisas, pero tiempo después se recibió un sobre en el Museo Histórico Nacional con el único vestigio que se conserva: una fotografía de la bandera, de la cual se hicieron fotocopias. Triste final de una "hazaña" guerrillera de la que nadie parece arrepentirse.