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La economía uruguaya crece en el arranque del año, pero en un contexto externo que se vuelve más incierto y desafiante

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

El PIB se ubicó 8,3% por encima del primer trimestre de 2021 incidido por la reapertura de la economía, las exportaciones y la inversión.

La economía continuó creciendo durante el primer trimestre del año y se ubicó un 8,3% por encima del mismo período de 2021. En términos generales, el dato estuvo dentro de lo esperado, apalancado en el buen desempeño de las exportaciones, que crecieron un 23,5% incididas por el retorno de la actividad turística y un contexto externo favorable para el sector agroexportador; la inversión vinculada a la tercera planta de celulosa y el ferrocarril central; y el consumo privado, impulsado por la reapertura de actividades previamente afectadas por las restricciones sanitarias.

Por otra parte, si nos enfocamos en la tasa de crecimiento desestacionalizada frente al trimestre inmediatamente anterior —típicamente un indicador más acertado de la coyuntura actual que no se ve afectado por hechos ocurridos un año atrás—, luego del fuerte dinamismo observado en el segundo semestre del pasado año (el PIB creció 3,4% y 2,0% en el tercer y cuarto trimestre respectivamente), la actividad económica habría moderado su ritmo de crecimiento al comienzo de este (0,6%). Aun cuando dicha tasa no es estrictamente baja, tanto en términos históricos como en relación al crecimiento potencial de la economía (en términos anualizados equivale a un crecimiento de 2,5%), quizá era esperable un dinamismo mayor, considerando que las actividades —en particular las vinculadas al comercio y servicios— no habían vuelto completamente a la normalidad entre octubre y diciembre.

De cara a lo que resta del año, la actividad económica continuará impulsada por las exportaciones de bienes, la construcción y la recuperación del consumo privado. Si bien es cierto que el consumo podría mostrar un dinamismo limitado durante en el segundo trimestre, ante el impacto del aumento de precios en el ingreso real de los hogares y la confianza del consumidor y el retorno del turismo de compras, que en cierta forma expulsa parte del consumo doméstico hacia nuestro país vecino, es esperable una recuperación a partir del mes de julio, una vez que se apliquen los correctivos salariales anunciados semanas atrás.

Sin embargo, la economía deberá hacer frente a un contexto externo cada vez más incierto y desafiante, y que crecerá notoriamente menos que lo esperado meses atrás. Recientemente, el Banco Mundial y la OCDE redujeron en algo más de un punto porcentual sus proyecciones de crecimiento global para 2022, al entorno del 3%. Afectadas por la guerra, las economías europeas crecerían cerca de 2,5%, casi dos puntos porcentuales menos que lo estimado a comienzos de este año, mientras que, en China, economía determinante para los países exportadores de commodities, las recientes restricciones sanitarias han reducido su crecimiento esperado en algo más de un punto porcentual.

Más relevante aun parece ser lo ocurrido en los últimos días en Estados Unidos. En mayo, la inflación anual alcanzó niveles no vistos en los últimos cuarenta años (8,6%), y si bien parte de esta se debe a factores —transitorios— vinculados a la invasión de Ucrania, el núcleo inflacionario, que excluye alimentos y energía se mantuvo en 6,0%. En efecto, la economía norteamericana está sufriendo los efectos de una política monetaria y fiscal ampliamente expansiva durante 2021.

En este contexto, la Reserva Federal parece ir decididamente hacia una política monetaria notoriamente más contractiva que lo anunciado meses atrás. En su última reunión, no solo elevó la tasa de interés hasta el entorno de 1,50%-1,75%, sino que también anticipó una trayectoria al alza más pronunciada que la anunciada en marzo. Con ello, la tasa FED en torno al 3,4% hacia fines de 2022, cuando en marzo preveía que se ubicaría en 1,9%. A su vez, redujo la proyección de crecimiento económico para este año desde 2,8% a 1,7%.

En definitiva, el crecimiento global será menor, y con ello la demanda externa relevante para nuestro país; de esa forma, las condiciones financieras se volverán más restrictivas antes que lo previsto. Históricamente, escenarios de alzas en las tasas de interés globales suelen ser desfavorables para las economías emergentes, no solo porque encarecen el costo de financiar los déficits fiscales sino también porque revierten los flujos de capitales y desestimulan la inversión extranjera directa. Quizá en este caso, la excepción sea que, en el corto plazo, los problemas de oferta en los mercados de nuestras principales exportaciones —carne y soja—, mantendrían los precios en niveles elevados a pesar de este contexto de menor crecimiento.

En este marco, a fin de mes el gobierno presentará sus modificaciones al presupuesto. Todo hace indicar que las demandas por incrementar el gasto público, tanto por parte de los miembros de la coalición como de la oposición, marcarán la tónica de la discusión venidera. Es cierto que la situación fiscal ha mejorado, pero parte de ella se explica por factores que no necesariamente serán permanentes. En ese sentido, el margen para financiar incrementos permanentes en el gasto será limitado y estos deberían de ser focalizados.

Ante un contexto externo que será menos favorable en el futuro, será importante mantener cierto margen de maniobra para actuar si el viento se nos vuelve en contra.

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