Ser incapaz de olvidar, ¿realidad o leyenda?

| La hipermnesia o memoria eidética es la habilidad de recordar todo al más mínimo detalle. Frecuente en series de tevé, algunos dicen que hay casos contados; otros, aseguran que no existe.

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GABRIELA VAZ

Si usted es un asiduo espectador de las series estadounidenses The Big Bang Theory, Criminal Minds o Unforgettable, entonces ya está familiarizado con el concepto de memoria eidética. En la primera, el genial Sheldon Cooper hace reír con su obsesiva recordación de cada palabra leída alguna vez a lo largo de su vida, martirizando a sus amigos. En la segunda, el personaje de Spencer Reid, quien posee un coeficiente intelectual de 187, deslumbra a sus compañeros del FBI con incontables datos aprendidos que ayudan a resolver crímenes. Y en Unforgettable ("Inolvidable", en español), la historia gira alrededor de Carrie Wells, una detective que logra guardar en su mente cada conversación, cada imagen y cada momento que haya experimentado.

Los tres personajes poseen memoria eidética, también llamada fotográfica o, más técnicamente, hipermnesia. Así al menos lo resuelven los guionistas de estos exitosos programas hollywoodenses. Sin embargo, corriéndose de la ficción y desde una mirada científica, no está tan claro que esas capacidades existan realmente. ¿De verdad hay personas que puedan recordar cada palabra de cientos de libros después de leerlos una sola vez? ¿Es posible que alguien recuerde cada detalle de una habitación con apenas darle una mirada rápida?

La respuesta es ambigua. Algunos expertos consultados encuentran que el concepto de hipermnesia está más cerca de la parapsicología que de la ciencia dura. En otras palabras, que hay mucho más de mito y de leyenda que de experiencias reales. Sin embargo, no han faltado casos contados -contadísimos- de memoriosos extremos que han llamado la atención de investigadores alrededor del mundo.

Uno de los más documentados es bastante reciente y propició un libro publicado en 2008. Se trata del caso de Jill Price, una estadounidense de 47 años que recuerda todos los días de su vida desde que tenía ocho. La comunidad científica conoció la historia en 2006, cuando se publicó un paper en la revista Neurocase a cargo del experto en neurociencia especializado en aprendizaje y memoria James McGaugh. El especialista pasó cinco años bombardeando a Price con tests psicológicos, neurológicos y fisiológicos para investigar cómo funcionaba su mente, que por lo demás era bastante común. Él fue quien acuñó el término de "síndrome hipertimésico" para referirse a una memoria superdesarrollada, pero de un tipo en particular. Y es que Price no tiene aptitudes especiales para memorizar listas de palabras o números, historias o idiomas. Lo que ella recuerda, obsesivamente y con notable precisión, son cosas que vivió. Si se le menciona un día al azar, desde 1974 (cuando tenía ocho años) en adelante, puede recitar sin atisbo de dudas qué día de la semana era, cómo estaba el clima y algún dato de trivia biográfico como qué comió, qué daban en la televisión o qué hizo. Claro, muchos de los días, lo que recuerda Jill es que tan solo "pasaba el rato".

McGaugh contrastó los recuerdos de Price con toda la documentación posible, incluyendo unas 50 mil páginas de sus propios diarios, y concluyó que sus habilidades son reales, tal como detalla en el libro La mujer que no puede olvidar. Eso sí, los estudiosos todavía no saben explicar por qué se dan estos "poderes" especiales.

¿PARA QUÉ? Sergio Dansilio, docente grado 5 de Neuropsicología en la Universidad de la República, relativiza el concepto de hipermnesia como tal, pero comenta que sí ha conocido casos de "memoriosos". "Me consta de un memorioso en Fray Bentos, hace 30 años, que recordaba prácticamente todas las patentes de autos de la ciudad", grafica.

No obstante, el especialista entiende que -en personas sanas- estas capacidades no son innatas ni tienen causas genéticas, sino que se entrenan. El tema, señala Dansilio, es que rara vez tenga efectos realmente útiles. "Hay personas que ejercitan la memoria y luego pueden, por ejemplo, entrar a una exposición y acordarse de los 200 cuadros que había y quién los pintó. Pero es al santo botón. Ese tipo de acumulación de datos lo anotás o lo guardás en la computadora, no lo necesitás. Uno necesita datos ordenados, organizados o con un objetivo determinado. ¿Una persona puede leer un libro una vez y luego citar cualquier parte con total precisión? Sí, puede pasar, pero seguramente esa persona no será quien te haga una crítica literaria ni sacará mucho otro sentido del libro. Es un gasto. Los recursos cerebrales e intelectuales son limitados. Si los usás en una cosa, los perdés en otra", asegura.

En el mismo sentido se pronunció una reseña del libro sobre Jill Price realizada en la revista Newsweek en 2008. Allí el crítico literario Jerry Adler apuntó que "lo preocupante" del texto es cuán banales son la mayoría de las memorias de Price. "Los días pasan, el almuerzo sigue al desayuno, el día 10 del mes es inexorablemente seguido por el día 11 y gran parte del tiempo, como dice McGaugh, simplemente `pasas el rato`. Su vida no está exenta de la excitación y el drama convencionales: sus padres se separaron y volvieron; su madre sobrevivió a un tumor; se casó con un hombre que conoció por Internet y él murió de repente. Nadie debería minimizar sus sentimientos, pero saber qué estaban dando en la televisión durante esos eventos no agrega mucho a nuestra comprensión de ellos, o de ella".

SUPERPODER. Está claro: cuando memoria extraordinaria equivale a una simple colección de datos, la habilidad se equipara más a una atracción de circo que a una capacidad útil. Un ejemplo de ello es el caso de Kim Peek, el hombre que inspiró al personaje de Dustin Hoffman en la película Rainman. Peek fue el típico savant, término que describe a personas con discapacidades intelectuales que sin embargo presentan increíbles habilidades para retener información o hacer cálculos complejos. Si bien no era autista -como el personaje de la película-, tenía un coeficiente intelectual de apenas 73, lo que implica un retardo importante. Aún así el hombre, que murió en 2009, recordaba 98% de los 9.000 libros que había leído, memorizando datos de todas las áreas: desde la geografía hasta la literatura, pasando por música, historia y filosofía. También tenía un calendario exacto de 10.000 años en la cabeza y podía decirle a cualquiera qué día de la semana nació. Pero aunque su capacidad de almacenar información era virtualmente ilimitada, no entendía lo que retenía. No era capaz de sacar una conclusión de un libro aunque pudiera recitarlo de principio a fin. Peek, quien nació con macrocefalia y daño en distintas áreas de su cerebro, fue objeto de varios estudios y hasta la NASA lo analizó intentando hallar una explicación a sus habilidades, que se especula están latentes en todos los cerebros.

Dansilio comenta que no es raro que ciertas patologías impliquen una hipertrofia de la memoria, aunque tampoco es lo más común. "Se ha visto en autistas, en alguna esquizofrenia. No es que la patología derive en eso. De hecho, la gran parte de los autistas y esquizofrénicos no son memoriosos. Algunos dirigen su actividad intelectual hacia esa forma de aprender cosas de una manera sorprendente. Son capacidades humanas que en general el resto de las personas no desarrollamos", reflexiona, al tiempo que también recuerda la película Rainman. "Él (personaje) tenía condiciones clínicas especiales. Son memoriosos de cosas que, de vuelta, en la sociedad son inútiles. ¿Para qué te sirve acordarte de la mitad de la guía telefónica de Montevideo?"

Es que aunque en principio pueda seducir cual codiciado superpoder, lo cierto es que recordar cada detalle de la vida puede traer más problemas que beneficios. "Imagina ser capaz de recordar cada pelea que tuviste con una amiga, cada vez que te pusiste mal, todos los errores estúpidos que alguna vez hiciste", ilustra Jill Price al relatar la parte más oscura de su memoria extraordinaria.

Pero en el peor rincón se ubica la hipótesis borgeana. En su famoso Funes, el memorioso, que versaba sobre un uruguayo al que el olvido le estaba vedado, el genio argentino escribió: "Sospecho que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos". Al fin, la memoria sólo sirve si es para entender.

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