Selene Delgado duerme con los dos tomos del Diccionario de la Real Academia Española sobre la mesa de luz. Todas las noches, antes de cerrar los ojos, lo estudia. Quiere memorizar sus 93.000 palabras. No es escritora, lingüista o traductora, sino una aficionada. Jamás ha leído un libro que no fuera para la escuela o el liceo, salvo por esta lectura a la que le dedica entre dos y cuatro horas diarias. Ella solo busca una cosa: ganar en el Scrabble.
La vida de Selene gira en torno a este juego de mesa que conoció hace 24 años. El Scrabble consiste en formar palabras que se crucen entre sí en un tablero, de la misma forma que un crucigrama. El juego contiene una bolsita con 98 fichas cuadradas. Cada una tiene impresa una letra del abecedario y hay dos fichas en blanco que funcionan como comodines. Las letras tienen un valor del 1 al 10 y el objetivo es conseguir la mejor puntuación posible formando palabras sobre el tablero de 225 casilleros. Algunos duplican o triplican el valor de la ficha o de la palabra.
Selene tiene 58 años y vive sola en su apartamento del barrio La Comercial. Su rutina consiste en estudiar y practicar el juego. Ha triunfado cientos de veces y en 2017 fue coronada como la campeona mundial de Scrabble en español en el XXI torneo anual que se disputó en Paraguay. Fue la segunda mujer en ganar este campeonato mixto en los últimos 25 años. Su objetivo ahora es obtener una segunda copa de oro.
Es por eso que cada mañana se levanta, prepara el mate y enciende la computadora para jugar un partido de Scrabble online. Juega entre 10 y 12 veces al día.

Un reto de mentes ágiles.
“A pesar de que el juego es sobre palabras, tiene mucho de matemáticas y de estrategia”, explica Selene. Eso es lo que más le gusta, la estrategia. De hecho, aunque camina por la calle analizando las palabras de los carteles, no se considera hábil con el lenguaje. Por el contrario, su relación con las palabras está a medio camino entre el afecto y el desprecio. “A veces las odio porque son muchas y no puedo recordarlas todas”, asegura. Como su memoria la traiciona decidió memorizar la palabra, pero no su significado.
Eso es lo que le acaba de suceder mientras juega contra otro de los miembros del Club Uruguayo de Scrabble (CUS). Selene hace scrabble, algo a lo que siempre apuntan los mejores jugadores y que consiste en utilizar las siete letras de su turno para así sumar 50 puntos adicionales. Coloca “saetead”, pero no tiene la menor idea de lo que significa. No sabe que es la conjugación imperativa en segunda persona del plural del verbo asaetear, “disparar saetas contra alguien”, según la RAE. Solo le importa que consiguió el mayor puntaje posible. “Acá es cuando la campeona se despega”, dice su contrincante Daniel Lalanne, de 68 años, con complicidad.
En una de las últimas jugadas, Daniel decide perder un turno y cambiar las siete letras para probar suerte. Finalmente, coloca la palabra. “Bree”. Daniel procede a chequearla en el Lexicón, una aplicación que indica si la palabra existe y está habilitada en el juego. Los jugadores siempre pueden decir “impugno” al desconfiar de la palabra de sus oponentes, pero en este caso es un juego entre amigos. En el celular se enciende la luz verde: la palabra es correcta. Ahora es el turno de Selene. Hace un scrabble con “Remolcan” y suma 63 puntos. Con eso, la campeona gana la partida 445 a 413 en la última jugada.
En 2017 viajó al XXI Mundial de Scrabble en Español que se disputaba en Asunción por cinco días. Los mundiales se juegan cada año y participan un promedio de 120 personas de todos los países de habla hispana. Cada participante juega 24 partidos y el finalista es el que obtiene el mayor puntaje sumando cada enfrentamiento. Esta regla, en lugar de que haya semifinales y finales, es la que provocó que Selene fuera coronada campeona antes de que terminara el torneo. Faltaban dos partidos por jugarse y Selene ya tenía un puntaje muy superior al de sus contrincantes. Hacía 16 años que competía en los mundiales y siempre quedaba a pocos pasos de la copa. El torneo terminó a las seis de la tarde y festejó hasta las cuatro de la mañana.

Selene conoció el Club Uruguayo de Scrabble (CUS) por medio de quien era su patrona en la fábrica de cotillón. Aunque en un principio su jefa y amiga le aseguraba que el juego no la entretendría, Selene, motivada por la curiosidad, le insistió para que la llevara a una reunión. Al año siguiente ganó el campeonato nacional.
El CUS se alterna entre el Hotel Regency sobre la avenida Rivera y Julio César y el sótano del café La Coruñesa, en la esquina entre San José y Julio Herrera y Obes, con encuentros los jueves y sábados. Está compuesto por 15 personas y fue allí donde Selene conoció lo que es la amistad basada en la pasión compartida. Pero, más allá de esta cuestión emocional, los aficionados también resolvieron un problema práctico: finalmente pudieron competir con personas que estaban a su nivel. Hacía varios años que muchos de ellos habían dejado de jugar con sus familias y amigos porque triunfaban en el 100% de las partidas y no solo generaban resentimiento, sino que cancelaban la diversión. Hoy conforman un grupo en donde no solo los une el Scrabble, sino también el hecho de ser casi todos jubilados, la mayoría abuelos.
Otra ronda.
Para el XXII Torneo Austral de Scrabble llegan aficionados desde Argentina, Chile y Paraguay a Montevideo. Todos alguna vez estudiaron el diccionario como Selene y todos han destinado horas de sus días a jugar por internet. Entre los rivales está otro campeón mundial, el venezolano Benjamín Olaizola que con 22 años ganó el campeonato en 2001 y así fue la persona más joven en ganar esta competición, además de volver a recibir la medalla de oro en 2007.
Selena recuerda que siempre es conveniente que te toque la letra A o la E porque la mayoría de las palabras se conforman por alguna de estas vocales. De estas, hay 12 fichas de cada una. Sin embargo, los grandes jugadores buscan hacer palabras con letras difíciles como la Z o la X que tiene 10 y ocho puntos respectivamente, y solo hay una de cada una en la bolsa de fieltro. Selene ha formulado desde palabras simples como “zona” o “examen”, hasta otras menos habituales como “dix” o “zángano”.
La jugadora necesita la concentración suficiente para recorrer los pasillos de su mente y reconocer qué palabra de las miles que tiene almacenadas en su memoria puede conformar con siete letras. Por eso no es sorpresa que, por más paradójico que suene, a Selene sus compañeros la describen como una mujer “de pocas palabras”.
Pero cae derrotada en la tercera vuelta y termina en el octavo puesto. Eso no la afecta demasiado porque su lugar en el próximo mundial está asegurado. Hace un año compró el pasaje a Costa Rica para competir a fines de noviembre. Desde que se unió al club en 2001, ha estado en los 20 mundiales, siempre a costa de su bolsillo. Selene se ilusiona con ser de nuevo campeona mundial.
(Este texto fue redactado y editado en el marco del Seminario Repórter de periodismo de la Universidad de Montevideo)