La política educativa que se deja guiar por la ciencia

Las brechas en la inversión familiar y en las interacciones entre padres e hijos están en la raíz de las diferencias en el rendimiento infantil entre distintos grupos socioeconómicos.

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¿Inclusión o convivencia? Una de las preguntas del psicólogo argentino.
Foto: Flickr.

Diseñaron un programa de tutorías a niños y fue un desastre. Luego incluyeron a los padres en la intervención y se transformó en un programa exitoso. Fue clave que el gobierno permitiera que agentes externos evaluaran el programa.

Fue en Chiapas, el Estado más pobre de México. Un programa de tutorías. Estudiantes universitarios ejercían de tutores orientando a niños de contextos socioeconómicos desfavorables. Cada universitario se comprometía a ser ese mentor durante dos años. Los mentores recibían capacitación en cuanto al contenido curricular y a métodos pedagógicos.

El programa nació mal: lo expandieron a toda la población sin antes hacer un plan piloto para evaluarlo a una escala más chica. El resultado fue que todo el dinero invertido no mejoró el rendimiento académico de los niños. El programa no funcionó. Pero hay una buena historia posterior. Van los detalles a continuación.

Involucrar a los padres fue clave

Economistas que trabajan en la Universidad de Pensilvania (Francesco Agostinelli), Toulouse School of Economics (Matteo Bobba) y el Banco Mundial (Ciro Avitabile) le propusieron al gobierno rearmar el programa de acuerdo a las lecciones aprendidas en el fracaso inicial y volverlo a probar. Cambiaron la capacitación de los mentores: los universitarios candidatos a tutores comenzaron a asistir a talleres de formación y reuniones entre pares a lo largo del año escolar. Allí compartían prácticas efectivas sobre cómo mejorar las habilidades de crianza y fortalecer la interacción con los padres. Las innovaciones del programa fueron influenciadas por la literatura económica reciente, que muestra que las brechas en la inversión familiar y en las interacciones entre padres e hijos están en la raíz de las diferencias en el rendimiento infantil entre distintos grupos socioeconómicos.

El cuento termina bien. Esta reorientación del programa para incluir a los padres en el centro de la intervención funcionó. Y el gobierno adoptó los cambios introducidos al programa y lo expandió a todo el país. La participación de los padres y sus actitudes hacia las actividades escolares emergen como factores clave para la escalabilidad del programa. Este caso exitoso lo acaban de publicar en el Journal of Political Economy (uno de las mejores revistas académicas del mundo en el área económica).

El experimento

¿Cómo estudiaron los citados economistas los efectos del programa? Invitaron a 230 escuelas a participar del programa. Y, al azar, las dividieron en tres grupos. Un primero grupo de escuelas recibió las tutorías originales (las que no habían funcionado); un segundo grupo de escuelas recibió las tutorías mejoradas (las que incluían capacitación para involucrar a los padres); y finalmente un tercer grupo de escuelas, que no recibieron ningún tratamiento especial (es decir, no recibieron ningún tipo de tutorías). Después de dos años, compararon los resultados de los tres grupos.

Encontraron que la modalidad original de tutorías (las que no incluían capacitación sobre sumar a los padres en la educación de los hijos) gastó bastante dinero en el programa, pero no mejoró respecto al grupo de escuelas que no recibían ningún tipo de tutorías. Dinero tirado.

En contraste, la nueva modalidad (se refiere al programa de tutorías donde los mentores sí reciben un taller especial de capacitación para involucrar a los padres), generó mejoras significativas en los puntajes de lectura, matemáticas y habilidades socioemocionales. Además, tuvo un impacto considerable en la probabilidad de inscripción en séptimo grado.

Por qué funciona involucrar a los padres

Primero, los padres emergen como actores clave, ejerciendo influencia a través de sus decisiones y votos dentro de la asociación de padres. Sus elecciones y acciones impactan directamente en decisiones cruciales sobre la asignación de recursos, inversiones e incluso en la determinación final de si una escuela permanece abierta.

Segundo, los tutores que recibieron talleres para mejorar el involucramiento de los padres aumentan significativamente tanto la cantidad como la calidad de sus interacciones periódicas con los padres. Esto, a su vez, moldea las actitudes y comportamientos de los padres hacia la educación de sus hijos. De hecho, los economistas autores de este estudio encuentran que los padres, ayudados por los tutores universitarios especialmente capacitados, mejoran las prácticas de crianza.

Precauciones a la hora de expandir el programa

En conjunto, los hallazgos sobre los cierres de escuelas y las respuestas de los padres sugieren que estos pueden desempeñar un papel crucial en la escalabilidad del programa. En definitiva, si se quiere expandir el programa a todo el país, es clave ser fiel a los componentes del programa: involucrar a los padres para que el efecto de la intervención no se diluya y termine desapareciendo.

Este es un tema no menor, advertido por John List (profesor de la Universidad de Chicago) cuando habla del efecto “voltaje”. Se refiere a la tendencia de las intervenciones exitosas en pequeña escala a perder efectividad cuando se implementan a gran escala. El término surge de la analogía con la caída de voltaje en un circuito eléctrico a medida que la distancia aumenta. En el contexto de políticas públicas y programas sociales, esto ocurre porque los factores que contribuyeron al éxito en una prueba piloto —como una implementación rigurosa, participantes altamente motivados o condiciones específicas— pueden diluirse cuando el programa se expande. Esto puede deberse a dificultades logísticas, menor calidad en la ejecución, diferencias en los contextos locales o cambios en la población objetivo.

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