Uruguay tiene su ranger

| El teniente Jean Despaux fue el único extranjero que logró graduarse en Estados Unidos. Pertenece al Comando de Operaciones Especiales del Ejército.

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CARLOS TAPIA

Tomar por asalto una vivienda y eliminar a todos los enemigos, son un asunto fácil para el teniente Jean Despaux. Durante dos meses transitó montañas, ríos y pantanos en el curso Ranger que lo convirtió en un militar "todo terreno", con honores.

La misión es compleja y las consecuencias de un error pueden ser letales. El comando Charlie, de 15 hombres, deberá primero atravesar el angosto río; luego transitar los 500 metros del inhóspito pantano para enfrentarse cara a cara con el objetivo: tres chozas de madera que esconden a decenas de enemigos. Habrá que eliminarlos y robar un mapa, fundamental para llevar adelante el próximo operativo. Los subalternos son todos estadounidenses. El militar a cargo del simulacro es el teniente Jean Despaux, de 27 años, único ranger uruguayo.

Ante él es imposible no pensar en el Rambo de Sylvester Stallone. Un ranger es un militar con capacidad para actuar en los más disímiles y complicados campos de batalla. Con habilidad para efectuar operaciones tanto en tierra, como fluviales y aéreas. Es una suerte de "soldado todo terreno".

Despaux tiene apellido francés, pero es montevideano. Pertenece al Comando de Operaciones Especiales Escorpión, que se entrena en el Batallón 14 del Ejército. Una beca le permitió viajar a Estados Unidos. Allí se graduó con honores y obtuvo el retazo de tela, que luce con orgullo sobre su hombro izquierdo y que con letras mayúsculas dice: "RANGER".

"Evalúan tu capacidad de liderazgo. Te ponen en diferentes posiciones -jefe de patrulla, segundo jefe, radio operador- y uno tiene que llevar adelante el simulacro de la misión. Por suerte obtuve el 100% en cada una de las etapas. Pero en el curso de pre ranger, que hice antes para prepararme, solo logré el 50%", confiesa.

Primera misión. "La verdad es que no pensé que ganaría la beca. El examen de inglés era muy exigente, y había que llegar a un nivel de 75%", señala Despaux, que obtuvo un 90% en esa prueba, que le realizó el American School. Cuatro personas se postularon para convertirse en rangers; dos quedaron seleccionados. Pero el alférez Román Rodríguez debió regresar, por problemas personales, antes de llevar adelante el segundo curso.

Despaux partió a Beanning el 29 de diciembre, pasó Año Nuevo entre soldados estadounidenses y cinco extranjeros -dos del Líbano, uno de Estonia, otro de Albania y otro de Uganda-. En Uruguay quedó su esposa con su futura hija en el vientre.

Los primeros veinte días le realizaron una serie de exámenes físicos y mentales. Tuvo que someterse a una nueva prueba de inglés; en esa oportunidad obtuvo un nivel de 98%. De todos modos, comunicarse con sus colegas anglosajones no fue un asunto fácil. "Ellos a veces no me entendían, y me miraban raro por como hablaba. A mí me pasaba lo mismo. Eran personas que venían de todas partes de Estados Unidos, todos con dialectos muy diferentes", cuenta.

Tras los exámenes comienza el pre ranger, que tiene una duración de 22 días de trabajo continuo, con jornadas que comienzan a las cuatro de la mañana de un día y terminan a la una de la madrugada del otro. La calificación en el curso se determina por dos pruebas en las que los soldados deben ocupar puestos de liderazgo y llevar adelante un operativo militar. Cada una de las instancias vale el 50% de la nota final.

"Perdí una pero igual salvé la otra, por eso no reprobé. Esto pasó porque tuve algunos problemas de seguridad en una misión. No administré bien las ametralladoras. Puse una a las 9 y otra a las 12, cuando deben estar una al frente de la otra. Además se me durmió un soldado. No se descansa más de dos horas por día, y hay veces que no resistís", explica Despaux.

Segunda misión. El primero de febrero, con todo el cansancio del primer curso encima, el teniente se presentó en otra base militar de Benning. Para empezar a convertirse en ranger tuvo que someterse a dos días de duras pruebas físicas. "Tenés que hacer 49 fricciones en dos minutos, si hacés 48 te sacan. Lo mismo con la carrera de ocho kilómetros; el que pierde queda afuera", relata el soldado.

El curso se divide en tres etapas. La primera en tierra firme (que se realiza en Benning), la segunda en montaña (en Dalanaga) y la tercera en pantano (en el estado de Florida). Como si se tratara de un juego de video, quien pierde en algunos de los niveles debe volver al principio. Es por esto que hay personas que demoran meses en obtener el diploma. Despaux lo hizo en el mínimo tiempo posible.

El método de calificación es el mismo que en el pre ranger; durante el curso los soldados deben ocupar seis puestos de liderazgo. "Después que lo hacés te dicen `go` o `no go`, seguís o no seguís", señala Despaux. Para salvar hay que obtener la puntuación máxima en alguno de los dos simulacros de cada etapa. A esto se suma la nota que ponen los propios soldados.

"Al final de las pruebas te dan un papelito. Ahí te preguntan: `¿Cómo es Fulano como líder?`, `¿Cómo es con los compañeros?`, `¿Presta atención en clase?`, `¿Compartiría un pozo fusilero con él?`, `¿Lo eligiría como jefe de patrulla?`, `¿Iría con él a la guerra?` Después te cuestionan si lo echarías del curso o lo harías empezar todo desde el principio", explica Despaux.

Esta forma de calificación hace que algunos decidan armar estrategias. "Uno del Líbano me dijo: `vos tenés que agarrar al que a nadie le da corte, le decís que te vote primero y vos lo votás primero a él. Así te quedás con un buen promedio`", cuenta. De todos modos el uruguayo decidió hacer oídos sordos a este plan, y la verdad es que no le fue mal. Por el voto de sus compañeros obtuvo el 71% en la primera etapa, el 89% en la segunda y el 87% en la tercera. "No me discriminaron por ser extranjero", sostiene.

Tercera misión. La escena ocurre en el medio del campo en horas de la madrugada. Despaux y quince soldados más caminan en la noche cerrada, sin luna, solo dirigidos por el dictamen de una brújula. La nieve entorpece aún más la visión y el frío sobrepasa los gruesos uniformes. El cansancio es cruel. Llevan más de 24 horas sin dormir. Van en fila, tomados de las pesadas mochilas de quien va adelante para no separarse. Cada carga pesa 35 kilos. Pero al teniente uruguayo, quien pesa 75, junto a sus pertenencias, esta vez le tocó llevar el enorme soporte de la ametralladora.

Es que además de los males ficticios, en el curso Ranger también se debe luchar contra tres enemigos reales: el frío, el cansancio y el estar lejos de los seres queridos. Este último es el que más heridas le dejó a Despaux en su estadía por Estados Unidos. Como en las películas bélicas, en que se detienen por unos minutos las batallas para mostrar el lado humano de los soldados, cada madrugada el teniente uruguayo miró la foto de su mujer desde algún lugar en el medio de la nada.

"Extrañé muchísimo. Todos mis compañeros tenían una fotografía de sus señoras, no fui el único", señala. Cuando Despaux estaba en la primera fase del curso, el 26 de febrero, sabía que su mujer tendría que haber dado a luz. "Pedí para llamar y por suerte me dejaron. Ahí ella me contó que tenía una hija. Cuando me reencontré con mis compañeros todos gritaban: `¡tenemos una ranger, tenemos una ranger!` Fue muy emocionante".

Cuarta misión. El orden de las pruebas es aleatorio, y los soldados nunca saben en qué momento, de los sesenta días que dura el curso, pueden tomar el mando. Es por eso que de un momento a otro, se puede pasar de ser un soldado con un papel secundario a jefe de la operación.

"Estábamos en la fase de montaña y pensé: `a mí no me van a poner al mando, ya me tocó hace dos días`. Pero me pusieron. Hasta ahí estaba de lanzagranadas; tenía un chaleco de granadas simuladas, porque allí no se utilizan armas reales. Me sentía muy cansado, llevaba meses durmiendo entre una y dos horas por día, y la verdad es que no había prestado mucha atención al plan, ya que mi papel era secundario en el operativo. En media hora tuve que hacer el relevo y organizar a mis compañeros", recuerda el teniente.

La misión consistía en realizar una emboscada en un camino. Pero mientras planificaba los pasos a seguir, Despaux se percató que todos sus compañeros estaban dormidos. El soldado ya estaba en la etapa final del curso, y si reprobaba corría el riesgo de tener que empezar todo desde el principio.

"Estaban todos roncando en el medio del campo, me quería morir. Por suerte no había ningún instructor, sino ya marchaba. Pero ahí pasó algo, que es una de las cosas que me hace pensar que no me discriminaron por ser extranjero. Un compañero se acercó y se ofreció a ayudarme. Le pedí que los despertara. Él llamó a todos los de mi compañía, y ellos a su vez despertaron a toda la patrulla".

El operativo fue un éxito. La compañía de Despaux logró atrapar al ficticio enemigo a través de la emboscada que realizaron en el camino. Los detuvieron y obtuvieron información confidencial para usar más adelante. Para ese entonces ya terminaba el mes de marzo, y el curso llegaba a su fin.

El 2 de abril, 19 soldados, de los 45 que comenzaron el curso, recibieron el diploma que los convirtió en rangers. Entre los que quedaron en el camino había militares de altos mandos del ejército estadounidense. Menos Despaux, todos los demás graduados eran norteamericanos. "Un ex héroe de Vietnam me dio el título. Todo el curso lo tuve que hacer con el uniforme del Ejército de Estados Unidos, pero ese día pedí para ponerme el uruguayo", cuenta el teniente, ya desde el Batallón 14.

Quinta misión. El entrenamiento es duro. La escuadra de asalto debe tomar una casa, eliminar a todos los enemigos y rescatar a un rehén. El detalle es que los militares uruguayos realizan estos simulacros con fusiles cargados con balas de verdad. Esto se vuelve aún más peligroso en el caso de los francotiradores, que le tendrán que atinar a un blanco a más de 100 metros. La munición se debe incrustar en la imagen de una voluptuosa mujer, pegada a una tabla de madera. Al lado de ella, "como se trata de un ejercicio de confianza", se coloca el comandante de la compañía, Ignacio Martínez. La bala le pasa a 10 centímetros de la cara.

Quien realiza el entrenamiento es el comando de operaciones especiales Escorpión, al que pertenece Despaux. Ellos se preparan para la competencia de Fuerzas Comando, que se realizará dentro de dos meses en República Dominicana. El teniente será el jefe del equipo que representará a Uruguay. Viajará con él una escuadra de asalto de cinco hombres y una pareja de francotiradores. Participarán 20 países de América Latina y el Caribe, más Estados Unidos, que organiza el evento. En 2008 el mismo torneo se realizó en Texas, y Uruguay obtuvo el segundo puesto detrás de Colombia. Esta vez Despaux asegura: "Estamos capacitados para ganar".

"Todos mis compañeros tenían una foto de sus señoras, no fui el único" (Despaux).

Exigente programa de becas

El Ejército uruguayo tiene un plan de becas anual, ofrecidas por Estados Unidos, China, España y Brasil. Los militares uruguayos deben someterse a una serie de pruebas para poder participar de estos cursos. Un tribunal examina a los aspirantes con evaluaciones de geografía y del idioma del país al que pretenden viajar -en el caso de China se pide un alto nivel de inglés-. Una decena de soldados se benefician cada año de estas capacitaciones en el exterior.

El curso Ranger se realiza durante todo el año y son pocos los extranjeros que logran aprobarlo en los dos meses estipulados para el curso. De hecho el teniente Jean Despaux es el único que lo logró en su compañía. Además, se graduó con honores. Recibió el premio Ralph Packett, nombre puesto en homenaje al comandante perteneciente a la octava Compañía Ranger de la Armada, que luchó en la guerra de Corea durante los tiempos de la Guerra Fría.

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