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Los jóvenes y la necesaria promoción de la salud mental

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Como consecuencia de una mayor distancia social, menor contacto con centros comunitarios, con educadores y la familia extendida, se rompieron rutinas sanas, horarios estructurados y bien organizados.

El COVID-19 sumó nuevos estresores a la vida de los jóvenes. Es clave identificar factores que promuevan y protejan su salud mental. Impacta también en la economía, porque mayor salud mental va de la mano de mayor productividad en el trabajo y mayor acumulación de capital humano en el estudio.

Maya Rosen, de Harvard, y colegas de la Universidad de Washington, acaban de publicar la investigación “Promoting youth mental Health during COVID-19 pandemic: a longitudinal study”. Examinan un amplio abanico de factores que pueden prevenir el desarrollo de psicopatologías durante la pandemia. Encuentran que tener una rutina diaria estructurada, pasar menos tiempo pasivamente frente a una pantalla, y tener menos exposición a noticias acerca de la pandemia, son factores que previenen las psicopatologías.

Los autores del estudio concluyen ofreciendo a las familias orientación prácticas y simples para promover la resiliencia frente a los problemas de salud mental causados por el COVID-19.

Estresores en tiempo de pandemia 

Las familias sufrieron shocks negativos importantes durante la pandemia. Enfermedad y contagios, desempleo, problemas financieros, mayor demanda de cuidado de los miembros del hogar. Niños y jóvenes no fueron ajenos. Aumentó la distancia social, se redujo el contacto con centros comunitarios, con educadores y con la familia extendida. Se rompieron las rutinas sanas, los horarios estructurados y bien organizados, el deporte. Todo esto aumentó la probabilidad de problemas de sufrir ansiedad, depresión y problemas de comportamiento.

Rosen y su equipo hacen el seguimiento de 220 niños y adolescentes (tienen entre 7 y 15 años de edad) —residentes en Washington— durante 6 meses. Aprovechan que a estos niños ya se los había entrevistado bastantes meses antes de la pandemia. De esta manera, los investigadores pueden identificar los niños que tenían psicopatologías previas.

Exploración en las experiencias de los jóvenes

Mediante cuestionarios a los niños y a sus padres o cuidadores, evalúan los estresores, los síntomas y los factores que potencialmente podrían prevenir los problemas de salud mental. A los dos meses de comenzada la pandemia, en su pico más alto de contagios, hacen una primera evaluación. La segunda evaluación es seis meses después. Durante esta segunda evaluación, las escuelas seguían trabajando solamente de manera virtual, estaban operativas las medidas de distanciamiento social, y los contagios de COVID-19 habían alcanzado un nuevo record. Recogen información de factores que producen estrés, provenientes de shocks negativos de salud, financieros, de índole social, educativos y de recursos físicos del hogar.

Dentro de los estresores de salud se encuentra tener miembros del hogar que contrajeron COVID-19 o que tienen que trabajar de manera presencial, en contacto diario con posibles fuentes de contagio. Entre los estresores de salud están dificultades de convivencia, soledad y discriminación. Entre los indicadores de estrés financieros está el desempleo o la falta de seguridad alimenticia. Ejemplos de estresores de índole social y educativo son los obstáculos para poder estudiar a distancia. Finalmente, dentro de los estresores por condiciones físicas del hogar, está el hacinamiento.

Psicopatologías y factores protectores

Para medir las psicopatologías previas al COVID-19 se empleó el CBCL (Child Behavior Checklist), una escala usada mundialmente para medir los problemas emocionales y de comportamiento de niños y jóvenes, y el SDQ (Strengths and Difficulties Questionnaire), un cuestionario usado internacionalmente para evaluar la salud mental de los jóvenes.

Para evaluar los potenciales factores protectores contra las psicopatologías, se recogió información de los niños y jóvenes sobre nueve aspectos: (a) la actividad física; (b) el tiempo en contacto con la naturaleza; (c) la cantidad de horas fuera de casa; (d) el tiempo frente a las pantallas de TV, PC, móviles, etc.; (e) el consumo de noticas; (f) las horas de sueño; (g) las rutinas positivas de la familia; (h) las estrategias para enfrentar problemas; (h) el ayudar a otros. También se recogió información sobre el ingreso monetario de cada familia.

Resultados. Previo a la pandemia, el 30% de los niños y jóvenes tenían algunos síntomas, al menos leves, de problemas internalizados (depresión, ansiedad, obsesión, etc.) y 17% presentaba síntomas de problemas externalizados (agresividad, delincuencia, etc.). Estos síntomas aumentaron considerablemente durante la pandemia: más del 50% presentaban síntomas de problemas internos y cerca del 60% mostraban síntomas externalizados. ¿Y quiénes fueron los niños y jóvenes que más vieron aumentar sus problemas internos y externos? Precisamente los que sufrieron mayor cantidad de shocks negativos (desempleo, inseguridad alimentaria, etc.) durante el COVID-19.

De los nueve posibles factores protectores, Rosen y sus colegas descubren que disminuir el tiempo de estar pasivamente frente a las pantallas, bajar el consumo de noticias sobre la pandemia y tener una rutina diaria bien estructurada ayudan a proteger a los niños y jóvenes frente a los estresores de la pandemia del COVID-19. También ayudaron, aunque en menor medida, el mayor contacto con la naturaleza y el cuidar las horas de sueño.

Cuando se rompe la rutina diaria, se produce una falta de predicción de qué hacer y en qué momento, desorientación que termina impactando negativamente en la salud mental (produciendo ansiedad, por ejemplo). Y respecto a las pantallas, Rosen señala todos los beneficios que tuvo durante el COVID-19 tener acceso a pantallas para poder conectarse con la escuela, etc. El problema es estar pasivamente frente a la pantalla. Finalmente, el bajar el consumo de noticias sobre la pandemia también se muestra positivo. Esto va en línea de investigaciones previas que sugieren el evitar el consumo continuo de noticias sobre desastres naturales y ataques terroristas.

Se desprenden de este estudio estrategias prácticas y sencillas para promover la salud mental de niños y jóvenes. El aplicarlas está en las manos de las familias.

(*) Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad de Montevideo.

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