La consigna para el nuevo gobierno: invertir en capilaridad social y empresarial

Crecer a tasas decorosas que alcancen a todos, exige un ritmo de cambios más intenso, que los sectores a priorizar sean revisados , exige gastar y alivianar impuestos, cargas y regulaciones, revisar estructuras, empresas y organismos estatales, reasignando recursos y recortando lo que no aporte valor.

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Torre Ejecutiva
Escudo Nacional en la sala de conferencias de Uruguay Presidencia en la Torre Ejecutiva de Montevideo
Estefania Leal/Archivo El Pais

A dos décadas de aquella primera vez, el Frente Ampliorecupera el poder. Nadie espera que se repitan recetas del gobierno saliente, por visión y por el entorno. Un gobierno de la coalición que se fijó objetivos claros y lo intentó, pero infelizmente no satisfizo las expectativas generadas y lo que la sociedad demandaba.

No son tiempos de indolencia, inercia y resignarse con asegurar equilibrios macro. Los objetivos entusiasman, pero, con el tiempo, los resultados tienen que aparecer. No son tiempos fáciles, hay quienes compran “lo que queda de lo que se pudo”; muchos no tenemos tal capacidad.

Derrame

El índice de salario real pasó de 85 en 2005 a 140 en 2020. Luego de un aumento de 100 a 110 en 1985-90, bajó a 90-95, a comienzos de los años `90. A partir de allí, se vuelven a alcanzar niveles de 110, para mantenerlo hasta inicios de los 2000 y luego volver a caer.

Los dos primeros gobiernos democráticos tuvieron un desempeño positivo y no por shocks externos, sino como resultado de un genuino crecimiento del PIB y/o políticas explícitas para recuperar la masa salarial/PIB.

Este desempeño del salario en los gobiernos de Batlle y el segundo de Sanguinetti, fue modesto. Se mantuvieron los mismos niveles por 8 años y con la crisis 2002 cayeron casi un 20%.

En 2020, post pandemia y quizás por impacto de la sequía, la pérdida de salario real volvió a ser importante[1]. El indicador cayó cerca del 4% hasta 2022, recuperando aprox. un 3.5% en 2023 y volviendo a recuperar en 2024.

El FA no va a poner en riesgo esta recuperación, ni la va a someter al escrutinio de la desindexación para mejorar la competitividad. No es “el” instrumento adecuado, lo que se lograría son mejoras marginales dado los niveles de inflación, generaría un ruido en la opinión pública y del propio FA y porque no es ni necesaria ni suficiente, como lo indica la evolución referida.

La recuperación del crecimiento y de los salarios en los primeros gobiernos del FA, no fue debido a shocks externos y no estuvo relacionado con desindexación salarial, fue resultado de decisiones de política, tal como en el primer gobierno de Sanguinetti, en parte como consecuencia del rebote del “gato muerto” y luego por una recuperación económica genuina.

País caro

No hay sector que sostenga que Uruguay no es caro. Algunos analistas igual se las ingenian para encontrar sesudas explicaciones, con las que igualmente se llega a reconocer un retraso mín. de un 10-20%, aun tomando por buenas las referencias que incluyen cierto rezago de base.

No estamos seguros si hay objetivos inconfesables u obstinación terapéutica. No podemos descartar que cambiar la mirada para ciertos organismos, que han venido haciendo y defendiendo lo mismo por años (si no décadas) y en muchos casos con los mismos protagonistas, no es tarea fácil. La lógica sería: “no nos podemos equivocar tanto y por tanto tiempo” y ven difícil que desde fuera de ese ecosistema de “expertos”, existan mejores ideas y otras miradas, que puedan aportar soluciones más eficientes.

Lamentablemente ya ocurrió en el pasado, quizás resultado de que se minimizaron los impactos negativos de los desalineamientos. No puede atribuirse el rezago del TCR a la naturaleza de las reglas de juego, dado nuestra baja productividad relativa de factores, el estándar de los servicios públicos y la infraestructura y la calidad de vida relativa en Uruguay.

El arte para los números no tiene límites, explicaciones siempre se encuentran. Sería más razonable reconocer que existen institucionalidades que actúan como elefantes y mercados tan vulnerables y poco profundos que lucen como bazares. Cuando se combinan ambas, suceden los desastres.

El dólar en 2024 le dio un respiro a la competitividad, pero no a la solución de fondo. Este tema se arrastra desde el reajuste de precios relativos luego de la crisis 2002 por condiciones estructurales.

La tasa de cambio real efectiva[2] de Brasil desde 1980 muestra una evolución positiva a mediano plazo, con caída en 2005-13. Uruguay, mientras, mostró un comportamiento más errático y negativo a largo plazo, con niveles similares a lo previo a la crisis 1982.[3].

El encarecimiento relativo con Brasil preocupa y se repite, habiendo factores estructurales que deben ser atendidos. No somos vecinos de USA, como México, que igual tiene sus problemas, estamos al lado de Brasil, pero, algunas barreras las ponemos nosotros.

Que paguen ellos

La canasta de transables en Artigas es 80% más cara que en Quaraí, lo que se replica en toda la frontera y más lejos también. Hemos avanzado en la matriz energética y la baja de la inflación, pero los costos energéticos son los más caros de la región.

A fines de 2024 la nafta era la más cara de la región (ie: Argentina, Chile, Paraguay y Brasil), con U$S 1.7/lt., muy superior a la 2da más cara (Chile con 1.29) y 70% más cara que Brasil. El gas licuado costaba el doble que Paraguay y Argentina, solo superado por Chile y el costo de la energía residencial era cinco veces el de Paraguay, 150% más que Argentina y 50% más que Brasil [4].

El costo del gasoil y de la energía para media y gran escala son más competitivos, pero el resto de usuarios pagan la cuenta. Esto no es eficiente, no responde a criterios de equidad, solo es resultado del abuso de la “minería recaudatoria” del Estado, que tiene años.

Barbas en remojo

El desafío del gobierno es complejo y no basta con consignas y buenas intenciones. Crecer a tasas decorosas que alcancen a todos, exige que el ritmo de cambios sea más intenso, que los sectores a priorizar sean revisados, mirar a “los NO malla oro”, requiere afectar intereses propios y ajenos, requiere invertir, exige gastar y alivianar los impuestos, cargas y regulaciones, no precisamente a los mismos, requiere revisar estructuras, empresas y organismos estatales, reasignando recursos y recortando lo que no justifique su aporte de valor.

Los mercados son pura incertidumbre, nadie crece como antes, los vecinos están más inestables que nunca, Estados Unidos no trasmite seguridades, la mesura de China no alcanza y con la vulnerabilidad y pobreza mejor medidas, se constata que los problemas son realmente críticos (informalidad, criminalidad, violencia, cárceles, asentamientos, resentimiento social, etc.) y somos demasiado dependientes para ser caros con lo que ofrecemos.

Varias son las críticas que se le pueden hacer al gobierno saliente, pero, la pelota está en la cancha nuevamente y hay que demostrar que a los temas se los enfrenta. No es tiempo para “un poco mejor” y “más de los mismo”, si se pretende crecer a tasas decentes con integración de todos.

[1] No obstante, si mejoraron las finanzas públicas, vía caída de los srios. públicos y jubilaciones
[2] El indicador tasa de cambio real efectiva del Bco. Mundial es un proxy de la inversa del TCR real que mide el BCU
[3] Hasta 2011-12 aprox. los indicadores de competitividad global de Brasil y Uruguay tuvieron un comportamiento al menos emparentado o el de Uruguay acompaño a grandes rasgos la competitividad de Brasil a partir de allí se distanciaron
[4] Fuente: datos de SEG ingeniería de dic/24 y estudios específicos de UCUDAL

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