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Río de Janeiro: un paraíso entre el mar y las montañas

Una ciudad que atrapa por sus bellezas naturales, la música, los sitios históricos, la gastronomía y la alegría contagiosa de los lugareños. Y en donde todo el año se respira carnaval.

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Cristo Redentor.
Andrés López Reilly

Por: Andrés López Reilly

Muchos dichos refieren a la belleza de Río de Janeiro y a la idiosincrasia de sus habitantes. Uno de ellos dice que cuando Dios se puso a distribuir las bellezas en el mundo, comenzó por este sitio. Y que al darse cuenta de que había colocado demasiadas, ya no pudo dar marcha atrás. Otro (inventado por los paulistas, con quienes los cariocas siempre han estado en pugna), señala que el Cristo Redentor, que antiguamente recibía a los barcos que llegaban a la bahía de Guanabara, está con las manos abiertas esperando a que los ciudadanos empiecen a trabajar, para aplaudirlos. Eso no es fácil, podría responder alguno también con ironía, en una ciudad en la que las playas más hermosas se despliegan como un rosario entre el mar y las montañas. Y en donde todo el año se respira carnaval.

Reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, la ciudad de Río de Janeiro es un purgatorio de belleza y caos, que atrae a turistas de todo el planeta. En su avenida Nuestra Señora de Copacabana, paralela a la rambla, es posible cruzarse con un ejecutivo de traje y corbata y una joven en bikini al mismo tiempo. También es posible hospedarse en un hotel cinco estrellas y que una favela ocupe parte de la vista.

Todo esto forma parte de la “ciudad maravillosa” (así se llama también el himno de Río), que atrapa por sus bellezas naturales, la música, los lugares históricos, la gastronomía y la alegría contagiosa de los lugareños.

Las ondas en blanco y negro al borde de la playa de Copacabana son uno de los emblemas más conocidos de la ciudad. Están en pareos, imanes, bolsos y remeras. Pero no son las únicas baldosas de una de las ramblas más hermosas del mundo. Ipanema (famosa por la canción de Vinícius de Moraes y Antônio Carlos Jobim) tiene sus propios mosaicos (con un diseño parecido) y es la pasarela de miles de turistas.

Copacabana sigue siendo la playa por excelencia en cuanto a actividades deportivas (que se realizan también tarde en la noche gracias a una potente iluminación sobre la arena) y movida nocturna, con muchos locales sobre la rambla en los que la cerveza y la caipiriña son los hidratantes obligados. Y en donde es posible bailar y disfrutar con distintas propuestas de música en vivo.

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Rambla de Copacabana.

Contigua a Copacabana, Leblon se ha transformado una de las playas de moda. Pero hay más: Flamengo (con su estupendo parque); Botafogo (con una vista especial del Pan de Azúcar y hermosas puestas de sol); Barra da Tijuca y San Conrado (de las más requeridas por los surfistas), y Joatinga (la más escondida, ubicada junto a un barrio privado).

LOS DOS GIGANTES. ¿A dónde ir en Río de Janeiro? Al tope de la lista de recomendaciones, sea uno católico o no, sin dudas se encuentra el Cristo Redentor sobre cerro del Corcovado, de 713 metros de altura.

Se puede ascender al Cristo tanto en tren cremallera (el transporte más utilizado) como en camioneta o haciendo trekking, en caso de animarse y tener las condiciones físicas. La estatua es una de las siete maravillas del mundo moderno, se inauguró el 12 de octubre de 1931 y mide 38 metros desde su base, donde hay una pequeña capilla.

La vía férrea que llega a la cima es mucho más antigua que el monumento y atraviesa el Parque Nacional de Tijuca, el bosque urbano más grande del mundo: por ella circuló el primer ferrocarril electrificado del país, inaugurado en 1884 por Pedro II, el segundo y último monarca del Imperio Brasileño que reinó durante 58 años. Hoy todos pueden llegar hasta la cúspide del Corcovado, incluso con sillas de ruedas, gracias a la existencia de ascensores y escaleras mecánicas.

La panorámica desde el mirador del Cristo Redentor es imponente; única en el mundo. Pero tan o más majestuosa es la vista desde el Cerro Pan de Azúcar (un peñasco situado en la boca de la bahía de Guanabara sobre una península que sobresale en el Atlántico), al cual se llega por teleférico (bondinho) con capacidad para 65 pasajeros, previa escala en el Morro de Urca. En poco tiempo una tirolesa conectará el Pan de Azúcar con el Urca: un salto solo para amantes de la adrenalina, que recorrerán 755 metros colgados de un arnés a 100 kilómetros por hora.

Lo más probable es que el nombre del cerro provenga de los “panes de azúcar”, una suerte de recipientes con forma de cono en los que hasta finales del siglo XIX se introducía el azúcar para secarla, aunque algunos dicen que la denominación en realidad deriva de Pau-nh-acuqua que significa “la alta colina” en la lengua Tupi-guaraní que usaban los indígenas de la zona.

Es imposible no tomar fotos, hacer videos e historias en estos dos gigantes que despuntan sobre la skyline de Río de Janeiro (y que en el caso del Cristo, cuenta con una iluminación que lo hace visible desde enormes distancias).

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Al fondo, el cerro Pan de Azúcar.

OTROS SITIOS DE REFERENCIA. Para los que les gusta el deporte (y la historia del fútbol) son ineludibles las visitas a los estadios de Maracaná (sede de las finales de los Mundiales de 1950 y 2014) y Flamengo, el club más antiguo del país, fundado el 15 de noviembre de 1895.

También la Catedral Metropolitana impacta por su arquitectura modernista y piramidal. Dedicada a San Sebastián, patrono de Río de Janeiro, fue construida entre 1964 y 1979 para reemplazar una serie de iglesias que habían servido como catedrales desde la creación de la Arquidiócesis de la ciudad en el siglo XVII. Muy cerca de allí, se encuentra la Escalera Selarón, uno de los puntos turísticos más visitados, localizada en el barrio bohemio de Lapa. La escalera de 125 metros y 215 peldaños está completamente revestida de piezas de cerámica de distintos colores, tamaños y formas. Fue construida -se considera una obra “en desarrollo” todavía- por el pintor y ceramista chileno Jorge Selarón (nacido en 1947), quien viajó por todo el mundo antes de radicarse en Río a comienzos de la década de 1980.

Las posibilidades turísticas de la “ciudad maravillosa” son múltiples y abarcan desde una oferta gastronómica y bailable diurna y nocturna de lo más variopinta hasta la posibilidad de conocer una favela por dentro. Algo impensable hace algunos años por las escaladas de violencia provocadas por el narcotráfico.

Un último punto recomendado para visitar: el Sambódromo diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer (el constructor de Brasilia) e inaugurado en 1984. La pasarela más famosa del mundo no es tan grande como parece en las transmisiones televisivas (una impresión que a veces queda al ver in situ otros célebres escenarios como la Quinta Vergara, donde se hace el Festival de Viña del Mar en Chile). Originalmente, el estadio era tan solo una calle normal de la ciudad (Marquês de Sapucaí) donde se celebraban los desfiles, hasta que se construyeron los graderíos y palcos a ambos lados, que llegan a apiñar a unas 80.000 personas en las noches más calientes de febrero.

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Vista de Río desde el cerro Pan de Azúcar. Al fondo a la izquierda, la playa de Copacabana.

CÓMO LLEGAR. Desde hace años se puede viajar desde Montevideo a Río de Janeiro a través de Latam (aerolínea chilena) y Gol (brasileña) haciendo escala en San Pablo. Pero aunque la ciudad carioca no está tan lejos (2.364 kilómetros), estas conexiones llegan a demandar entre 6 y 10 horas. Hace una semana, la compañía JetSmart dio un cimbronazo en el mercado local al inaugurar un vuelo directo de tan solo 2 horas y 40 minutos. Su intención es mantenerlo todo el año, no solamente en alta temporada, poniendo en jaque con sus precios a la competencia. JetSmart es una aerolínea low cost de capitales norteamericanos con sede en Chile, aunque en los últimos años ha tenido una notable expansión en Argentina.

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