¿Por qué somos morbosos?

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Comportamiento

Los seres humanos tendemos a girar la cabeza cuando vemos un accidente. Según los especialistas, es normal y generalizado, ¿pero a qué se debe?

Seguramente usted recuerde al niño Julen. Si todavía no lo recuerda, probablemente refresque su memoria si piensa en el caso del pequeño que el 13 de enero pasado cayó dentro de un pozo y estuvo atrapado por 13 días. La expectativa de su rescate estaba puesta en si después de tanto, saldría con vida. No sucedió. El 26 de enero pasado, los rescatistas españoles llegaban finalmente al fondo del pozo de 71 metros de profundidad y 25 centímetros de diámetro. La tragedia ocurrió en Málaga, y tanto los medios de comunicación españoles como los internacionales (incluido Uruguay) transmitieron cada instante del rescate. Los españoles, por la cercanía de la tragedia, llegaban a reproducir en directo la labor en la zona.

En Uruguay, en 2016, se viralizó el video de una persona tirándose desde un edificio en el centro de Montevideo. Cada conversación de WhatsApp lo tenía. Estaba en cada uno reproducirlo y compartirlo, o no, pero la masificación del hecho ocurrió. El punto fue tal que el Ministerio del Interior tuvo que emitir un comunicado y, además, hacer un simulacro de rescate, porque a raíz del video, muchos internautas uruguayos criticaron la eficiencia de los rescatistas.

Videos sexuales u2014en algunos casos de abusosu2014, noticias de muertes violentas, videos de tragedias que, de algún modo, resultan cercanas. Videos y fotos que traspasan un límite, que deberían permanecer en la esfera de lo privado o de lo oculto, que impactan, que causan angustia, enojo, compasión. Los tiroteos, cada vez más frecuentes, actos terroristas y catástrofes naturales también generan un sinfín de contenidos compartidos.

Son noticias que no surten un cambio ni un efecto sustancial en quienes las consumen y comparten; sí conmocionan, aunque sea por los minutos en los que se lee, se mira, se escucha. Además, son parte de las charlas corrientes. ¿Pero qué es lo que realmente nos lleva a darle u201cclicu201d a ese tipo de contenidos? O incluso, ¿qué es lo que nos lleva a girar la cabeza hacia un accidente, o rodearlo y filmar desde el celular cuando la acción no contribuye en nada?

Hay una respuesta a estas preguntas: la palabra morbo. Los seres humanos somos morbosos. Giramos la cabeza -o u201chacemos clicu201d- hacia la escena del crimen con la mera intención de ver, o sin intención, por impulso. ¿Pero por qué sucede esto? ¿Hasta qué punto es un acto inocente y sin un efecto perjudicial para uno mismo? Revista Domingo consultó a especialistas sobre el tema.

Los seres humanos tenemos u201chambre de estímulosu201d

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La respuesta simple sería esta: somos morbosos porque al acceder a contenidos violentos reales, sentimos. u201cNo es la muerte en particular lo que nos atrae, sino el drama y la tragedia que rodean al hecho. La muerte que despierta interés no es aquella que ocurre por causas naturales; es la que forma parte de graves accidentes, homicidios, oscuras conspiraciones o sucesos inesperados. Esos mismos dramas nos atrapan también aunque no incluyan muertes. Los seres humanos tenemos un u2018hambre de estímulosu2019 y de emociones, que dentro de ciertos límites es normalu201d, explica el psiquiatra Alberto Chertok.

Bajo este mecanismo, también funcionan las películas y las obras teatrales que u201catrapanu201d porque causan sensaciones o u201clas historias románticas, los golpes inesperados de fortuna, las curas milagrosasu201d, aunque en estos casos los sentimientos son positivos.

Si retomamos la historia de Julen, se trata de una tragedia, de una muerte por un accidente inesperado que, además, tuvo a un niño de dos años como protagonista. Toda la historia de Julen era cruel, trágica, impactante. Era una familia normal que de un momento a otro pasó a vivir un momento terrible. En un artículo de la Universidad Complutense de Madrid, Morbo: discursos sobre contemplación y emisión de violencia en informativos (2017), los autores retoman el libro Lo siniestro de Sigmund Freud (1919), y escriben: u201cDesde la perspectiva del psicoanálisis, las imágenes de violencia grave suscitan angustia ligada a la percepción de lo siniestro, que amenaza la seguridad del yo al traer a la conciencia lo negativo, que suele permanecer oculto, secreto, pero se ha manifestadou201d. Así movilicen desde lo negativo, las tragedias como la de Julen causan emociones.

Hombre mira el celular con atención
Hombre mira el celular con atención

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El psicoanalista Jorge Bafico añade a la cuestión el concepto de la curiosidad: u201cEl padre del psicoanálisis se refería a la muerte como un espacio irrepresentable. Es una realidad que para el hombre es imposible de definir y que, como tal, no tiene u2018inscripción psíquicau2019, eso no quiere decir que no nos genere gran curiosidadu201d.

En la tesis de la Universidad Complutense de Madrid se cita a los autores Marvin Zuckerman y Patrick Litle que ya en 1986 hablaron sobre la u201ccuriosidad mórbidau201d. Para ellos, los hechos morbosos o sexuales, de carácter ocultos o prohibidos, atraen más a los individuos que u201cpuntúan alto en la escala de búsqueda de sensacionesu201d. Según un estudio de la Universidad de Florida, difundido por El País de España, las imágenes brutales captan la atención y despiertan interés porque sobresalen en un mundo donde la exposición visual es muy alta.

A esto, el psiconalalista Bafico le suma la búsqueda de goce y la construcción social en la que estamos inmersos. Por un lado, la confrontación a este tipo de hechos o imágenes u201cevoca de una manera muy pura el goceu201d que produce el estímulo de un tema que sacia, de algún modo, la curiosidad. Por el otro, dice Bafico, u201cla muerte es un planteamiento existencial desde siempre en la humanidad, y hoy nos encontramos con que las muertes aparecen en tiempo real. Los medios bombardean sin cesar ese horror incomprensible que es la muerte trágica en sus diferentes formasu201d.

Un tema biológico

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La búsqueda de estímulos en el ambiente que nos rodea es biológica, sostiene Chertok. Tanto la activación cerebral como la vigilia dependen de esta estimulación. Pero el psiquiatra añade que hay u201cmarcadas diferencias individuales en la necesidad de vivir emociones. Quienes exhiben mayor apetencia por los dramas y emociones requieren estímulos que los hagan sentir vivos; por eso tienen más afinidad por los sucesos que involucran muertes, accidentes y pasiones de todo tipo. Pero más allá de las diferencias individuales, los sucesos altamente emotivos -ya sea rechazados o deseados- tienden a ocupar nuestra conciencia incluso sin que nos propongamos evocarlosu201d.

Tanto Bafico como Chertok concuerdan en que u201cel morbou201d es normal y generalizado. La excepción se da cuando se vive en exceso, porque se podría convertir en una obsesión. u201cPodría ser un problema en la medida que imposibilite el diario vivir de la persona y genere angustiau201d, detalla Bafico.

Por su parte Chertok aclara que hay rasgos de personalidad que llevan a la búsqueda adictiva de estas noticias o imágenes. Estas personalidades podrían ser u201clos sujetos hipercríticos, que se orientan fácilmente a los errores e inconductas ajenas; las eternas víctimas, que se identifican con personajes poco afortunados; y quienes están a la búsqueda de abusos e injusticias para expresar su indignación y proteger a los desvalidos, son ejemplos de perfiles orientados a ciertos dramas en particular. Y por último, ya dentro del campo francamente patológico -por suerte poco frecuente en la población general-, encontramos las personalidades psicopáticas y sádicas que encuentran placer en el sufrimiento ajenou201d.

El papel de las redes sociales en el impacto

Enumerar hechos en los que las redes sociales se retroalimentan con la curiosidad mórbida no es tarea sencilla. Desde el youtuber que filmó un cadáver en un parque japonés, a las fotos del cuerpo de Bianca Denvis que su asesino compartió y se viralizaron. Varios medios reflexionaron sobre la mediatización de este caso. En Rolling Stone, por ejemplo, la periodista EJ Dickson hizo un seguimiento a la repercusión de la muerte de Bianca y se encontró con usuarios de redes sociales que prometían enviar las imágenes de su cadáver a cambio de seguidores. También supo que al denunciar las cuentas que las compartían, la red social propiedad de Facebook no encontraba motivos para eliminarlas. También el caso del suicidio en el centro de Montevideo creció a través de WhatsApp, y en esa aplicación la protección a la privacidad de los usuarios hace difícil sancionar o reconocer quiénes están compartiendo el material ofensivo. Y están todos aquellos que concurren a monumentos que recuerdan a víctimas de tragedias como el holocausto o atentados terroristas, se toman fotos posando y las suben a sus redes. Todo vale por el u201cMe gustau201d y los seguidores.

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