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Paraguay debe ajustar su modelo

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Economista Fernando Masi. Foto: Archivo El País

Extremadamente dependiente de la agroindustria, el crecimiento se agota si no se diversifica la producción.

Paraguay fue uno de los países de Latinoamérica de mayor crecimiento de la última década. El auge de los precios internacionales de los productos agropecuarios impulsó su expansión y también generó un problema considerado "nuevo" para el país: la volatilidad. El economista Fernando Masi sostiene que la alta dependencia de los granos y la carne plantea esa restricción a una economía que debe "ajustar su modelo" porque el actual "está agotado". La diversificación productiva y un avance en los preocupantes indicadores de desigualdad son las materias pendientes, junto con mejorar la educación, infraestructura y la "mala reputación" desde el punto de vista de las reglas de juego. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El PIB de Paraguay creció más de un 30% acumulado en la última década. ¿Es sostenible ese comportamiento?

—No. Esa expansión económica tiene que ver principalmente con la demanda por commodities agrícolas. Pero en los últimos años, desde 2009 en adelante, hemos tenido otro fenómeno, que es la volatilidad del crecimiento, con una dependencia muy fuerte del sector primario y agroindustrial en general. Si bien la crisis financiera de 2008 prácticamente no afectó a Paraguay, sí lo hicieron las sequías de 2009 y 2012, donde tuvimos crecimientos negativo en ambos años, y el rebote en 2010 y 2013 fue muy fuerte, justamente por efecto de ese problema climático. La volatilidad de la expansión económica es algo nuevo y no muy conveniente para el país; se tendrían que agregar otros sectores al crecimiento para hacerlo menos dependiente y volátil.

El agro representa el 25% del PIB, si se suma la agroindustria se puede superar el 30%. Lo que hace falta es más inversión en otro tipo de industrias, diversificar. Al actual modelo no le queda mucho potencial para expandirse, por tanto necesita crecer en otras áreas, donde se está buscando atraer inversiones extranjeras.

—Se termina convirtiendo en una restricción…

—Exacto. Este año hay determinados efectos climáticos que hacen que se reduzca la producción agropecuaria, acompañada, además, de otro factor que se mantuvo inalterable en casi una década que es el precio de los commodities. Estamos en una etapa de baja y eso genera incertidumbres por la mencionada extrema dependencia.

No hay que olvidar que durante todos estos años hubo un incremento de la demanda muy importante. Ese crecimiento tuvo un efecto de derrame en toda la economía. Se ha desarrollado una nueva clase media, pero no tan segura económicamente. Cualquier falla o ausencia de los factores que tienen que ver con el crecimiento es suficiente para que esa gente reduzca sus ingresos.

Hoy esa demanda no tiene el nivel de años anteriores. Hay un freno en sectores como el comercio o los servicios, así como la construcción, sobre la cual se había puesto mucha esperanza, sin embargo, no se está dinamizando como se pensaba que iba a suceder.

Por otra parte, la dinámica de la industria está dada por la agroindustria, en especial el procesamiento de aceite y harina de soja y de la carne. Entonces, cuando tenemos precios bajos en los granos y una caída muy importante de la demanda de carne desde Rusia, hacia donde se destina el 54% de las exportaciones de carne vacuna de Paraguay, estamos en problemas.

Crecimiento.

—Con esas condiciones, ¿se cumplirá el pronóstico de crecimiento de 4,5% del PIB para 2015?

—Entiendo que tendrán que revisarse nuevamente las cifras de crecimiento del producto, previsto inicialmente para 4,5%. Muchas consultoras y el FMI están dando el 4% y quizá hasta tenga que bajar aún más ese pronóstico, ubicándose algo por encima del 3,5%. Y Paraguay. Para despegar realmente lo que necesita es un crecimiento medio de 5% anual., tasa que lamentablemente no se podrá sostener.

—¿Las dificultades de los países vecinos también afectan el presente de Paraguay?

—Hay efectos nocivos que provienen de la economía brasileña, sin dudas. De Argentina no tanto, porque nos hemos ido despegando de su ciclo económico.

Con respecto a Brasil, hay una parte muy importante del comercio paraguayo que está muy vinculada con el país vecino, el comercio de frontera. Se trata de productos que están en la lista de excepción del Mercosur que entran a Paraguay con precio mucho menor que el arancel externo común y que luego se venden a Brasil en precios muy competitivos. Por allí se comercializan productos asiáticos de reexportación por unos 4 mil millones de dólares anuales. Eso significa un porcentaje importante en la economía paraguaya, y está debilitado por una menor demanda brasileña y un efecto precio, dado que el real se ha depreciado más rápidamente que el guaraní.

Inclusive, en aquellos productos agrícolas o agroindustriales como el trigo, el arroz y la carne, estamos teniendo alguna reducción del comercio con Brasil por el tema precios.

Capital extranjero.

—¿Qué papel ha jugado el ingreso de capitales extranjeros en el crecimiento económico?

—Paraguay ha recibido en los últimos años importantes inversiones en tierras desde los países vecinos, especialmente de Argentina y Uruguay. Sobre todo tierras dedicadas a la ganadería. Desde la década anterior ha habido una inversión importante en genética y en la búsqueda de la calidad, con una ganadería intensiva que no era un sello de este país. Inclusive en zonas no demasiado buenas desde el punto de vista de la calidad de los suelos, como en el Chaco, donde se han desarrollado emprendimientos muy importantes y un buen porcentaje de las exportaciones del país provienen de esa zona, donde debió desarrollarse una raza vacuna especialmente adaptada al suelo árido.

Es un hecho que las inversiones de argentinos y uruguayos han jugado un papel muy importante en el desarrollo de la producción de ganado vacuno, así como las inversiones estadounidenses para el procesamiento y agregado de valor de la soja. Varias aceiteras se instalaron aquí, en algunos casos favorecidos por no tener las restricciones que encontraron en Argentina.

Brasil también ha hecho una inversión importante en frigoríficos y en el sector financiero. Así como en la "maquila", que es fundamentalmente inversión brasileña de estados vecinos a Paraguay, que instalan plantas de procesamiento en varios rubros, como el textil, calzado, plásticos, etc.

—En términos macroeconómicos el país parece ordenado. El ministro de Hacienda Santiago Peña ha dicho que la clave del éxito paraguayo es "seguir el libro de instrucciones"…

—Paraguay ha tenido siempre una política muy estable en términos macroeconómicos. Claro está, tuvimos problemas con la devaluación del real en 1999 y la crisis argentina en 2001. Casi llegamos a un default selectivo en 2003, pero se pudo evitar y se trabajó en reformas estructurales que reforzaron el equilibrio, a nivel de pensiones, tributario y fiscal. Ese equilibrio acompañó el crecimiento económico de este período, en términos de cuentas fiscales, de reservas, de deuda con respecto al PIB que ha venido reduciéndose fuertemente, en ese punto estamos bien, muy estables.

La inflación, a su vez, se ha mantenido en niveles bajo control, de 4-5% anual y todo ello ha permitido que el país creciera responsablemente. De todos modos, insisto en la falta de diversificación de la producción y también, en los enormes problemas sociales que el país debe afrontar.

Tenemos que tratar de reducir los problemas de pobreza que tiene el país, no solamente por el peso moral que ello significa, sino también por lo que puede representar en términos de demanda.

Una gran brecha.

—¿En qué niveles se ubica la pobreza?

—Está en el orden del 23% y la indigencia cerca del 10%. Es justo decir que esos porcentajes se vienen reduciendo desde 2002-2003 a una tasa de 2% anual, con un signo de interrogación en la encuesta anual de 20013 que mostró una baja de 10% de un año a otro. Eso generó muchas dudas. Hubo problemas en la recolección de datos en 2012, cuando además no se hizo el censo previsto. Se politizó demasiado la dirección de Estadísticas y existe desconfianza en los números generados ese año.

Asimismo, en Paraguay existe una gran brecha de riqueza, los niveles de desigualdad son muy grandes. Prácticamente el 40% de los ingresos está en manos de un porcentaje que no supera el 5% de la población, y se ha evolucionado poco en ese sentido en los últimos años.

Otro problema es el referente a los ingresos. Si se observa el salario mínimo, es alto en comparación con otros países de la región, pero lo que ocurre es que el mínimo en realidad es un techo, no se paga más que ello, y en la informalidad, que es muy alta, se está por debajo. El desempleo en sí es tan solo del 5%, pero esconde mucha informalidad.

Tan solo el 29% de la población está amparado en la seguridad social. Tenemos un alto bono demográfico, con una población muy joven —solo el 6% está por encima de los 60 años— que el potencial es muy prometedor, pero con tan bajo aporte previsional estamos en un problema.

Mano de obra.

—Otro problema serio es la baja cualificación de la mano de obra…

—Tenemos severos problemas en la educación. Y como consecuencia, escasa preparación a la hora de afrontar el mercado laboral para muchos paraguayos.

Es un problema grave. En la educación lo que se obtuvo fue una reducción de los niveles de deserción escolar, con más gente que culmina los nueve grados de educación básica, pero veníamos de guarismos muy bajos. Se ha puesto mucho dinero en educación, pero la deuda sigue siendo la calidad, que pasa entre otras cosas por la capacitación del cuerpo docente.

Cuando un inversor se instala en Paraguay, tiene dificultades para encontrar personal capacitado. Esa es una limitante muy fuerte. De todos modos, el incremento de aquellos que culmina la formación básica le está permitiendo a las empresas, en determinados casos, darles capacitación técnica y convertirlos en mano de obra empleable.

Reglas de juego.

—A su país siempre se le ha señalado por la falta de seguridad jurídica. Con el objetivo de atraer inversiones, ¿han modificado esa realidad?

—Es otra gran deuda que tenemos. Hay gente que hace muchos esfuerzos, desde la clase política y el sistema judicial, pero todavía existe esa inseguridad y es fundamentada esa sospecha, lamentablemente. Tanto a nivel de la justicia paraguaya como del Congreso, y en especial en este último. Hay muchos cambios en las reglas de juego en términos de legislación. No es muy predecible el poder Legislativo, y es la principal debilidad. La constitución le otorga al Congreso un poder más fuerte que al Poder Ejecutivo, aunque sea un sistema presidencialista. Y la clase política paraguaya es de baja calidad.

—Todo eso se percibe por parte del inversor…

—El Poder Ejecutivo puede darle certezas a un inversor, pero se encuentra con que el Congreso toma atribuciones cuasi administrativas, de favorecimiento a determinados sectores, por propia iniciativa. Por tanto, se favorece a ciertos grupos de interés, sin consulta con el Ejecutivo.

El caso más difícil es el del Presupuesto General de la Nación, porque el Congreso ha incrementado los gastos período tras período sin estimar los ingresos, lo que se ha podido sobrellevar porque venimos de un período de fuerte crecimiento económico. Además, acá en Paraguay no hay sistema de prelación de las leyes, si bien existe una ley de administración financiera que me dice cómo manejar el gasto, en cada ley presupuestal esos gastos se aumentan y pasar por encima de la norma antedicha; es imposible tener control. Hay además muchas divisiones en los bloques políticos, y muchas veces el proyecto de Presupuesto del Ejecutivo no logra respaldo de sus propios congresistas. Allí entra mucho en juego el clientelismo, el favorecimiento a determinados grupos de poder, y el PE se encuentra casi sin capacidad de veto porque éste se puede levantar con tan solo con el 51% de los votos. Todo ello le da un poder muy fuerte al Congreso por encima del Ejecutivo.

Un gran déficit en infraestructuras.

—¿Cuáles son los planes existentes para superar el déficit de infraestructuras que tiene el país?

—Es cierto que hay un atraso importante en esa materia. Como dijimos antes, hemos incrementado muchos los gastos corrientes y se deja muy poco para los gastos de capital, por tanto no hay espacio para financiar obras importantes. Por otra parte, los ingresos tributarios son bajos, representan apenas el 13% del PIB. Por tanto, habría allí potencialmente una posibilidad importante para invertir en infraestructura, pero eso no está, y se ha debido recurrir a la inversión privada a través de las asociaciones públicos privadas.

—La ley de APP está vigente desde 2013, ¿qué éxito se ha obtenido?

—Aquí se crearon demasiadas expectativas en la ley. Se anunció que en seis meses iban a estar encaminados los primeros proyectos y en realidad, recién ahora en los dos últimos meses se realizaron los primeros llamados.

Los primeros proyectos están vinculados con la red vial y la renovación del principal aeropuerto del país, en Asunción. Asimismo, están prontos otros proyectos vinculados con la red ferroviaria y también con la hidrovía.

El gobierno anunció que en cinco años se iban a invertir 16 mil millones de dólares a través de este mecanismo, pero esa cifra es imposible de alcanzar a nuestro juicio. Chile, un país mucho más ordenado que el nuestro, pudo invertir 19 mil millones en 20 años por este mecanismo, por tanto suena utópica la cifra manejada en Paraguay. Yo creo que 3 mil millones de dólares, si hacemos todas las cosas bien, podrán invertirse a través de la asociación con privados. Y es insuficiente para las carencias existentes.

Hay otro gran problema de infraestructura que presenta el país y tiene que ver con los tendidos eléctricos, que no deberían existir contando con dos represas hidroeléctricas binacionales como Itaipú y Yaciretá. Ahora se están construyendo dos líneas de alta tensión, desde cada central hidroeléctrica hasta Asunción, y la distribución hacia otros puntos del país. Para ello se piensa destinar parte de lo obtenido con la última colocación de bonos soberanos.

Ficha técnica.

Fernando Masi es Sociólogo y Economista, especializado en Economía y Política Internacional en la Johns Hopkins University de Estados Unidos. Director del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep). Fue Asesor del Ministro de Industria y Comercio (2009-2012) y del Ministro de Hacienda (2003-2005). Trabajó como experto de la División de Comercio Internacional de la Cepal. Ha publicado sobre economía paraguaya, competitividad e integración y relaciones internacionales.

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Economista Fernando Masi. Foto: Archivo El País

Alta volatilidad debido a los precios de los commodities

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