Praga, siempre bella

| La capital checa deslumbra por su legado arquitectónico, con el que fascina a estudiantes de arte y a turistas de todo calibre.

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LORENA GIL ADRIÁN*

Después de leer el relato de Kapuscinski cuando salió en avión de su Polonia comunista y vio por vez primera una urbe iluminada, queda en el lector esa curiosidad de asomarse por la ventanilla a ver qué le depara la próxima ciudad desconocida. Quizás no es para sentenciar con Rilke: "Confiese si sería preciso morir en el supuesto que escribir le estuviera vedado", pero hay destinos como Praga, la tierra natal del poeta, donde la pluma renace aún en quienes escriben poco.

A la ventanilla asomó una Praga con edificios demasiado cuadrados aunque muy coloridos. Más adelante sabrá que en la época del comunismo esos bloques de vivienda, llamados panelaki, tenían color "gris bloque" como, aseguran, era la cotidianidad de quienes allí vivían.

Una de las pocas cosas atinadas que hicieron los comunistas fue conservar intactos sus castillos, monumentos e iglesias. El legado arquitectónico de muchas zonas de la República Checa permanece para el regocijo de los estetas y estudiosos de las bellas artes.

A Praga se la mira hacia arriba. Sus calles estrechas y las altas construcciones obligan a un contrapicado permanente mientras la mandíbula no se recobra de tantas etapas arquitectónicas en tan poco espacio. Girar sobre los talones puede convertirse en un reloj al pasado: a las doce, románico, a las tres, gótico; a las cuatro renacentista; a las nueve, barroco. Una ciudad perfecta para estudiantes de arte. Pero también perfecta para quien quiere pasar unos días deleitándose en la estética.

Olvídese de esos planes atolondrados de un día para conocer esta ciudad checa. Praga es para probarla, degustarla, caminarla, fotografiarla y contemplarla. La prisa es una palabra que no debería pronunciarse al caminar por las piedras centenarias que arman sus calles. La prisa es plebeya en este reino de la bohemia.

Desde un mirador al frente del palacio de gobierno el viajero se cansa de contar torres y decide creerle al guía que le dice que alguien lo intentó alguna vez, pasó de las 400 y resolvió dejarlo así. Hay muchas más. Si se fija bien en las cúpulas algunas le pueden servir de referencia cuando ande a pie por la ciudad.

Lo mejor es caminar. Eso sí. A las chicas hay que recomendarles que los tacos no son el mejor calzado por estas calles. Los caminos empedrados están hechos para zapatos muy cómodos porque son de épocas donde el asfalto no era una opción. Así que siempre bella, pero cómoda. Recuérdelo.

A PIE DESDE LORETO. Se puede empezar un recorrido por la iglesia de Loreto que data del siglo XVII. Como muchos loretos europeos albergan la Santa Casa, que según la tradición los ángeles transportaron desde Nazaret hasta Italia y desde allí nacieron algunas réplicas para fomentar la piedad de los fieles. El objeto más famoso que aloja es una custodia -donde se expone la hostia consagrada- que llaman El Sol de Praga, elaborada en plata y con 6.222 diamantes engastados.

Cerca está el palacio arzobispal y un poco más allá un mirador aledaño al palacio gubernamental. Desde allí se ve la torre Petrín, más pequeña que la Torre Eiffel pero emplazada en un cerro que la hace lucir bastante alta, de lo cual se ufanan los checos para decir que está más alta que la francesa.

Ya en palacio se puede presenciar un cambio de guardia, la cual se viste con uniformes diseñados por Theodor Pistek, ganador del Oscar por el vestuario de la película Amadeus.

Al lado de la casa gubernamental no podrá menos que mirar a lo alto y sorprenderse ante la grandeza de la catedral gótica dedicada a San Vito. Allí coronaron a todos los reyes de Bohemia y en ella están enterrados obispos y monarcas, entre ellos San Wenceslao.

Los vitrales de este templo dan realce a uno de los oficios más destacados del reino: la cristalería. Los mejores maestros cristaleros tienen su obra allí, incluso Alfons Mucha, exponente del Art Noveau checo -le conocen como el Gaudí de Praga-, dejó su impronta en el vitral más nuevo con los santos Cirilo y Metodio, patronos de Europa.

Hay muchos sitios que visitar en Praga, pero si usted va a la plaza de la Ciudad Vieja puede pasar toda una tarde regodeándose en la estética checa. En una esquina está la Torre del Ayuntamiento que ostenta el famosísimo Reloj Astronómico. Funciona desde 1410. La gente se arremolina ante él cada hora para ver el espectáculo: hay cuatro figuras que representan la avaricia, el peligro otomano, la vanidad y la muerte. El Nacional/GDA

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