Cuando todos se lavan las manos

Fue una casualidad, pero el fin de la campaña publicitaria por la inauguración del teléfono 911 de la Policía en Uruguay coincidió con el 40º aniversario del fenómeno que produjo el nacimiento de ese teléfono en Estados Unidos. El asesinato de la joven Kitty Genovese en Nueva York hace cuatro décadas cambió al mundo en muchas cosas y dejó lecciones en una variedad de ámbitos académicos y de la vida pública. Hoy analizaremos lo que tiene que ver con economía, administración, el "arte" de delegar y las elecciones. El hilo conductor será: ¿Por qué todos se lavan las manos?

LO SUCEDIDO. En la madrugada del 14 de marzo de 1964 Genovese estacionó su auto a una cuadra de su casa. Cuando caminaba rumbo a su apartamento, un hombre la apuñaló. Ella gritó pidiendo ayuda, pero sólo logró despertar a varios vecinos. Uno de ellos le gritó al atacante que la dejara. El joven escapó mientras Genovese intentaba llegar a su casa. Los testigos observaron al atacante que se iba, pero volvió a los cinco minutos. El hombre siguió el camino de sangre que había dejado Genovese y la encontró casi inconsciente al lado de la puerta de su apartamento. Allí la violó y la mató. Todo el ataque duró aproximadamente media hora, y fue presenciado por al menos 38 personas. La policía llegó pocos minutos después.

La investigación policial determinó, y los vecinos confirmaron, que nadie había llamado a la policía durante el incidente. Desde la primera llamada la policía demoró sólo un par de minutos en llegar a la escena del crimen. Los investigadores perplejos se preguntaron: ¿Por qué nadie había llamado a la policía? Desde entonces han surgido varias docenas de explicaciones, con cada ciencia social proporcionando al menos un par.

NACE EL 911. Una de las razones más importantes por las cuales nadie llamó a la policía, es porque no existía un sistema como el 911: anónimo y universal. Para llamar a la policía, los vecinos debían buscar el número en la guía (dependía del barrio en que estuvieran) y antes de enviar un patrullero, la policía preguntaba al denunciante su nombre, teléfono, dirección y demás, en parte para poder ubicarlo después de la denuncia. Las denuncias anónimas eran ignoradas. Por supuesto, el "costo" para una persona de llamar a la policía era entonces alto: debía incurrir en el esfuerzo de buscar el teléfono, pero peor aún, someterse a una investigación y cuestionamiento posteriores a la llamada. De hecho, varios vecinos aseguraron que no querían verse involucrados en el incidente, y que por eso no llamaron.

A raíz del asesinato de Kitty Genovese, se instauró el sistema 911. Todo el mundo conoce el teléfono, y cualquiera puede llamar y hacer una denuncia anónima.

EL "BENEFICIO" DE LLAMAR. Pero que el costo de llamar sea alto no es explicación suficiente. El beneficio no puede percibirse como bajo. Pero ¿cómo puede ser bajo el beneficio de evitar una muerte? El problema en este caso fue que había demasiada gente mirando e, increíblemente, cuanta más gente mira, menos probable es que alguien llame a la policía.

En aquella madrugada, a raíz del primer pedido de ayuda de Genovese, un vecino gritó, unos cuantos prendieron las luces de sus casas y todos escuchaban el murmullo saliendo de las ventanas. Los 38 vecinos sabían que los otros 37 estaban mirando. Lo perverso del caso, es que todos pensaron que alguien más llamaría. Por eso, el beneficio de llamar se percibía como bajo: "¿Para qué voy a llamar, si seguro alguien ya llamó?". Probablemente, si hubiera sido una cabaña en el medio del bosque, con un solo vecino, el vecino hubiera llamado. En un inteligente experimento en psicología, Darley y Latané ("Bystander Intervention in Emergencies: Diffusion of Responsibility", Journal of Personality and Social Psychology, 1968, Vol. 8 No. 4, p. 379) demostraron que una víctima de un ataque tenía una probabilidad de 85% de recibir ayuda si había una sola persona mirando, versus 31% si había más de dos.

LOS FREE RIDERS. Los economistas han estudiado problemas como el de la muerte de Kitty Genovese desde hace al menos medio siglo, con el trabajo pionero de Paul Samuelson ("The Pure Theory of Public Expenditures", Review of Economics and Statistics, 1954, No. 36). Aunque el contexto fue bastante distinto del imaginado por los economistas, el problema enfrentado por los vecinos de Genovese fue exactamente el de la provisión de un bien público. Un bien público es aquel que una vez producido beneficia a todos los individuos de la sociedad. Los ejemplos de libro de texto son un sistema de defensa anti-misiles, un parque público y la iluminación de las calles. Una vez que se produjo cualquiera de esos bienes, se benefician todos.

Lo interesante de los bienes públicos es que por más que en general es beneficioso producirlos, la gente tiende a confiar en que los demás individuos de la sociedad aportarán recursos para su construcción. Así surge el llamado problema del "free rider": un free rider es una persona que se beneficia de un bien público sin haber aportado lo debido (free = gratis, rider = que se suma a). Se ha demostrado en una variedad de contextos, y en forma tanto teórica como empírica, que cuanta más gente está involucrada en la provisión del bien público, más improbable es que el mismo se termine proveyendo. La razón es que los incentivos para convertirse en un free rider aumentan con el número de personas.

En el caso de Kitty Genovese, el bien público que debía ser provisto era la llamada a la policía: si alguien incurría en el costo de hacerla, se beneficiaban todos. Pero si el de los bienes públicos era un problema viejo y conocido, ¿no era conocida también su solución? La solución era conocida, y tiene que ver con cómo se deben delegar las tareas.

EL "ARTE" DE DELEGAR. Por naturaleza uno tiende, si puede, a delegar en mucha gente. Por ejemplo, me ha sucedido en varias ocasiones que después de fijar una fecha de un parcial con mis alumnos, les digo "bueno, que alguien me mande un mail con la fecha, porque ahora no tengo nada para anotar". Inmediatamente me acuerdo de Kitty Genovese, y me corrijo "vos, Federico, mandáme un mail con la fecha del parcial". Y les termino contando esta historia.

La tendencia a delegar en muchos es natural: si uno se olvida, es probable que dos no se olviden, y mucho menos treinta. Y eso está bien. El problema es que ninguno tiene que saber que los otros también son responsables. La clave es entonces delegar en muchos, pero que cada uno piense que él es el único.

Al delegar en una sola persona, lo que se hace es corregir el problema de coordinación que surge en los problemas de bienes públicos. En cualquiera de estos problemas, si hay un candidato natural para producir el bien público, todos esperan que él lo produzca y él sabe que si no lo produce, nadie más lo producirá. Como a él le conviene que se provea el bien, hará lo que todos esperan que haga. Así, cuando hay un candidato natural, todo funciona correctamente.

Una institución que genera los incentivos correctos a la hora de delegar, y que podría haber evitado la muerte de Kitty Genovese es la "Vigilancia del Barrio" (Neighborhood Watch) que funciona en la mayoría de los barrios problemáticos de Estados Unidos. El grupo de vigilantes está compuesto por vecinos que se auto-atribuyen la responsabilidad de observar y avisar en caso de emergencias. Este tipo de organizaciones utiliza lo que se sabe sobre el arte de delegar, y de la provisión de bienes públicos, para mejorar la seguridad del vecindario. Son los candidatos naturales para avisar en caso de emergencia.

PARTICIPACION ELECTORAL. Finalmente, una reflexión sobre la participación electoral voluntaria. Recuerdo haber visto una tira cómica poco después de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en la cual un individuo del estado de Florida fue a trabajar con la cara cubierta por una bolsa de papel marrón. Un compañero le decía al otro: "lo que pasa es que no fue a votar el domingo". La tira hacía referencia al hecho que la elección de Bush como presidente de los Estados Unidos se decidió por lo sucedido en un pequeño distrito del estado de la Florida, en el cual si unas decenas de personas hubieran votado distinto, Gore sería hoy el presidente.

Hay al menos dos "versiones" sobre por qué la gente no suele votar en Estados Unidos. Una es que la gente piensa que su voto no cambiaría nada. La otra sostiene que la gente confía en el electorado en general, y delega en que los demás harán lo correcto. Kitty Genovese no creería esta última versión.

En definitiva, a veces nos lavamos las manos, sólo porque confiamos en los demás. La buena noticia es que todo se arregla con una mejor asignación de responsabilidades y una mejor delegación.

Por JUAN DUBRA (El autor agradece la colaboración de Federico Temerlin, estudiante de economía en la Universidad de Chicago.)

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