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"La tecnología espacial estaba anquilosada"

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Kargieman. Cambiamos el modelo de negocio de la industria de imágenes satelitales". (Foto: Gentileza Bernardo Cornejo)

Desde sus nueve años, cuando recibió su primera computadora, se dedicó a investigar los usos alternativos de la tecnología. Desde entonces creó, entre otras Creo Core Security y Satellogic

Nació en Buenos Aires en 1975. Es curioso por naturaleza. A sus nueve años tuvo su primera computadora y desde entonces su pasión por entender la tecnología y potenciar su uso más allá de lo establecido fue en aumento. Estudió matemática en la Universidad de Buenos Aires (no se recibió) y luego Filosofía (tampoco culminó la carrera). A los 15 años tuvo su primera empresa, antes de los 17 fue parte de un grupo de 40 hackers que trabajó para la DGI de Argentina. Luego formó su propia firma de seguridad informática, Core Security, en 2006 Aconcagua Venture y finalmente Satellogic, que construirá nano satélites en Zonamerica y busca cambiar el modelo de negocio de las imágenes satelitales. Está casado y le gusta leer, sobre todo literatura y ciencia ficción.

A los 15 años ya tenía su propia empresa. ¿Siempre tuvo ese espíritu emprendedor?

Lo de emprender nunca fue una decisión en sí misma, sino el camino que fui encontrando para hacer lo que yo quería hacer. Nunca dije "voy a dedicarme a hacer empresas". Era muy fanático de la tecnología. Aprendí a programar y estaba muy "enganchado" con las computadoras y la seguridad informática. El primer emprendimiento fue a los 15 años, pero lo dejé rápidamente porque me aburrí. Mi segunda empresa fue Core Security, la hice con unos amigos en Buenos Aires. Luego, en 1998 surgió una spin off de Core relacionada a lo mobile. Después fundé Aconcagua Ventures y luego Satellogic.

También trabajó para el gobierno de Argentina…

Tenía poco menos de 17 años. Fue la única experiencia de no trabajar en una empresa que haya empezado yo. Fue en la DGI de Argentina, donde en esa época había un director general que, con mucha razón, tenía miedo de que sus sistemas estuvieran rotos y existiera mucha gente haciendo cosas sin muchos controles. Entonces, decidió armar un grupo de hackers, jóvenes que entendieran la tecnología y que no estuvieran "contaminados". Entré gracias a un amigo, Ariel Futoransky, con quien formamos un grupo de unas 40 personas que reportaba directamente para el director general y por fuera de la estructura de la institución. A los dos años, cuando cambió el director y nos reubicaron dentro del departamento de informático de la DGI, nos fuimos con Ariel y otros dos jóvenes y formamos Core Security.

¿Por qué dejó atrás esa compañía?

Hacer una empresa es como un hijo, uno quiere que tome ciertas decisiones y haga algo, pero cuando comienza a tomar sus propias decisiones ya es distinto. Tenía 19 años cuando la comencé, y la llevamos de ser cinco amigos que nos juntábamos en algún café de Buenos Aires a una compañía con más de 200 personas y US$ 40 millones de ingresos. En 2006, cuando había cerrado una nueva ronda de inversión y un producto tenía mucha tracción con gobiernos y agencias militares de inteligencia de EE.UU. decidimos poner una estructura de management de ese país para traccionar esos negocios en los cuales no éramos expertos. En ese momento, si me quedaba, estaba en el medio del trabajo del equipo de management más como una traba que aportando valor. Entonces, decidí correrme del medio. Vendimos una parte y formamos Aconcagua Ventures. Hoy tengo una parte muy residual de la empresa.

La dejó más allá de la seguridad económica.

Sigo abriendo empresas y eso implica que tengan fines de lucro, pero no es la razón que me motiva para hacer las cosas que hago. Busco entender cuál es el mejor vehículo para maximizar el valor que puedo generar al mundo. Siento que tuve el privilegio de estudiar, de tener una relación con la tecnología que me permite pensar en modos que sirven para resolver problemas difíciles. Tengo que maximizar el conocimiento que tengo y cuando esto no pasa decido hacer otra cosa.Por ejemplo, en 2007 arranqué con Aconcagua Ventures, invertimos hasta 2009, pero me di cuenta que no era el lugar desde el cual podía aportar mayor valor. También fue un poco frustrante porque el tipo de mentalidad para hacer inversiones es distinta a la del emprendedor. Hay que ver 100 emprendimientos y decir no a 99, y la mentalidad del emprendedor es más positiva. Al dejarlo no tenía muy claro por dónde seguiría, pero sabía que lo que hiciera iba a tener un impacto importante aprovechando lo que sé.

¿Cómo llegó Satellogic?

En 2009 comencé un proceso de peregrinaje para tratar de entender qué quería hacer, que tuvo dos aristas; por un lado empecé a seguir algunas tecnologías que me interesaban: fotografía computacional y óptica adaptativa. Me subí a un avión y fui a un centro de investigación astrofísico en Canarias (donde se hacen los grandes telescopios para la Unión Europea). Ahí pasé seis meses hablando con gente del instituto astrofísico, ayudándolos a hacer un par de spin off de tecnología. La segunda arista era ver el impacto en los problemas en los que vale la pena enfocarse. Entonces, pensé en la trinidad que creo que serán los principales problemas de la humanidad en los próximos años: producción y distribución de alimentos, generación y distribución de energía y la gestión de recursos naturales, en particular el agua. Entre estos hay muchos intercambios, porque si se puede generar energía se puede desalinizar agua y esa agua puede generar biomasa para alimentación, y si hay biomasa también se puede generar energía. Las decisiones que se toman hoy sobre cómo se manejan estos intercambios están basadas en información muy parcial y tradicional. Pensé que había mucho para ganar si entendemos la problemática de hacer los intercambios entendiendo los datos.

¿Y cómo entran los satélites?

Estas dos aristas convergieron primero en una red de sensores globales para generar los datos necesarios y atacar los problemas. También estuve en el Centro de Investigación Ames, de la NASA, en EE.UU. Hablé con personas que construían tecnología espacial y me di cuenta que los satélites eran el vehículo natural para los sensores. Además, vi que la tecnología espacial estaba anquilosada, máquinas viejas, muy caras. Había una desconexión muy importante entre el mercado de los servicios satelitales, súper saludable de US$ 150.000 millones al año y la velocidad de innovación dentro de la tecnología espacial que era la de 50 años atrás, porque es un sector que no asume mucho riesgo. Muchos de los procesos de la industria del software se podían aplicar para construir satélites de una forma muy distinta.

Cuando relacioné esto y vi el potencial, dejé todos los directorios en los que estaba y me quedé el resto de 2010 en la NASA para perseguir a los expertos y terminar de entender si lo que yo quería era factible. Me llevó ocho meses convencerme de que sí.

¿Cómo es el negocio?

El negocio es tomar imágenes del mundo en alta resolución, en tiempo real en tres áreas: agro, petróleo y gas, y monitoreo de infraestructura crítica. Ahora estamos validando la tecnología, comercialmente la propuesta y trabajando con compañías para el co-desarrollo de las aplicaciones. En 2016 comenzaremos a vertir datos.

¿Por qué nano satélites?

Los nano satélites surgen porque el costo mayor es lanzarlos, entre US$ 10.000 y US$ 40.000 por kilo. Uno tradicional pesa una tonelada y media más o menos. El modelo surgió de ver tendencias, al conocer los CubeSats, unos modelos pequeños desarrollados en Universidades para que los profesores enseñen. El último que lanzamos pesó 23 kilos y los que lanzaremos en 2016 unos 30 kilos.

¿Cuánto se ha invertido?

En total, unos US$ 30 millones. Nuestro principal inversor es Tencet, una compañía de Internet China (cuarta empresa de Internet en el mundo) y el fondo de inversión brasileño Pitanga, entre otros. En Uruguay está Tokai Ventures.

¿Qué valor tiene cada satélite?

Hemos lanzado tres y cada uno cambió de valor, pero son unos cientos de miles de dólares contra los cientos de millones de dólares de los tradicionales que hacen lo mismo. Lo que nos permite eso, es que hacemos satélites de vida más corta, en vez de siete a 10 años, duran tres. Pero tenemos más frecuencia de imágenes que las que existían, porque al ser más baratos podemos poner más en órbita. Cambiamos el modelo de negocio, no vendemos imágenes sino un monitoreo de varias veces por día de un área con la algoritmia necesaria para transformar esa película en información relevante para la toma de decisiones.

¿Cuál es el retorno?

El valor actual en imágenes de los satélites por año es de varios cientos de millones de dólares. Pero como tenemos satélites más económicos vamos a generar un volumen de imagen más grande, cambiamos el modelo de negocio de la industria tradicional de imágenes satelitales, que es sacar fotos y venderlas, a vender un servicio de datos. Se cobra una suscripción anual por hectárea de campo. Si tenés un campo que querés monitorear lo hacemos en forma diaria desde el espacio. Por ejemplo, tomamos y procesamos las imágenes para saber la incorporación de nitrógeno en las plantas, el estrés hídrico, el desarrollo de la biomasa, la humedad del suelo, el progreso de enfermedades, entre otros datos. A las compañías de petróleo y gas, que monitorean sus plataformas a través de helicópteros o aviones (algo muy costoso) les ofrecemos hacerlo desde el espacio a una fracción de esos valores.

¿Qué costo tendrá el servicio?

Depende del tipo de aplicación, de qué se quiere monitorear del campo, si es un productor que quiere ver si hay problema en sus tierras o si es una empresa que quiere ver todas sus hectáreas de soja para tomar una decisión de comprar o vender granos. Por ejemplo, nuestro número de hoy en agro es US$ 5 dólares por hectárea por año para un monitoreo constante. Estamos haciendo una compañía que quiero que facture miles de millones de dólares. El objetivo a 2020 es tener 300 satélites en órbita. El año que viene lanzaremos la primer constelación operativa. Ya tenemos contrato para seis satélites y probablemente otros tres más a fin de 2016. Esperamos crecer a 16 satélites en el primer trimestre de 2017, lo que nos da la capacidad para tomar imágenes de alta resolución de cualquier lugar del mundo cada dos horas, algo que hoy no existe. Queremos seguir creciendo con tracción de clientes para lanzar de a 100 satélites por año.

¿Cuál es la meta de facturación?

En 2016 esperamos cerrar con unos US$ 20 millones, relativamente poco, pero será un año de validación comercial. Estamos armando una empresa que tiene que facturar miles de millones de dólares al año.

«En Uruguay vemos un gran potencial para seguir creciendo»

¿Por qué eligió Uruguay para hacer sus satélites?

Elegir Uruguay fue sencillo, porque siempre pienso en instalar una empresa donde tiene más sentido. Nuestros satélites tienen más que ver con la industria de automóviles que con la espacial, y Uruguay tenía experiencia de plantas de producción automotriz, que se asemejan mucho. También encontramos personal muy capaz y un grupo de gente que hace cosas interesantes como quienes hicieron AntelSat, con quienes nos pusimos en contacto.

Además, Zonamerica nos resolvió muchos temas de logística y funcionamiento, porque tenemos proveedores de muchas partes del mundo. Podemos probar la tecnología, armarlos y luego exportarlos a los lanzadores que están en China, Rusia, y otros lugares. Otra ventaja es que el equipo de desarrollo está en Argentina. Invertimos unos US$ 2 millones en esta primera etapa para producir unos 50 satélites por año. Pero en Uruguay vemos un gran potencial para seguir creciendo. Por ejemplo, comenzamos con la planta de fabricación, pero ya incorporamos el desarrollo de alguna aplicación para el procesamiento de imágenes.

APUNTES DE CARRERA.

1984

Sus padres le compraron su primera computadora, una Timex Sinclair 2068. Así comenzó su pasión por la computación y por conocer qué hay detrás de las máquinas.

1994

En agosto decidió que comenzaría una empresa de seguridad informática. Hizo un viaje a EE.UU. a buscar al que sería su quinto socio y así se gestó Core Security.

2006

En noviembre decidió dejar atrás se empresa Core Security para armar Aconcagua Venture, la empresa de inversión en donde se mantuvo durante unos dos años.

2010

En agosto de ese año, al culminar el programa de verano en ARC y decidió quedarse el resto del año para confirmar que su idea tenía sentido. De ahí surgió Satellogic.

CIFRAS DEL NEGOCIO.

20

Millones de dólares facturará en 2016, pero se prevén miles de millones cuando fucione a pleno.

300

Satélites es el objetivo de Satellogic para 2020. Tiene tres en órbita, el próximo año lanzará la primera constelación operativa de nueve satélites y para el primer trimestre de 2017 estima otros 16.

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Kargieman. Cambiamos el modelo de negocio de la industria de imágenes satelitales". (Foto: Gentileza Bernardo Cornejo)

Emiliano Kargieman - Fundador de Satellogic

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